viernes, 21 de mayo de 2021

America Latina- Argentina- Múltiples vulnerabilidades que afectan especialmente a los NNAPES

 20-5-2021  ODSA - UCA

Las múltiples vulnerabilidades que afectan especialmente a los NNAPES”

El Observatorio de la Deuda Social Argentina junto a la oficina regional para América Latina y el Caribe de Church World Service (CWSLAC) presentan el informe especial “Las múltiples vulnerabilidades que afectan especialmente a los NNAPES”. Los niños/as y adolescentes cuyo padre, madre u otro referente adulto se encuentra encarcelado experimentan múltiples vulnerabilidades en el ejercicio de sus derechos, como ejemplo en el espacio de la educación y el trabajo infantil.

 

Crédito Fotografia: Marisa Montes

Publicado el 20/05/2021
Observatorio de la Deuda Social Argentina

http://uca.edu.ar/es/noticias/las-multiples-vulnerabilidades-que-afectan-especialmente-a-los-nnapes?utm_source=emBlue&utm_medium=email&utm_campaign=Observatorio%20-%20ODSA&utm_content=Observatorio%20-%20Informe%20Infancia%20NNAPES--Nuevo%20informe%20sobre%20Infancia%20y%20encarcelamiento&utm_term=2021%20Observatorio%20Contactos--7--none--70-80--ENVIO%20SIMPLE

domingo, 4 de abril de 2021

Arg- Lanzan una edición especial de "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano

 4 de abril de 2021 Pagina 12


A 50 años de la publicación original del clásico de Eduardo Galeano
Lanzan una edición especial de "Las venas abiertas de América Latina"
Por Silvina Friera

El texto, emblemático de la izquierda latinoamericana para varias generaciones, está acompañado por viñetas de Tute. Durante todo el mes, la editorial Siglo XXI acompañará el lanzamiento con videos en los que referentes de la cultura leerán fragmentos de la obra. El primero de estos lectores será Joan Manuel Serrat.
El clásico de la izquierda latinoamericana cumple cincuenta años. “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”. Así comienza Las venas abiertas de América Latina, libro que Eduardo Galeano publicó en 1971, cuando tenía 31 años. Sabía que podía resultar “sacrílego que este manual de divulgación hable de economía política en el estilo de una novela de amor o de piratas”. Esa irreverencia en la forma quizá sea la clave de la fascinación que fue provocando en los lectores de distintas generaciones. Para celebrar este aniversario, la editorial Siglo XXI lanzó una reedición especial con excepcionales viñetas de Tute. El próximo 13 de abril se cumplirán seis años de la muerte del escritor uruguayo y para acompañar el lanzamiento“Es América Latina, la región de las venas abiertas”, advierte Galeano en “Ciento veinte millones de niños en el centro de la tormenta”, título de la introducción del libro. “Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos (…) Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron”, se lee en este libro donde el autor analiza la historia de la explotación económica y la dominación política a la que fue sometida la región, desde la colonización europea hasta la década del 70 del siglo XX.



