viernes, 23 de septiembre de 2011

Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños

Argentina- La prostitución y la trata: dos caras de una misma violencia Marcela D´Angelo- 2-9-2011 (con motivo de que la Campaña fuera invitada a la celebración de los 20 años de “La Casa de la Mujer Azucena Villaflor” en el centro Cultural Islas Malvinas de la Plata- Prov Buenos Aires) La prostitución y la trata son dos caras de una misma violencia hacia las mujeres. Cuando decimos esto queremos decir que es inescindible la existencia del tráfico y trata de mujeres de la prostitución como institución social. Que si existe una construcción social que naturaliza el mercado prostitucional, si existe una naturalización de que los cuerpos de las mujeres son mercancías, son productos a consumir en ese mercado, y si existe una aceptación generalizada sobre que todos los varones son dueños de los cuerpos de todas las mujeres, existirá inevitablemente la trata y el tráfico para la explotación sexual. Decimos claramente que sin prostitución no habría trata, ni desaparecidas para la explotación sexual. Hablamos de la institución de la prostitución sin ningún recorte, queremos hablar de todas las mujeres, queremos hablar de cómo afecta nuestras vidas esta reducción a la condición de mercancía que se nos proponen a todas, desde el patriarcado. No nos conforma reclamar sólo por las desapariciones de mujeres, niñas/os. Este recorte en las “desaparecidas”, en las “obligadas”, nos parece un “error”, que lleva inmediatamente a recortar los reclamos de DDHH, diferenciando la trata forzada, a la cual nos opondríamos, de la trata consentida, a la cual toleraríamos por “electiva”. Si bien hay una gama de situaciones diferentes, en el conjunto de las mujeres en situación de prostitución, entre las que están en la calle, wiskerías ó prostíbulos que pueden volver a sus casas y aquellas que se encuentran secuestradas, trasladadas de un lugar a otro por las redes de prostitución, y hay distintas posibilidades de solidaridad y resistencia. Las igualan las violaciones a sus DDHH cometidas sobre sus cuerpos y sus subjetividades por los clientes-prostituyentes, la reducción a la categoría de “mercancía” de sus personas y el continuo de violencia que sufren. Ha sido una lucha del feminismo lograr que las agresiones sexuales de los hombres hacia las mujeres sean vistas como delitos por el derecho y, con esta percepción, lograr que se tome conciencia de los daños que estos sometimientos producen en cada mujer violada y abusada. Hemos conseguido incluso que se visualice el acoso sexual como conducta delictiva. ¿Por qué la mediación del dinero anula esta percepción de las prácticas de agresividad sexual masculina? Según esta concepción un delito de violación se podría reparar pagándole a la mujer ultrajada. Sabemos que a muchos de los que no aprobarían bajo ningún concepto la esclavitud o la tortura; a muchos de los que defienden las libertades y luchan contra la explotación del capitalismo, no les flaquea su “virtud” cuando someten a mujeres mediando el poder del dinero. Nosotras, desde la Campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”, encaramos el tema de la trata y el tráfico de mujeres cuestionando fuertemente a la institución de la prostitución. La prostitución es un problema de género: somos las mujeres las que somos prostituidas, mayoritariamente, pero también es un problema de clase: la mayoría de las mujeres prostituidas están en situación de exclusión y pobreza. Es el punto más violento de unión entre patriarcado y capitalismo, ya que reúne explotación económica y violencia de género. El sistema nos enseña a través de múltiples formas: el lenguaje, la familia, la escuela, las religiones, la cultura, los medios de comunicación, que nuestro destino se mueve entre ser mujer-pertenencia como objeto sexuado y erotizado, mujer-pertenencia como madre perfecta y/o mujer-pertenencia a través del “amor romántico”. Dentro de estos límites debemos gozar de nuestra opresión y ser transmisoras de este destino ineludible-deseable. Paralelamente, el sistema fomenta una sexualidad masculina basada en la dominación sobre nuestros cuerpos. El arquetipo de macho dominante, cazador y guerrero, sigue en vigencia sustentado en los mitos de la superioridad masculina. Las feministas ejercitamos la ética de la sospecha. Así cuando hablamos de prostitución nos surge inmediatamente “la duda” y nos planteamos preguntas impertinentes. ¿Por qué cuando se menciona el tema son interpeladas siempre las mujeres, a veces los fiolos, los proxenetas, pero NUNCA los clientes-prostituyentes? Ese eterno invisible que, si acaso es nombrado, será siempre el hijo, marido, compañero de estudio o de militancia de “otra”. Nunca es visualizado como afecto cercano. Los clientes-prostituyentes, justificados, apañados, disculpados, comprendidos, no nombrados, no “escrachados”, NUNCA. Son, sin embargo, los usuarios de la prostitución, los que crean la demanda y ésta fomenta todo tipo de explotación, incluyendo la trata. Son estos clientes-prostituyentes los que “regulan” y exigen “la mercadería” que desean consumir: si quieren nenas/es, tendrán nenas/es, lo mismo con mujeres jóvenes, mujeres embarazadas, mujeres de diferentes etnias. Su elección es MANDATO. Para comprar cuerpos de mujeres, primero hay que tener la validación de que estos cuerpos están al “servicio de” y “pertenecen a” y luego que estos cuerpos pueden ser objetos de comercio, que pueden ser usados sin considerar su valor como persona. Esta visión de que nuestros cuerpos, cuya pertenencia les es asegurada desde el nacimiento, pueden ser disociados de