1-4-13 Argenpress
Alejandro Teitelbaum (especial para ARGENPRESS.info)
Con matices ligeramente diferentes pero con rasgos ideológicos
similares, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial y Paul
Krugman (formador de opinión que difunde sus ideas desde el año 2000 en
su columna bisemanal del « New York Times ») ambos consagrados con el
premio « Nóbel » de Economía, son dos de los principales mentores en
materia económica de la « progresía » a escala mundial. Tienen en común
que critican algunos efectos y, a veces, aspectos del sistema vigente
pero se abstienen de criticar al sistema mismo.
I. Stiglitz, muy solicitado en tribunas académicas y políticas de todo
el mundo, recibió en 2001 , junto con Akerlof y Spence, el llamado
Premio Nobel de Economía (más exactamente Premio en Ciencias Económicas
del Banco de Suecia creado en Memoria de Alfred Nóbel) por su
contribución a la teoría de la asimetría de la información, que sostiene
que las fallas del mercado capitalista no se deben a la inexistencia en
la práctica de una competencia « pura y perfecta » (« la mano invisible
del mercado ») sino que es el resultado de una información asimétrica e
imperfecta que, dice, podría “tener profundos efectos en la forma en la
que se comporta la economía” .
Escribe Stiglitz :
…”Durante doscientos años los economistas utilizaron modelos económicos
simples que asumían que la información es perfecta, por ejemplo, que
todos los participantes tienen el mismo transparente conocimiento de los
factores relevantes. Ellos sabían que la información no era perfecta,
pero tenían la esperanza de que un mundo con moderadas imperfecciones en
la información sería semejante a un mundo con información perfecta.
Nosotros mostramos que esa noción estaba mal fundamentada: incluso las
pequeñas imperfecciones en la información podrían tener profundos
efectos en la forma en la que se comporta la economía (nuestro el
subrayado). El Comité del Premio Nobel citó nuestro trabajo acerca de la
"asimetría de la información", un aspecto de las imperfecciones
causadas por el hecho de que distintas personas en un mismo mercado
saben distintas cosas. Por ejemplo: el vendedor de un auto puede saber
más sobre su auto que el comprador; quien compra un seguro puede saber
más sobre sus posibilidades de tener un accidente (tales como la forma
en la que maneja) que quien vende el seguro; un trabajador quizá sepa
más acerca de sus habilidades que un patrón potencial; la persona que
pide prestado tal vez sepa más sobre sus posibilidades de pagar un
préstamo que quien otorga el crédito. Pero las asimetrías de la
información son sólo una faceta acerca de las imperfecciones de la
información, y todas ellas -incluso cuando son pequeñas- pueden tener
fuertes consecuencias. (
http://www.project-syndicate.org/commentary/asymmetries-of-information-and-economic-policy/spanish
En la misma línea de pensamiento, Stiglitz también formuló con Shapiro
la teoría del salario de eficiencia y explica la existencia del
desempleo por las deficiencias en la estructura informativa del empleo
(http://links.jstor.org/sici?sici=0002-828).
Entre otras cosas, Stiglitz sostiene que la productividad está
principalmente determinada por el nivel del salario del trabajador (el
empleador tiende a pagar un salario más elevado a fin de incentivar al
trabajador a ser más productivo: salario de eficiencia). Si bien es
cierto que un salario más elevado motiva al trabajador no hay que ser
muy experto para saber que no es el salario el que determina la
productividad sino a la inversa: la productividad (bienes o servicios
producidos por hora trabajada) es uno de los determinantes del nivel del
salario: por eso un ingeniero que produce más valor por hora trabajada
que un trabajador manual sin calificación gana más que este último.
Cabe agregar que la productividad ha aumentado enormemente en los
últimos decenios, como consecuencia del progreso técnico y del aumento
de la intensidad en el trabajo y de la jornada laboral y sin embargo los
salarios reales no han seguido – ni aproximadamente- el mismo ritmo de
crecimiento. Esto vale también para los cuadros profesionales, cuyos
salarios se mantienen congelados y sus condiciones de trabajo no cesan
de deteriorarse.
No hace falta haber recibido el premio “Nóbel” del Banco de Suecia para
darse cuenta que no es la asimetría de la información o la información
imperfecta la causa de los males del sistema capitalista (entre ellos el
desempleo). Las víctimas del sistema saben –o deberían saber- que las
verdaderas causas son la concentración en pocas manos (gran capital y
capital financiero parasitario) de las riquezas producidas por el
trabajo humano.
Con el aumento de la productividad el desempleo tiende a aumentar y no a
disminuir por la sencilla razón que menos trabajadores activos pueden
producir más bienes y servicios.
Es la política que prefiere el gran capital para aumentar su tasa de
beneficio y mantener una alta tasa de desocupación que presiona a la
baja el salario real de los trabajadores activos.
Una prueba de la ineficacia de las teorías y de los métodos de Stiglitz
para analizar la economía real es un informe que elaboró en 2002,
encomendado por los grupos financieros Fannie Mae y Freddie Mac, donde
afirmó que la actividad de dichos grupos, que garantizaban los préstamos
hipotecarios concedidos por los Bancos a clientes poco solventes, no
implicaban prácticamente ningún riesgo para el sistema bancario. Según
Stiglitz el riesgo era del orden de entre uno y medio millón y uno y
tres millones (sic). Concluia el Informe: This analysis shows that,
based on historical data, the probability of a shock as severe as
embodied in the riskbased capital standard is substantially less than
one in 500,000 – and may be smaller than one in three millions. Given
the low probability of the stress test shock occurring, and assuming
that Fannie Mae and Freddie Mac hold sufficient capital to withstand
that shock, the exposure of the government to the risk that the GSEs
will become insolvent appears quite low. » (Implications of the New
Fannie Mae and Freddie Mac Risk-based Capital Standard. Joseph E.