En las más de 480 notas del libro se puede rastrear las eclécticas fuentes utilizadas por Galeano; hay textos leídos y citados de Alexander Von Humboldt, Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre, José María Rosa, Tulio Halperin Donghi, Celso Furtado, Fernando Ortiz, Gregorio Selser, José Carlos Mariátegui, José Luis Busaniche, Darcy Ribeiro, Dardo Cúneo, Raúl Scalabrini Ortiz, Jorge Abelardo Ramos, José Hernández, Rodolfo Ortega Peña, Rogelio García Lupo y Karl Marx y su famoso “Discurso sobre el libre cambio”, en Miseria de la filosofía, entre otros. La literatura latinoamericana también es una fuente para el escritor uruguayo, que recupera aspectos de las obras de los escritores cubanos Miguel Barnet (Biografía de un cimarrón) y Alejo Carpentier (El reino de este mundo), del peruano Mario Vargas Llosa (La casa verde) y del guatemalteco Miguel Ángel Asturias con su trilogía Viento fuerte (1950), El papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960), tres libros en los que aparece la explotación de los trabajadores en las plantaciones de banana y cómo Guatemala es sometida por la norteamericana United Fruit Company.
Han pasado cincuenta años desde la publicación de Las venas abiertas de América Latina, libro que, según el propio autor, había sido escrito “para conversar con la gente” y divulgar “ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente”. Galeano recuerda en el epílogo añadido “Siete años después” que la respuesta más estimulante no surgió de las páginas literarias de los diarios, sino de algunos episodios ocurridos en la calle: la muchacha que iba leyendo el libro para su compañera de asiento y terminó parándose y leyendo en voz alta para todos los pasajeros mientras el ómnibus atravesaba las calles de Bogotá; o la mujer que escapó de Santiago de Chile con el libro envuelto entre los pañales del bebé; o el estudiante que durante una semana recorrió las librerías de la calle Corrientes, en Buenos Aires, y lo fue leyendo de a pedacitos, de librería en librería, porque no tenía dinero para comprarlo. El escritor uruguayo decía que los comentarios más favorables no los recibió de ningún crítico de prestigio, sino de las dictaduras militares que lo elogiaron prohibiéndolo: “No puede circular en mi país, Uruguay, ni en Chile, y en la Argentina las autoridades lo denunciaron, en la televisión y los diarios, como un instrumento de corrupción de la juventud. ‘No dejan ver lo que escribo’, decía Blas de Otero, ‘porque escribo lo que veo’”. la editorial compartirá durante todo el mes videos de referentes de la cultura leyendo fragmentos de la obra. El primero de estos famosos lectores es el cantautor catalán Joan Manuel Serrat.


Julio Cortázar contó que cuando terminó de escribir Rayuela pensó que había escrito un libro de un hombre de su edad para lectores de su edad. La gran maravilla fue que esa novela, cuando se publicó en Argentina y en toda América Latina, encontró sus lectores en los jóvenes, en quienes no había pensado. Quizá con Galeano y Las venas...suceda algo parecido. El uruguayo tenía 31 años cuando publicó el libro que resultó un tanto incómodo para la propia izquierda latinoamericana a la que estaba dirigida. En El cazador de historias, libro póstumo publicado en 2016, un año después de la muerte de Galeano, el propio escritor confesaba: “En 1970, presenté Las venas abiertas de América Latina al concurso de Casa de las Américas, en Cuba. Y perdí. Según el jurado, ese libro no era serio. En el 70, la izquierda identificaba todavía la seriedad con el aburrimiento”.

El círculo vicioso

A Galeano se le hacía “cuesta arriba” leer algunas obras valiosas de ciertos sociólogos, politólogos, economistas o historiadores escritas en código. “El lenguaje hermético no siempre es el precio inevitable de la profundidad. Puede esconder simplemente, en algunos casos, una incapacidad de comunicación elevada a la categoría de virtud intelectual. Sospecho que el aburrimiento sirve así, a menudo, para bendecir el orden establecido: confirma que el conocimiento es un privilegio de las élites”, plantea Galeano en “Siete años después”, un texto que escribió en el exilio de Calella (Barcelona) en abril de 1978. Pero también le pasaba algo parecido con “cierta literatura militante dirigida a un público de convencidos”. “Me parece conformista, a pesar de toda su posible retórica revolucionaria, un lenguaje que mecánicamente repite, para los mismos oídos, las mismas frases hechas, los mismos adjetivos, las mismas fórmulas declamatorias. Quizás esa literatura de parroquia esté tan lejos de la revolución como la pornografía está lejos del erotismo”, compara el escritor uruguayo.

Hay fragmentos del libro que parecen escritos en 2021, como si Galeano hubiera tenido la capacidad de poner el dedo en la llaga de una permanencia dolorosa. “El FMI y el Banco Mundial ejercen presiones cada vez más intensas para que los países latinoamericanos remodelen su economía y finanzas en función del pago de la deuda externa. El cumplimiento de los compromisos contraídos, clave de la buena conducta internacional, resulta cada vez más difícil y se hace al mismo tiempo más imperioso (…) Es el círculo vicioso de la estrangulación: los empréstitos aumentan y las inversiones se suceden y en consecuencia crecen los pagos por amortizaciones, intereses, dividendos y otros servicios; para cumplir con esos pagos se recurre a nuevas inyecciones de capital extranjero, que generan compromisos mayores, y así sucesivamente”.

