6-7-17 Diario Pagina 12
El “Plan Cóndor” judicial
Por E. Raúl Zaffaroni *
Sin
los “Falcon” ni las sirenas, sin zonas “liberadas” y sin secuestros, se
extiende por el Cono Sur una “operación Cóndor” judicial. Una prisión
política como la de Milagro Sala y sus compañeros, más bien parece
anacrónica, fuera de época y, justamente por eso, es un escándalo y una
vergüenza internacional para todos los argentinos, porque compromete la
imagen misma de nuestra Nación.
En lugar de esas medidas
obsoletas –por propias de etapas anteriores del colonialismo–, se
expande ahora por el Mercosur una nueva táctica en la consabida
estrategia de neutralizar a quien pueda ofrecer alguna seria resistencia
electoral al avance del totalitarismo corporativo que sufren nuestros
países, lo que, al mismo tiempo, es funcional para el desprestigio de la
política, objetivo no menor para que su lugar sea ocupado por los
“chiefs executives officers” de las transnacionales.
Se trata de
eliminar de toda contienda electoral y por vías judiciales a cualquier
líder o dirigente popular capaz de ganar una elección a los candidatos
de las corporaciones o a otros vendepatrias parecidos, empeñados en
endeudarnos con singular y nunca antes vista celeridad.
Para eso
bastan algunos jueces obedientes, cuyas motivaciones saben manipular
los servicios de inteligencia y los gerentes y agentes de las
corporaciones, en especial mediáticas, y que pueden ser miedo,
servilismo, prebendas, promesas o esperanzas de ascensos cupulares,
comodidad, aspiración política o simple afán de estrellato.
Son
conocidos los casos de Cristina, con una alucinante imputación de
“traición a la Patria”, que pasa por alto la letra clara y expresa de
nuestra definición constitucional; por una operación a término que acabó
beneficiando a los amigos del oficialismo y perjudicó al Banco Central
por imprudencia del actual ejecutivo (en el mejor de los casos); o por
un imaginario sobreprecio en el alquiler de un hotel.
No menos
absurdo es el caso de Lula, interrogado por un departamento de reducidas
dimensiones en un balneario de menor prestigio, que nunca estuvo a su
nombre ni visitó, pero que responde al impulso del monopolio mediático
más fuerte de Sudamérica, creador de una estrella judicial favorita.
Menos conocido es como está operando este “Plan Cóndor” judicial en el
caso de Fernando Lugo, el ex-presidente del Paraguay. La justicia
electoral de Paraguay ha decidido que cualquier fuerza política que
propugne la elección de Fernando Lugo como candidato a presidente
incurre en “propaganda maliciosa”, con la extraña particularidad de que
aún Lugo no presentó su candidatura.
Es decir, que no se ha
impugnado su candidatura, porque no la ha presentado, pero por las
dudas, se condena a todo el que pretenda que llegue a ser candidato.
Para eso, la justicia electoral se atribuyó indebidamente la competencia
para interpretar la Constitución, lo que, por cierto, hizo de una
manera muy singular: el art. 229 de la Constitución paraguaya dice que
el presidente no podrá ser reelecto en ningún caso.
La lectura
racional de esa disposición permite entender que se refiere al
presidente en ejercicio, pero la curiosa interpretación de la justicia
electoral paraguaya es que quien fue una vez presidente no podrá serlo
nunca más en su vida. En otras palabras: Lugo es, para la justicia de su
país, un incapaz a perpetuidad.
Pero de los despropósitos de
este nuevo “Plan Cóndor” no se salva nadie, ni José (Pepe) Mujica, que
vive en una chacra y nadie le pudo encontrar un peso, ni siquiera bien
habido. El personaje preocupa al nuevo totalitarismo de los
“executives”, debido a su popularidad nacional e internacional, sin que
las reiteradas manifestaciones del “Pepe” en el sentido de que no quiere
volver a la presidencia consigan calmarlos.
La cuestión empezó
con la publicación de tres panfletos llamados “libros”, de esos que
escriben “periodistas” y que al poco tiempo se venden al por peso en las
librerías de viejo, que vinculan a Mujica con asaltos cometidos por
ex-tupas en los años noventa, que fueron por cierto aprehendidos y
condenados en su momento. A los “libros” de los periodistas se sumaron
las declaraciones de un ex-policía, jefe del equivalente a nuestra
sección “robos y hurtos” en tiempos de la dictadura, cuyo segundo fue
condenado, precisamente, por torturas a tupas.
Este fue el
material con el que la minoría opositora pretendió crear una comisión
investigadora en el Senado, desbaratada por el discurso del propio
Mujica, que ni sus enemigos se animaron a responder. Pero con esos
mismos elementos se insta a una fiscal para que reabra las causas
cerradas hace décadas.
Está demás decir que al nuevo
totalitarismo corporativo transnacional y a sus aliados locales les
importa muy poco el daño que este “Plan Cóndor” pueda hacer a la
democracia, sino que, por el contrario, es eso lo que buscan, o sea, el
desprestigio de la política.
Pero al mismo tiempo están
provocando un desprestigio más profundo aún respecto de la justicia. No
sólo nadie tomará en serio en el futuro las decisiones de jueces que se
prestan a reemplazar funcionalmente a los baúles de los “Falcon”, sino
que corre el riesgo de extender la duda respecto de la totalidad de los
jueces.
Será difícil convencer a nuestros Pueblos de que aún hay
jueces en nuestros países. Y más aún: si los jueces deben “decir el
derecho”, la desconfianza corre el riesgo de extenderse al derecho
mismo, a la propia institucionalidad.
Los genocidas de los
“Falcon” del viejo “Cóndor” diezmaron a una generación de sus futuros
dirigentes más inquietos ante la injusticia social, pero este nuevo
“Cóndor” intenta destruir la confianza no sólo en la política, sino en
las instituciones básicas de nuestras repúblicas y en el derecho mismo.
Debemos tener extremo cuidado con esto, porque cuando se desprecia el derecho no queda otro camino que el de la violencia.
Por suerte, nuestros Pueblos son intuitivos y pacíficos, aunque
conscientemente no crean mucho en el derecho –porque sus promesas fueron
casi siempre estafatorias–, saben que el camino de la violencia es una
trampa y que, al final, los muertos son siempre los que están de su
lado. Nuestra principal tarea debe ser la de reforzar esta convicción.
* Profesor Emérito de la UBA.
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