jueves, 23 de junio de 2011

Pobreza y TI -America latina

Equidad para la Infancia America latina- Número 14-octubre 2010

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Es complejo ubicar un momento histórico en el que haya surgido el trabajo infantil como tal, es decir, como un tipo de trabajo realizado por un sujeto diferente, el niño, y que por lo mismo tal actividad resultaba diferenciable del trabajo adulto. Sin embargo es posible ubicar en Europa a partir de la primera Revolución industrial, las primeras conceptualizaciones sobre al trabajo en la infancia como una forma de explotación. Anteriormente no era considerado un problema, sino parte del proceso de aprendizaje y socialización de los niños y las niñas. Por distintas vías se comienza a constituir como problemática, y hacia inicios del siglo XX tanto higienistas como educadores coincidían en señalar los daños en la salud y la moral del trabajo no regulado (extensísimas jornadas laborales, incluso en duras actividades como la minería, la cosecha, la industria). El acceso a la educación estaba fuertemente limitado por la pertenencia a una determinada clase social e inicialmente, a un sexo (a las niñas les estaban reservadas las letras religiosas). Aquellos que no accedían a la educación debían aprender habilidades para la vida, al interior de la familia o incorporándose al mundo del trabajo [1]. El avance en la universalización relativa de la educación en los países latinoamericanos, así como en el sistema de salud pública y en la protección y regulación legislativa del trabajo, comenzaron a problematizar más seriamente la situación. Hacia 1908, Argentina lideraba la protección y limitación del trabajo de mujeres y niños mediante una de las primeras leyes de la región.
El trabajo infantil es un problema social multideterminado. Entre los varios factores y condiciones socio-políticas que se interrelacionan generando las condiciones para que exista el trabajo infantil en una determinada sociedad, se destacan la pobreza, los patrones culturales tanto de género como intergeneracionales, la permisividad social, la falta de oportunidades, la falta de cobertura, calidad y cumplimiento de la obligatoriedad de la educación, en ocasiones en combinación con situaciones intrafamiliares. Además, se suma la incapacidad institucional y/o la ausencia de medidas enérgicas y duraderas por parte de los países para combatirlo.
De todos estos factores, nos interesa profundizar en la pobreza como uno de los principales determinantes del trabajo en la infancia y también señalar las características específicas que ésta adquiere en la niñez. A nivel mundial, la mayor parte de los pobres son niños/as. A su vez, los/as niños/as experiementan de modo particular la pobreza, siendo uno de los grupos sociales más afectados por la misma[2].Vale resaltar que la pobreza infantil-adolescente se distingue de la pobreza adulta por tener diferentes causas y efectos, especialmente por su impacto de larga duración en los/as niños/as y adolescentes. Es particularmente importante examinar el concepto de pobreza infantil-adolescente más allá de los cánones tradicionales con los cuales se analiza la pobreza, como son los bajos niveles de ingreso de los hogares o los niveles de bajo consumo [3]. “Los niños y niñas que viven en la pobreza sufren una privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesarios para sobrevivir, desarrollarse y prosperar, lo que les impide disfrutar sus derechos, alcanzar su pleno potencial o participar como miembros plenos y en pie de igualdad en la sociedad […]”[4]. Por esto, la pobreza infantil ya no puede ser analizada exclusivamente a través de enfoques monetarios, y la insuficiencia económica pasa a ser entendida desde una perspectiva multidimensional e interrelacionada, como parte de un conjunto factores que conforman y caracterizan la pobreza tal como la experimentan los/as niños/as.