En Las venas, como asumía el propio autor, el pasado aparece convocado por el presente. “Este libro es una búsqueda de claves de la historia pasada que contribuyen a explicar el tiempo presente, que también hace historia, a partir de la base de que la primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla –propone Galeano-. Las venas proviene de la realidad, pero también de otros libros, mejores que este, que nos han ayudado a conocer qué somos, para saber qué podemos ser, y que nos han permitido averiguar de dónde venimos para mejor adivinar adónde vamos. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa”. Ese tiempo presente se extiende durante cincuenta años. “La industrialización dependiente agudiza la concentración de la renta, desde un punto de vista regional y desde un punto de vista social. La riqueza que genera no se irradia sobre el país entero ni sobre la sociedad entera, sino que consolida los desniveles existentes e incluso los profundiza (…) Son los estratos más altos de la pirámide social los que recogen los frutos, amargos para muchos, de los aumentos de la productividad”, precisa Galeano.

Un libro que no para de venderse

A fines de los años ochenta, Carlos Díaz, el director editorial de Siglo XXI, tenía quince años cuando tuvo su primer trabajo en un stand de la Feria del Libro. “Como era muy pibe, me pusieron a cuidar la mesa donde estaban todas las novedades y los libros más llamativos. Mi trabajo era cuidar que no se los robaran y reponer lo que se vendía. Y veía que había un libro que no paraba de venderse y todo el tiempo tenía que reponerlo. A la noche cuando volví a casa, les dije a mis viejos: hay un libro que no para de venderse, que es impresionante, Las venas abiertas de América Latina. Mi viejo (Alberto Díaz), que había estado involucrado en la primera edición del libro, me contó quién era Galeano y por qué era importante el libro”, recuerda Díaz a Página/12. Entonces, mientras trabajó en la Feria del Libro, Díaz aprovechaba cuando le tocaba el turno para ir a comer y se llevaba el libro para leerlo. “Me acuerdo que en un momento me puse ansioso porque quería llegar al siglo XX y me salteé la etapa colonial para llegar al siglo XX. El libro me fascinó, me lo devoraba en mis ratos de comida. Tal vez había cosas que no entendía, pero era tan entretenido, tan lindo, que seguía avanzando. Nunca me imaginé que muchos años después iba a terminar teniendo un vínculo con Galeano”, dice el director editorial de Siglo XXI.

A Díaz le encanta el planteo de Galeano cuando dice que a pesar de ser un libro de historia, de economía, de política, Las venas se lee como una historia de amor o de piratas. “En la referencia a la división internacional del trabajo que consiste en países que ganan y países que pierden se ve el espíritu del libro. Hay que remontarse a la década del 70, donde a veces el hiper academicismo era tan sofisticado y complejo que volvía ininteligible para mucha gente los problemas que trataba. Eduardo renegaba de eso. Al mismo tiempo tampoco tenía una posición anticademicista, para nada. Él renegaba mucho del izquierdismo medio berreta, panfletario, de decir consignas que de tanto repetirse se vuelven huecas y ya no sabés de qué estás hablando, que empobrecen el pensamiento. Él logró hacer un libro que se nutrió de textos académicos, pero también de otras historias y del saber popular, y pudo generar un libro muy especial que reflejaba lo que era el mundo de esa época”, reflexiona el editor de Galeano y menciona que en el epílogo “Siete años después” el escritor uruguayo subraya que “el sistema ha multiplicado el hambre y el miedo; que la riqueza continúa multiplicándose y la pobreza difundiéndose”.

“Si tuvieras que pensar en siete años cómo vas a describir el futuro de Argentina o de América Latina, no va a ser muy distinto –aclara Díaz-. Eduardo está dolido porque dice que pasaron siete años de la publicación del libro y las cosas siguen igual. Yo creo que en los setenta se inauguró una etapa de la historia que todavía no terminó y eso sigue vigente hoy, cincuenta años después de escrito y publicado el libro. Lo bien escrito que está, lo entretenido que es y la vigencia de los problemas que toca explican su vigencia y por qué sigue siendo un gran éxito. Eduardo odiaba que hablaran de cuántas ediciones llevaba publicadas, de cuántos volúmenes vendió, porque le parecía que era como prostituirlo, pero a él le encantaba las aventuras en torno al libro. Cualquier historia que se enteraba le fascinaba. El éxito fue el boca en boca y cómo sigue leyéndose con pasión”.