nuestras personas hace que los varones puedan ser consumidores de prostitución. Pero también incide en el resto de las relaciones entre varones y mujeres, y en el imaginario social de todas y todos. Nosotras interpelamos a la sociedad sobre la naturalización que hace de la institución de la prostitución, de la aceptación social del consumo de cuerpos de mujeres, niñas/os como algo irrenunciable para los varones y del destino ineluctable para las mujeres como “seres al servicio de otros”. Aquí señalamos la complicidad de las iglesias y los medios de comunicación. Si hablamos de sistema prostitucional, creemos que la asunción voluntaria de las funciones que los sistemas de explotación y dominación nos tienen reservadas contribuye a mantener y reproducir estos sistemas. Aunque siempre está el recurso de la violencia como control, todo es más fácil cuando hay “aceptación voluntaria”. Esto no es criterio alguno para decretar “voluntariedad” cuando detrás hay un sistema de sexo-género patriarcal-capitalista opresor, explotador y con clara supremacía masculina. El menor o mayor grado de adaptabilidad no indica que no haya explotación y menos aún que se desee ser objeto de esa explotación. Desde la Campaña sostenemos: • Que la prostitución no es un trabajo porque no se puede hablar de un “contrato” entre “cliente” y mujer en situación de prostitución ya que no se puede hablar de consentimiento, condición de todo contrato, en un contexto de profundad desigualdad. La persona, aquí, alquila su propio cuerpo para ser usado por otro, en medio de disparidades de poder. No se pueden regular abusos en su ejercicio porque el abuso es parte constitutivo del supuesto “trabajo”. No se pueden establecer parámetros de "formación laboral” ni “perfeccionamiento”. Si prostituir menores de 18 años es un delito ¿Por qué no lo sería al cumplir 18 años? Nada de todo esto pasa en trabajo alguno por más ingrata que resulte su ejecución. • Que no es una “libre elección sexual”, ya que en ella la sexualidad que se pone en juego es sólo la del cliente-prostituyente. • Que el “consentimiento” es una trampa que esconde prácticas sociales de explotación. Considerar a la prostitución como trabajo favorece la explotación de la trata y el tráfico de mujeres. Convierte a fiolos y proxenetas en empresarios respetables. Se está así legitimando la “industria de la prostitución”, “la industria de la pornografía”. Se concede, así, al conjunto de los varones la autorización moral y social para participar, sin responsabilidad ni escrúpulos, en la explotación de las mujeres, ejerciendo su poder mediante la mediación del dinero. Lo que es peor es que se da un mensaje hacia toda la sociedad sobre que es legítimo el uso comercial del cuerpo de las mujeres. Denunciamos complicidad del Estado por lo que hace y también por lo que no hace para eliminar la violencia de la prostitución y la Trata: Denunciamos que son cómplices de sancionar la Ley Nº 26.364 contra la trata de personas que no persiguen la defensa de los DDHH de las víctimas, protegiendo así a los traficantes y proxenetas e incumpliendo con las Convenciones Internacionales como La Convención contra la trata y la explotación de la prostitución ajena de 1949, a la que nuestro país adhirió en 1951. Por todo lo arriba expresado, afirmamos que NO debe hacerse distinción entre prostitución o trata forzada y prostitución o trata voluntaria, ni entre prostitución infantil y adulta, ni diferencia entre personas mayores y menores de 18 años. Exigimos la reforma de la ley contra la trata. 1) Que no distinga, para definir el delito, entre víctimas mayores y menores de 18 años (art. 2, 3, 10, 11 de la actual ley). 2) Que no presuma que las víctimas mayores de 18 años consintieron su propia explotación. 3) Que considere como agravante y aumente las penas cuando las víctimas sean menores de 18 años o hayan sido objeto de violencia, engaño, amenaza, aprovechamiento de una situación de vulnerabilidad o haya existido recepción de pagos por quien la haya entregado. 4) Que establezca penas no excarcelables, en todos los casos. 5) Que establezca políticas públicas efectivas de prevención, protección y asistencia a las víctimas, financiadas con fondos suficientes previstos en el presupuesto nacional. Exigimos el desmantelamiento de las redes de prostitución. Exigimos la derogación de los códigos contravencionales que penalizan a las personas en situación de prostitución. Denunciamos que el estado no se hace cargo de que las mujeres somos las más pobres entre los pobres y de que en la trata de personas el 90% son mujeres, niñas/os para la explotación sexual. Exigimos que el Estado se haga cargo de la urgente implementación de políticas sociales universales, como derechos adquiridos, de salud, educación, vivienda y trabajo para todas las mujeres. Exigimos campañas de educación masivas para que, a través de políticas públicas sobre educación y medios de comunicación, se promueva una práctica de la sexualidad desde condiciones de dignidad y respeto, desde parámetros no sexistas, no androcéntricos y no discriminatorios. Desde la Campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución” y en el marco del feminismo abolicionista sostenemos que la prostitución es una práctica social modificable y que queremos erradicar. Decimos que sin prostitución no hay trata ni tráfico de mujeres. Nos sentimos unidas a las mujeres en situación de prostitución, exigimos que no se las persiga a ellas sino a los que lucran con la explotación de la prostitución ajena. Respetar los Derechas de las Humanas es lo que reclamamos.

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