A través de un estudio que evaluó la magnitud y calidad del trabajo infantil en América Latina, se constató algo ya conocido, esto es, la intrínseca vinculación entre el trabajo infantil y la pobreza. Esta relación se expresa a través de una doble relación de causalidad: Por un lado el trabajo infantil está directamente asociado con la pobreza (aquí considerada en tanto insuficiencia de ingresos) en el hogar. Dicho de otra manera, la pobreza en el hogar es un factor determinante del trabajo infantil. Así, el trabajo infantil atiende en la mayoría de los casos a la necesidad de generar ingresos para los hogares pobres. Por otra parte, la pobreza es una consecuencia del trabajo infantil, es decir, el trabajo infantil tiende a reproducir las condiciones de pobreza. Esto debido a que limita las posibilidades de que los/as niños/as y adolescentes tengan un pleno desarrollo y, así, puedan tener acceso a oportunidades para salir de la condición de pobreza. Asimismo, se constata que los ingresos provenientes del trabajo infantil no son suficientes para sacar a los hogares de la pobreza.Es mínima la proporción de hogares que superan el umbral de la pobreza por insuficiencia de ingresos a partir del trabajo infantil[5].
Coherentemente, otro importante dato a tener en consideración es que las tasas de asistencia y matrícula escolar son menores entre niños/as trabajadores/as. A su vez, las tasas de trabajo infantil son más bajas cuando hay mayor gasto público social per cápita y en educación. Esta relación inversa hace evidente que para reducir sustancialmente la situación de pobreza y el trabajo infantil, es imprescindible aumentar la inversión pública en los sectores sociales, y, especialmente en la educación.
Es posible distinguir dos tipos de trabajo: uno visible y otro invisible. El visible es aquel que realizan a cambio de una remuneración. En la actualidad, se podría vincular con el trabajo que se realiza en la calle, relacionado con la marginalidad y la pobreza, El invisible, es el que se lleva a cabo puertas adentro del hogar familiar. Cuidando a los hermanitos más pequeños, realizando tareas domésticas, es como también trabajan los niños. Según algunos estudios, en la actualidad para muchos es causa de deserción escolar y ausentismo.
En relación con lo recién planteado, una de las caras de la problemática del trabajo infantil son los diferentes roles de género asumidos por niños y niñas. Diversos estudios afirman que las niñas se dedican principalmente a las tareas no remunerativas vinculadas a las actividades domésticas. Por su parte los varones se dedican a tareas remunerativas fuera del hogar. Una de las consecuencias de estos diferentes roles es que se profundizan y reproducen las relaciones de género dominantes, donde las mujeres se dedican a las tareas puertas adentro de los hogares y los varones se van desarrollando como trabajadores. Además, para el caso de las niñas, al quedar dentro de los ámbitos privados, se exponen a riesgos “puertas adentro”, como la sobreexplotación, el maltrato y el abuso. En cambio en otras investigaciones, esta división de tareas entre niños y niñas, puede, no obstante, significar para ellas la posibilidad de compatibilizar las tareas domésticas con la continuidad de sus estudios, en cambio para los varones continuar estudiando a la par que trabajan, resulta un desafío por demás exigente y de difícil alcance[6].
La magnitud del trabajo infantil requiere ser considerada tanto de manera global como de manera local y específica, dado que si bien la mirada regional aporta a la perentoriedad del tema, no todos los contextos nacionales encuentran las mismas determinantes específicas ni adoptan los mismos perfiles. El análisis de las tasas de trabajo infantil para la población de 5-14 años de 17 países latinoamericanos, a partir de los resultados de encuestas de hogares entre 1999-2005, muestran en relación a las tasas en cada uno de los países estudiados, y focalizando los/as niños/as de 5-11 años, que Perú es el país que presenta las mayores tasas de trabajo infantil (20,7%), seguido por Bolivia (15,6%) y República Dominicana y Ecuador (11,4% y 10,1%, respectivamente). Entre la población de 12-14 años, el país con mayor tasa de trabajo infantil es Guatemala (34,5%), seguido de Bolivia (29,8%), Perú y Ecuador (28% en cada uno)[7]. Por otro lado, si lo que está en foco es el tamaño de la población afectada, las cifras del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) revelan que del total de niños/as de 5-11 años trabajadores/as en 17 países de la región, cerca de un 20% son peruanos, muchos otros, mexicanos y alrededor de un 16% brasileños. Así, prácticamente tres de cada cinco niñas y niños latinoamericanos trabajadores/as pertenecen a esos tres países. Asimismo, de los niños, niñas y adolescentes de 12-14 años que trabajan, casi la mitad son brasileños y mexicanos (25% cada uno) y un 10%, peruanos. Otra vez, el 60% de los niños, niñas y adolescentes trabajadores son brasileros, peruanos y mexicanos. Es interesante detenerse en la construcción del rango etario de las investigaciones. Independientemente de las dificultades que impone a la construcción de un acuerdo sobre tal rango, el hecho de que diferentes países establecen un mínimo diferente (14, 16, 12), se requiere problematizar conceptualmente la diferencia que adopta el trabajo cuando se trata de un niño/a o de un adolescente.