En abril de 2009, durante la Quinta Cumbre de las Américas, el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez le regaló un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina a su colega estadounidense, Barack Obama. En apenas veinticuatro horas, la obra de Galeano saltó desde la posición 60.280 de los libros más vendidos en el sitio web de Amazon al puesto diez. En abril de 2014, un año antes de su muerte, el escritor uruguayo participó de la II Bienal del libro y la lectura en Brasilia. “No volvería a leer Las venas abiertas de América Latina, porque si lo hiciera caería desmayado”. La confesión sorprendió a más de uno. “Fue una declaración que se interpretó de manera maliciosa por gente que no lo quería bien a Eduardo, que les encantó ver ahí la posibilidad de destruir una de las obras más simbólicas de la izquierda latinoamericana”, reflexiona Díaz sobre el impacto que generó esa declaración.

“A Eduardo le pasaban cosas muy humanas con el libro. Obviamente que lo adoraba, era importantísimo para él, pero lo escribió cuando tenía 31 años. No volvió a hacer un libro como Las venas y se fue volcando cada vez más hacia el microrrelato, a historias más pulidas, más trabajadas, condensando el contenido y la escritura. En ese sentido él hace referencia a que hay cosas que las hubiera hecho de otra manera. Algunos aprovecharon esas declaraciones a la ligera y un poco ambiguas para tratar de defenestrar un libro que es todo un símbolo de la izquierda latinoamericana”, agrega el director editorial de Siglo XXI.

Las últimas líneas del libro de Galeano son una invitación abierta y una cuenta pendiente: “Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres”.
https://www.pagina12.com.ar/333427-lanzan-una-edicion-especial-de-las-venas-abiertas-de-america

sábado, 3 de abril de 2021

Arg- Una mirada psicoanalítica sobre quienes eligen no cuidarse en pandemia

 3-4-21 Pagina 12 

No me importa morir

Una mirada psicoanalítica sobre quienes eligen no cuidarse en pandemia

Para muchas de las personas que atravesaron su adolescencia en Argentina a principios de este siglo, los acordes de “No me importa morir”, la canción de El Otro Yo, seguramente deben haber sonado como cortina imaginaria cuando leyeron por estos días sobre la fiesta de “El club de los abuelos”. En plena parte II del terror de la pandemia, en Crespo, Entre Ríos, 500 personas a las que se considera dentro de la antipática categoría “de riesgo” se reunieron en un galpón cerrado, sin protocolos y con autorización del municipio, a bailar ¿hasta que la muerte los separe?
En Argentina y en todo el planeta hay quienes abrazan el espíritu negacionista frente a la evidencia científica, y ven una conspiración en las medidas estatales para hacerle frente al coronavirus. En Estados Unidos, estos sectores tienen puntos de contacto con otros que también niegan, por ejemplo, la existencia del cambio climático y la efectividad de las vacunas. Pero esa visión del mundo no representa a todas las personas que, aun sin ser libertarios rabiosos de la escuela de Javier Milei y contando con la información necesaria, optan por no cuidarse del coronavirus.
Dejando de lado a las muchedumbres jóvenes, como las que se vieron este verano en Villa Gessell y Pinamar (porque tienen mejores chances que sus mayores de atravesar sin complicaciones la enfermedad) y más allá de las responsabilidades municipales obvias, ¿qué les pasa con el vértigo adolescente a aquellxs adultxs que, sin ser necesariamente anticuarentena, no soportan vivir otro año más sin viajar a Río de Janeiro o ir a una rave sin barbijo? ¿Un Complejo de Superman? ¿Fantasías de inmunidad? ¿Un carpe diem que se sostiene sobre un presente punk: la impresión de un no future más cercano que nunca? ¿O puro terraplanismo de la salud? Sin repetir y sin juzgar: ¿qué tienen para decir las disciplinas psi sobre cómo se entona el “No me importa morir” a esta altura de la curva de contagios?

