La incorporación de las mujeres al
mercado de trabajo de América Latina y el Caribe ha sido una tendencia
constante y positiva durante las últimas décadas. Pero en 2017, en
tiempos de aumento del desempleo y la informalidad, nuevamente surge la
necesidad de insistir en la igualdad de género para generar más y
mejores empleos para las 255 millones de mujeres en edad de trabajar que
viven en esta región.
Casi
la mitad de esas mujeres, 126 millones, ya forman parte de la fuerza
laboral, lo cual es un logro importantísimo alcanzado a lo largo de
muchos años. Una vez más, sin embargo, es importante recalcar que no
podemos bajar la guardia.
Durante
el último año, cuando la marejada de crecimiento lento o en algunos
casos de franca contracción económica que azota la región impactó de
frente al mercado laboral, produciendo una abrupta alza del desempleo y
también el deterioro de algunos indicadores de la calidad del empleo,
fue evidente que la situación afectaba en mayor medida a las mujeres.La
tasa de desocupación promedio regional de las mujeres subió a niveles
que no se veían desde hace más de una década en América Latina y el
Caribe, a 9,8%, es decir al borde de los dos dígitos. Si se mantienen
los pronósticos de falta de dinamismo económico este año la tasa
promedio puede pasar del 10% en 2017.
Esa
tasa de desocupación de las mujeres subió 1,6 puntos porcentuales, por
encima de la variación de los hombres, que aumentó 1,3 puntos
porcentuales. De los 5 millones de personas que se incorporaron a las
filas de desempleo, 2,3 millones eran mujeres. Esto significa que hay
unas 12 millones de mujeres que están buscando empleo en forma activa,
pero no lo consiguen.
La
participación de las mujeres en la fuerza laboral continuó aumentando
durante el último año. A nivel nacional (rural+urbano) la tasa de
participación de las mujeres pasó de 49,3% a 49,7%. Esto es siempre una
buena noticia. Pero aún así continúa muy por debajo de la de los
hombres, que es de 74,6%.
La
contrapartida negativa fue que la tasa de ocupación de las mujeres, que
mide el nivel de demanda de mano de obra, disminuyó de 45,2 a 44,9%. La
de los hombres también experimentó una baja parecida, aunque es
bastante más elevada en 69,3%.
El
último informe Panorama Laboral de América Latina y el Caribe de la
OIT, también destacó que la menor actividad económica se ha reflejado en
tendencias a la disminución del número de trabajadores asalariados,
aumento de los empleados por cuenta propia, disminución en los salarios
formales, que forman parte de las señales de un aumento en la
informalidad.
Las
estimaciones más recientes disponibles sobre informalidad de las
mujeres indican que casi la mitad de la fuerza laboral femenina está en
estas condiciones, que habitualmente implican inestabilidad laboral,
bajos ingresos, falta de protección y derechos.
A
lo largo de los últimos años se han identificado algunas
características a tener en cuenta al analizar la participación laboral
de las mujeres. Como por ejemplo que alrededor de 70% se desempeña en el
sector de servicios y comercio, donde las condiciones precarias
aparecen con facilidad, incluyendo la carencia de contratos..
Además
unas 17 millones de mujeres realizan trabajo doméstico. Son más de 90%
de las personas dedicadas a esta actividad. En esta ocupación los
niveles de informalidad siguen siendo demasiado elevados, en torno a
70%.
Esta
descripción de las características de la inserción laboral de las
mujeres en el mercado de trabajo no estaría completa sin hacer notar un
aspecto muy destacable que surgió en un informe regional sobre “Trabajo
Decente e igualdad de género” de varias agencias de Naciones Unidas
presentado en 2013: en esta región 53,7% de las mujeres trabajadoras
alcanza más de diez años de educación formal, en contraste con solo
40,4% por ciento de los hombres.
Por
otra parte, 22,8 por ciento de las mujeres en la fuerza laboral cuenta
con educación universitaria (completa e incompleta), por encima del 16,2
por ciento de los hombres.
Sin
embargo, esto no impide que haya una brecha salarial importante. Un
informe de la CEPAL advertía en 2016 que según los datos disponibles las
mujeres recibían 83,9% de lo que ganaban los hombres en empleos
similares. La brecha es más grande en el caso de niveles educativos
mayores.Todas estas estadísticas son un llamado a la acción.
Este
tema ya forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible trazados
para todos los países en la Agenda 2030. En particular en el Objetivo
#5: “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las
mujeres y las niñas”, y es clave para el Objetivo #8 sobre crecimiento
económico y trabajo decente. Para la OIT la igualdad de género es un
objetivo transversal, que está presente en todas sus actividades.
Estamos
frente a un desafío estructural que implica cambios económicos,
sociales y como sabemos también culturales. Es necesario que tanto los
gobiernos como los actores sociales mantengan como una prioridad
esencial promover una mayor igualdad entre mujeres y hombres.
Hay
que buscar fórmulas para mejorar la productividad de las mujeres
impulsando su participación en sectores más dinámicos de productividad
media y alta, y al mismo tiempo identificar las causas de la
segregación.
Para
continuar avanzando en la igualdad laboral es necesario recurrir a una
combinación de acciones que tengan en mira la igualdad de género,
incluyendo entre otras: políticas activas de empleo; redes de
infraestructura de cuido y nuevas políticas para el cuidado de los niños
y personas dependientes; estrategias para promover la división de
responsabilidades familiares; mejoramiento de la formación profesional y
la educación; promoción de las emprendedoras; aumento en la cobertura
de la seguridad social; y una acción decidida para prevenir y combatir
la violencia contra las mujeres, incluida la violencia en los lugares de
trabajo.
La
igualdad en el empleo fue un desafío enfrentado en el pasado, continua
vigente en el presente, y es uno de los retos más importantes para
lograr un mejor futuro del trabajo en la región.