Es de señalar que se percibe una potencial vinculación entre las altas tasas de trabajo infantil y la presencia de naciones y pueblos originarios que reivindican el mismo como parte de la socialización de las nuevas generaciones en su cultura. En el caso de Perú es importante resaltar además la presencia de un movimiento de niños trabajadores. En estas situaciones, la complejidad de la situación aumenta, dado que la pertenencia comunitaria, la inclusión social y la identidad están vehiculizadas por tales mecanismos de socialización que incluyen formas de trabajo. Al mismo tiempo, el hecho de que estas prácticas de trabajo infantil se desarrollen en contextos modernos, y no comunitarios y tradicionales, agrega dimensiones excluyentes a la desigualdad que afecta especialmente a las y los miembros de naciones originarias. Finalmente, las prácticas tradicionales de género y generacionales no son neutras respecto a las diferencias de poder, y constituyen también formas de reproducción de desigualdades al interior de los grupos sometidos.
La institucionalización de organizaciones internacionales de gobierno y la consolidación del sistema de Naciones Unidas ha contribuido a la problematización internacional de la situación de los niños y niñas que trabajan. Las principales acciones llevadas a cabo por los países de la región para lograr la erradicación del trabajo en la infancia, se desarrollan en torno a la adecuación legislativa y ratificación de convenios internacionales, programas específicos orientados a la difusión y sensibilización, becas escolares y subsidios familiares. A la vez de acuerdo a la OIT se entiende que la educación Universal y de tiempo completo es fundamental para lograr la erradicación del trabajo infantil.
Algunas herramientas legales de derecho internacional empujaron a los estados a adaptar su legislación e implementar políticas públicas que atendieran la problemática del trabajo en la infancia.
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño: derecho a ser protegido contra el trabajo infantil (Art. 32)[8].
El Convenio N138 de la OIT obliga a los Estados ratificantes a fijar una edad mínima para la admisión al empleo o al trabajo y a seguir una política nacional que asegure la abolición efectiva del trabajo de los niños y eleve progresivamente la edad mínima de admisión al empleo a un nivel que haga posible el más completo desarrollo físico y mental de niños y niñas[9].
La Recomendación núm. 146 que complementa este Convenio, define el marco general y las medidas normativas esenciales para la prevención del trabajo infantil y su erradicación.
El Convenio N182 de la OIT establece la necesidad de fijar políticas de erradicación inmediatas que eliminen las peores formas de trabajo infantil.
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[1] www.equidadparalainfancia.org/los-ninios-y-el-trabajo-reconstruyendo-la-historia-del-trabajo-infantil-durante-el-siglo-xx-480/index.html
[2] Pobreza Infantil. Conceptos, Medición y Recomendaciones de Políticas Públicas. Minujín, A.;Delamónica, E.; Davidziuk, A., FLACSO, 2006.
[3] Boletín desafíos publicado en el sitio: http://www.equidadparalainfancia.org/desafios--trabajo-infantil-en-america-latina-y-el-caribe-su-cara-invisible-240/index.html
[4] Estado Mundial de la Infancia 2005, Minujín UNICEF, 2005; 18.
[5] OIT, 2007 Op. Cit.
[6] Minujin 2005 Op. Cit.
[7] OIT, 2007 Op. Cit.
[8] http://www2.ohchr.org/spanish/law/crc.htm
[9] http://white.oit.org.pe/ipec/pagina.php?seccion=16&pagina=104

http://www.equidadparalainfancia.org/enfoque-integral-de-derechos-y-trabajo-infantil-oportunidades-y-desafios-432/index.html

http://www.equidadparalainfancia.org/trabajo-infantil-en-america-latina-y-el-caribe-su-cara-invisible-142/index.html

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