Los renegados
El psicoanálisis distingue entre la negación y la renegación. Esta última es un mecanismo que Yago Franco --presidente del Colegio de Psicoanalistas-- explica en estos términos: “es aceptar y negar al mismo tiempo la existencia de algo. La persona está dividida, por un lado, sabe que hay un peligro y, por el otro, se conduce como si no existiera. Si le preguntás a cualquiera que haya estado en la fiesta de ‘El Club de los Abuelos’, si sabe que hay una pandemia, va a decir que obviamente sí”. Sabe de qué se trata, pero al mismo tiempo con su acto reniega de ese saber: “‘Es como decir: ‘sé que tengo una enfermedad pulmonar, pero aun así, fumo, no me hace nada’”. Negar a secas, por el contrario, sería sostener que la pandemia es un invento, que no existe.
Sigue Franco: “Ante todo, no puede perderse de vista en ningún momento que estamos ante un acontecimiento extraordinario, poco comparable con experiencias previas y que está generando respuestas parecidas en la población en todo el mundo. Todo esto somete a los sujetos a un trabajo psíquico enorme. Diferenciaría la violación de las medidas sanitarias debido a cuestiones psicopatológicas (que no es lo más frecuente) de condicionantes sociales que llevan a los sujetos a poner en juego mecanismos psíquicos diversos (negación, renegación)”.
El problema, dice Franco, se complejiza porque por un lado están “datos de la realidad misma, y, por otro, el apremio de lo económico, la presión de muchos medios de comunicación, y una realidad ‘oficial’ que desmiente con sus actos la gravedad de lo que ocurre, o actúa a destiempo”. Según Franco, estos datos titubeantes fomentan los mecanismos psíquicos de rechazo de la realidad y “hacen que muchas personas sientan que ya pasó la pandemia, o que es una sencilla gripe, o que nada va a pasarles, o que si les toca les toca”.
Maten al mensajero
“Ante situaciones de peligro hay distintas reacciones. Hay personas que reaccionan con angustia pero la enfrentan y otras que se enojan, sobre todo con el mensajero. En lugar de combatir los peligros de la realidad combaten al que se los comunica”, afirma Diana Litvinoff, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Además de quienes se niegan, en parte o por completo, a aceptar la situación, hay quienes, en otro extremo, reaccionan transformando los cuidados en una suerte de religión. Dice Litvinoff: “Van generando una especie de ceremoniales religiosos alrededor del barbijo, el lavado de manos, el alcohol. Como si hubiera ahí una culpa. Y también están siempre señalando herejes y culpables. Son más papistas que el Papa y creen que si cumplen al pie de la letra y más los preceptos, alcanzarán la salvación”. ¿Por qué tienen culpa? “Depende. A veces por haber consumido demasiado. Por haber abrazado demasiado. Por haber viajado demasiado. Se genera una sensación de que son culpables en vez de víctimas de políticas planetarias de descuido ambiental, sanitario, desequilibrios económicos y sociales y muchos otros elementos que no conocemos” que están en el origen de la pandemia. Y también están quienes, según Litvinoff, “aprovechan la cuarentena para aislarse. Se protegen de relaciones con otros y de la realidad, quedándose en sus casas. Encuentran en la cuarentena una especie de justificación para las fobias o dificultades personales”.

