Domingo
3
de agosto de 2014 »Anred
Internacional
Una tarde, en un día de playa de la Ciudad de Gaza se encuentran
niños jugando futbol, disfrutando de su infancia, donde su mayor
rivalidad es el enemigo deportivo, meter mas goles y no dejarse meter
ninguno. De momento se escucha un sonido ensordecedor, se deja de
escuchar las risas de esos jóvenes. Se levanta una polvareda y se nubla
la imagen. Empiezan a caer los niños, se desvanecen uno a uno y el
silencio toma el lugar del ruido. Por Palestina libre
La imagen empieza a esclarecerse , empieza a bajar la polvareda y no
se encuentra niños, ya no hay quien ría ,ahora solo se escucha lloros,
gritos de desesperación, indignación y rabia; rabia por no entender que
paso, no entender porque esas vidas se apagaron.
Esos muertos, esos jóvenes que tenían tanto por vivir, que nunca
podrán ser futbolistas, ni cumplir sus sueños, sus deseos e ilusiones.
Niños que no sabrán que es el amor, que es la pareja, que es el sentirse
hombre independiente. Murieron en la flor de la vida, en la edad donde
el único derecho es disfrutar de esa vida.
Estos niños dejaran una escuela con menos pupitres, se perdió un
posible medico, deportista, músico, pintor o bailarín. Son los hijos de
lo que pudo ser y no fue. Que habrán sido esos niños, quien lo sabrá,
ellos se lo llevaron a la tumba.
Por mi parte no puedo entender porque en el fuego cruzado tuvieron
que verse inmiscuido estos niños, esos hijos que nacieron en medio de
una guerra de la que son parte porque nacieron en esas tierras, pero no
entienden ni el motivo ni la razón de ese conflicto. Pero ya la guerra
lo alcanzo y cobro su parte de crueldad. Se llevaron a unos niños, que
no tenían la conciencia ni la malicia de odiar a alguien, pero ya forman
parte de los caídos y ayudan a exacerbar el odio y al indignación.
Imágenes de niños bajo escombros, mutilados o en los hombros de alguna
persona; vidas que se ven a diario que desaparecen y se esfuman, cae la
noche, otro niño dejo de existir, otro sueño se borro. Y claro no hay
que olvidarnos igual del niño ensangrentado, con ese color rojo que lo
baña, ese rojo que antes era el color con que pintaba imágenes, ahora
ese color lo pinta a él. Niño que empieza a conocer lo que es el dolor ,
lo que el sufrir, cambio esa cara de felicidad, por una cara de
tristeza, ya no ríe, porque no tendrá por que reír, ahora solo llora,
exacerbara el odio, porque uno no sabe a quien pierde en esta guerra.
Capaz el sobrevivió, pero pudo perder un familiar, un hermano pequeño
a quien aconsejar o un hermano mayor , que lo aconsejaba. Podrá perder
el sostén de su vida, una madre o un padre, que lo lleve a englobar la
lista de los huérfanos. En estas guerras siempre los más débiles
pierden, derraman la sangre, pierden lo que más quieren y hasta las
condiciones de vida, como su casa destruida, escuela u hospital. Para el
será el motivo de quedarse muerto en vida; capaz para las estadísticas
solo sea infraestructura dañada y más dinero en recuperación. A veces
nos volvemos fríos y solo vemos la parte cuantificable de las cosas, ya
solo nos importa eso, todo es números rojos y azules. Pero para ese
publico de números, ahí cifras que también se suman, y en ello las
Naciones Unidas ya contabilizan en 8 días de conflicto cerca de 1.500
heridos y más de 200 víctimas mortales, de los que el 46% son niños y
mujeres.
Esos numero llenos de sangre, son los muertos de un conflicto que no
tiene una ganador, porque ya el ganador hace años gano esta guerra, este
conflicto solo sirve para seguir aumentando el número de ángeles, solo
eso, estamos llevando al cielo a niños antes de tiempo, donde los
mandamases de la guerra tienen sus motivos, pero los afectados, esos
niños, no sabrán nunca el por qué, el cuando y el momento que les tocara
partir.
A los que cayeron en esta lucha injusta y los que seguirán cayendo,
solo les pido perdón porque seguimos permitiendo esta guerra injusta,
perdón porque no sentimos el sufrimiento de ustedes como si fuera
nuestro, perdón por que no le damos el valor a ese hijo, hija o madre;
perdón por nuestro egoísmo donde solo nos importa nuestra vida y no la
del prójimo.
Mil veces Perdón.
Fuente: Amaru Samanamú Zilbert, Aporrea.org
http://anred.org/spip.php?article8220
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