Viaje al fin del mundo
Consultada por este tema, Alicia Stolkiner --titular de la Cátedra de Salud Mental Comunitaria de la UBA-- pone su foco de interés en lxs viajerxs: “Desde el campo de la salud mental creo que cabe hacernos la pregunta de por qué se ha construido, en Argentina y en muchos otros lugares, un actor social que para soportar toda su vida cotidiana tiene que tener en el horizonte un viaje. Son personas que te dan la impresión de que terminan de planear uno y empiezan a planear el siguiente. El resto del año es un chato sobrevivir. Si no, no se explica cómo una persona hoy se toma un avión y se va a Brasil, donde sabemos que no dan abasto las morgues. Si leés los diarios, ¿cómo te vas sabiendo que en cualquier momento le van a cerrar las fronteras? Es como si para estas personas la vida de verdad sucediera sólo en esos 15 días que salen de su vida cotidianPara Néstor Carlisky --psicoanalista, psiquiatra, coordinador del Capítulo de DDHH de la Asociación Psicoanalítica Argentina--, “tanto en los viejos como en jóvenes existen diferentes grados de tolerancia de la incertidumbre. En los viejos el hecho de participar de una fiesta sin cuidados en este momento, requiere de una negación más fuerte. El joven tiene ciertas ventajas para suponer, basándose en datos objetivos, que el riesgo es menor”.
Carlisky sostiene que para mantener “cierta integridad del psiquismo” ante peligros muy grandes y una situación de incertidumbre “como la que estamos viviendo es hasta lógico que surjan estas formas de negación más violentas que en otras circunstancias de la vida”. El rol del psicoanálisis en momentos como éste, dice, es ayudar a las personas a entender los fenómenos que ocurren en el psiquismo, “poder mostrar a nuestros pacientes los elementos de omnipotencia y negación que pueden aparecer, y acompañarlos en el sufrimiento y los duelos que inevitablemente implica la pandemia”.

Cantando en la trinchera

Para Guillermo Bruschtein --psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina y psiquiatra de la Asociación de Psiquiatras Argentinos-- la omnipotencia y la renegación, para las cuales no hay edad, a veces se expresan como fenómenos sociales “lo que en psicoanálisis se llama ‘mecanismo identificatorio de masas’, donde se da un proceso de identificación mutua”. Es como decir: “‘si él lo hace, yo también lo puedo hacer’ y ‘si a él no le pasa nada, no me va a pasar nada a mí tampoco’. Las personas pierden el discernimiento propio en un mecanismo de conducta masificada”. Más allá de la pandemia, para Bruschtein abundan los “ejemplos de este tipo de comportamiento en la historia. Durante la Primera Guerra Mundial en Europa había una euforia en relación a ir al frente, deseos de ir a la guerra. Decían que irían a vencer al enemigo y volver indemnes. Fue una de las guerras más cruentas de la historia y se diezmó a una generación. Esa misma generación iba cantando a la trinchera.”

https://www.pagina12.com.ar/333531-una-mirada-psicoanalitica-sobre-quienes-eligen-no-cuidarse-e

miércoles, 31 de marzo de 2021

ARGENTINA- Aumentó la Pobreza e Indigencia con el impacto de la pandemia - cifras

 31 de marzo de 2021 · Pag 12

En el segundo semestre de 2020 llegó al 42%. La indigencia, en 10,5%

Aumentó la pobreza con el impacto de la pandemia 

La recuperación económica no alcanzó para revertir el deterioro en los ingresos de sectores medios y bajos. Nivel de pobreza alarmante en la franja de menores de 14 años: 57,7%. 
Por Javier LewkowiczLa pobreza se ubicó en el 42 por ciento de la población argentina en el segundo semestre del 2020, lo cual implica una fuerte suba con respecto al 35,5 por ciento del mismo período del 2019, informó este miércoles el Indec. Dentro del universo de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que abarca a los 31 aglomerados urbanos del país, la cantidad de personas en situación de pobreza pasó en el curso del último año de casi 10 a 12 millones. Desde el segundo semestre de 2016, cuando el Indec cambió la metodología de cálculo de la pobreza, el indicador pasó de 30,3 por ciento al 42 por ciento
En cuanto a la indigencia, la foto en el segundo semestre del 2020 muestra un 10,5 por ciento, por encima del 8 por ciento del mismo período de 2019. En las urbes que mide la EPH hay 3 millones de personas indigentes. El dramático cuadro social muestra el impacto negativo de la pandemia sobre los ingresos y empleo junto a la dinámica de la inflación en alimentos.
En perspectiva
El informe oficial publicado ayer correspondiente al segundo semestre del año pasado muestra que casi uno de cada tres hogares está en situación de pobreza. Se trata del 31,6 por ciento de las familias, que supone el 42 por ciento de las personas. En consecuencia, sólo el 58 por ciento de las personas no son pobres. Dentro del conjunto que está por debajo de la línea de pobreza, el 7,8 por ciento de los hogares, que implica el 10,5 por ciento de las personas, es indigente.
Para poner estos datos en perspectiva, vale utilizar la serie de datos desarrollada por los investigadores Guido Zack, Daniel Schteingart y Federico Favata, quienes encontraron que bajo la metodología actual, la pobreza hubiera sido del 57 por ciento en 2003. Para encontrar un valor como el actual (42 por ciento) hay que remontarse a mediados de 2006.
En relación a los datos del segundo semestre del 2019, la cantidad de hogares/personas en situación de pobreza aumentó en un 18,3 por ciento. En el caso de la cantidad de hogares/personas indigentes, el incremento interanual fue del 31,3 por ciento.
Entre octubre 2001 y mayo de 2002, en la mayor crisis socio-económica de la historia argentina, la cantidad de hogares/personas en situación de pobreza subió un 38 por ciento, mientras que la indigencia saltó un 82 por ciento.
Más lejos
En el segundo semestre de 2020, el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de 29.567 pesos, mientras que la canasta básica, que se utiliza para definir la línea de pobreza, alcanzó los 50.854 pesos. La distancia entre el ingreso y la canasta también subió, es decir que no sólo hay mayor cantidad de pobres sino que los pobres están más lejos de revertir su situación.
Entre los niños (de 0 a 14 años) la pobreza asciende al 57,7 por ciento, de modo que en el país hay más personas de esa edad que son pobres que los que no lo son. Un año atrás, ese número estaba en el 52,3 por ciento. También subió fuerte la pobreza en la franja de 15 a 29 años, desde 42,5 por ciento a 49,2 por ciento. Entre los 30 y 64 años, el avance fue de 30,5 a 37,2 por ciento. En este contexto, un dato no tan malo es la relativa estabilidad de la pobreza en la franja de 65 años y más, dado que pasó del 11,3 al 11,9 por ciento.
El desagregado regional muestra que en el Conurbano bonaerense la pobreza llegó al 51 por ciento de las personas y la indigencia, al 15,2 por ciento. Un año atrás, la pobreza en ese distrito era del 40,5 por ciento y la indigencia, del 11,3 por ciento. En el segundo semestre de 2018, la pobreza en el Conurbano era del 35,9 por ciento. También superó el promedio de pobreza el Gran Mendoza (44 por ciento), Gran Resistencia (53,6), Gran Tucumán-Tafí Viejo (43,5) y Concordia (49,5).
Pierden la carrera
La suba de la pobreza se explica por ingresos que son superados por la evolución de los precios de los alimentos y de los servicios básicos. Por el lado de los ingresos, el Indec calculó que en diciembre pasado frente al mismo mes de 2019 el avance del salario fue del 33 por ciento. Pero además, según el Ministerio de Trabajo el empleo registrado perdió 222 mil puestos a lo largo del año. Es de suponer que el impacto entre los no registrados haya sido mucho mayor.
En el mismo período, el capítulo de alimentos y bebidas del IPC-Indec subió un 42,1 por ciento, con especial subas en carnes y derivados, frutas, verduras y legumbres. Por ello, la canasta alimentaria, que define la línea de indigencia, avanzó en 2020 un 45,5 por ciento. Gracias al congelamiento de los servicios públicos, la suba de la canasta básica fue algo más moderada, del 39,1 por ciento.
El 2020 arrojó entonces una retracción del empleo en conjunto con un fuerte deterioro del poder adquisitivo de las personas que mantuvieron su puesto. Esto se dio en un contexto de pandemia pero también de fuertes controles de precios y congelamiento en muchos rubros, algo que este año no va a continuar en esa magnitud. Los datos también muestran que las medidas oficiales para contener el impacto de la pandemia, si bien permitieron que la situación no empeorara todavía más, es a las claras insuficiente para contener la retracción del ya muy deteriorado tejido social.
https://www.pagina12.com.ar/333029-aumento-la-pobreza-con-el-impacto-de-la-pandemia

Los datos corresponden al segundo semestre de 2020

La pobreza alcanzó al 42% de las personas y al 31,6% de los hogares

El índice de pobreza llegó al 42% al término del segundo semestre del 2020, 6,5 puntos porcentuales por encima del 35,5% de igual período de 2019, informó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
Además, el Índice de Indigencia, que comprende a las personas cuyos ingresos no alcanzan para comprar el mínimo de comida para la subsistencia, se ubicó en el 10,5%, contra el 8% del semestre julio-diciembre de 2019.
Entre ambas mediciones, el Producto Bruto Interno, (PBI) cayó un 9,9 % producto de las restricciones que se aplicaron para evitar la propagación de la Covid 19, al tiempo que la inflación fue de 36,1%.
Al cierre del primer semestre de 2020, el índice de pobreza se había ubicado en 40,9%, lo que significó un incremento de 5,5 puntos porcentuales respecto al 35,4% de igual período de 2019. En tanto, el Índice de Indigencia ascendió al 10,5% al término del primer semestre, contra el 7,7% de enero-junio del año pasado.
De esta forma, con respecto al primer semestre de 2020, al cierre del segundo semestre se registró un aumento en la cantidad de personas en situación de pobreza de 1,1 puntos porcentual, en tanto la indigencia se mantuvo en el mismo valor para el conjunto de la población cubierta por la encuesta.
El índice se elabora al contrastar los ingresos de personas y hogares -grupo familiar- frente a una canasta de alimentos, indumentaria y determinados productos, en el caso de la pobreza, y solo de carácter alimentario en el caso de la indigencia.
En el caso del Índice de Pobreza, la Canasta Básica Total aumentó 39,1% al cierre del año pasado, debido a que una pareja con dos hijos necesitó percibir ingresos por $ 54.207 para cubrir sus necesidades, mientras que la Canasta Alimentaria subió 45,5%, con una necesidad de ingresos de $22.680 para el mismo grupo familiar.
De cara a estos aumentos en los precios de alimentos y servicios, durante el año pasado, los salarios de los trabajadores privados se incrementaron 34,4%, los haberes del sector público, 26,8% y los empleados “en negro”, 39%, según la medición del Indec.
Si se toma una población estimada en 45,8 millones de habitantes, estas cifras implican que 19,2 millones de personas se encuentran en situación de pobreza, y entre ellos 4,5 millones son indigentes.
Por edades, entre los recién nacidos y los jóvenes de hasta 14 años, el Índice de Pobreza alcanza al 57,7% de ese grupo etario, y explica el 49,2% entre aquellos que tienen entre 15 y 29 años.
En lo que respecta a los grandes centros urbanos, los mayores niveles de pobreza se notaron en Resistencia, Chaco, con el 53,6% de la población; seguida por los partidos del Gran Buenos Aires, con el 51%; Concordia, 49,5%; San Nicolás-Villa Constitución, 43,6%, y el Gran Tucumán, con el 43,5% del total.
Según el Indec, en el caso de la indigencia, entendida esta como la gente cuyos ingresos no alcanzan para alimentarse, al cierre de 2020 comprendió al 15,2% de los habitantes del Gran Buenos Aires; 12,3% en en el gran centro urbano Neuquén-Plotier.
A los que se sumaron Resistencia, Salta y Mar del Plata, con un nivel apenas superior al 10%.
Por el contrario, los menores niveles de pobreza se anotaron en la Ciudad de Buenos Aires, con el 16,5%; y Bahía Blanca 24; mientras que el resto de los grandes centros urbanos se ubicaron todas por encima del 30 %.
El Indec informó que el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 31,6%; donde residen el 42 % de las personas económicamente activas.
Dentro de este conjunto se distingue un 7,8% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 10,5% de las personas.
Esto implica que, para el universo de los 31 aglomerados urbanos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), por debajo de la LP se encuentran 2.926.890 hogares que incluyen a 12.000.998 personas y, dentro de ese conjunto, 720.678 hogares se encuentran por debajo de la LI, e incluyen a 3.007.177 personas indigentes.
“No solo hubo un aumento en la incidencia de pobreza respecto del primer semestre de 2020, sino que la situación de las personas bajo la línea de pobreza empeoró por la mayor distancia entre sus ingresos y la Canasta Básica Total”, concluyó el Indec.

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