Stiglitz, Jonathan M. Orszag and Peter R. Orszag).
Contra las « previsiones » de Stiglitz, basadas en modelos matemáticos,
las políticas de Fannie Mae y Freddie Mac contribuyeron en buena medida a
desencadenar la crisis financiera que dura hasta hoy.
II. Paul Krugman, otra figura mediática muy apreciada y citada por la
“progresía”, fue miembro del Consejo de Asesores Económicos (Council of
Economic Advisers) de la administración de Reagan de 1982 a 1983. En
1999 fue consultor en el Consejo Asesor de Enron, el gigante
transnacional de la energía que quebró en 2001 reconociendo una deuda de
40 mil millones de dólares y dejando en la calle a su personal (12000
personas), al que, por añadidura, despojó del capital previsional de su
jubilación, invertido en acciones de la propia empresa.
Desde el año 2000 Krugman tiene una columna bisemanal en el New York
Times y recibió el premio « Nóbel » de economía en 2008. En 2012 publicó
un libro titulado « Acabad ya con esta crisis ». Subrayamos esta. Es
decir no se trata de acabar con las crisis en general, con su cortejo de
concentración de las riquezas y expansión de la miseria, sino de acabar
con esta crisis.
El enfoque de Krugman aparece claro en la Introducción (Y ahora ¿qué
hacemos ?) de su libro. Allí dice que muchos se preguntan « ¿Cómo ha
pasado esto ? » Y que él, en cambio se pregunta : « Y ahora ¿qué hacemos
? ». Y continúa : « Cada vez que leo artículos, académicos o de
opinión, que analizan lo que deberíamos hacer para prevenir futuras
crisis financieras …me despiertan cierta impaciencia ». Más claro
imposible: salir del pozo actual como fuere, pero sin cuestionar el
sistema.
Comentando este libro de Krugman, Michael Hudson escribe: “Por
desgracia, la incapacidad de Krugman para contemplar el problema
económico de hoy como una cuestión de deflación de la deuda refleja su
fracaso (que sufre la mayoría de los economistas, a buen seguro) a la
hora de reconocer la necesidad de reducciones de la deuda, de
reestructurar el sistema bancario y financiero, y de volver a transferir
los impuestos del trabajo a las ganancias de la propiedad, de la renta
económica y de los precios de activos (de “capital”). El efecto de este
estrecho conjunto de recomendaciones consiste en defender el statu quo
y, pese a su reputación como liberal, eso convierte a Krugman en
conservador… Haciendo uso de la prestidigitación neoclásica de dar gato
por liebre, restringe el significado de “reforma estructural” en el
sentido de los economistas de la Escuela de Chicago que culpan al
desempleo actual por ser “estructural,” en el sentido de que los
trabajadores ocupan empleos que no corresponden a su formación. Con ello
se desvía la atención de los apremiantes problemas que son genuinamente
estructurales ».
Esta “explicación” de Krugman sobre las causas del desempleo se
relaciona con la teoría del “salario de eficiencia” de Stiglitz,
mencionada más arriba, que explica la existencia del desempleo por las
deficiencias en la estructura informativa del empleo.
En el curso de su libro, Krugman, con un estilo de serie B estadounidense, acumula sofismas y datos falsos.Por ejemplo en el párrafo “Comprender las tasas de interés”, en la
página 147 de la edición argentina escribe: “Recordemos que, como vimos
en el Capitulo 2, la trampa de liquidez se produce cuando, incluso con
tipos de interés cero, los residentes del mundo, en su conjunto (el
subrayado es nuestro), no están dispuestos a comprar tantos bienes como
están intentando producir. O, lo que es equivalente: la cantidad que la
gente desea ahorrar – es decir los ingresos que no desean gastar en
consumo corriente - es superior a la cantidad que las empresas están
dispuestas a invertir”.
En este párrafo Krugman mete en la misma bolsa al ahorro familiar (que
en las clases modestas tiende a ser inexistente) y al capital financiero
improductivo y parasitario (que alcanza cifras siderales) con el
denominador común de “residentes del mundo” para intentar ocultar la
raíz de las crisis: la transferencia de la mayor parte de las riquezas
producidas por el trabajo humano al gran capital, al financiero en
particular, que se ha acentuado enormemente en los últimos treinta años.
(A Krugman le “impacienta” que se hable de las crisis en general).
Su presunta preocupación por la situación de las clases populares queda
al descubierto cuando en el párrafo “El problema esencial en Europa”
(páginas 192 y siguientes) escribe que para hacer más competitiva la
economía (por ejemplo de España, véase pág. 182 de su libro) hay que
reducir los salarios manteniéndose en la zona euro o salir del euro y
devaluar la moneda nacional. Según Krugman, en este último caso los
salarios reales no caerían. Sólo se devaluarían con relación al euro.
Todo el mundo sabe, menos Krugman, que una devaluación de la moneda
nacional afecta negativamente el nivel del salario real, pues no existen
economías nacionales cerradas.
Comenta Hudson: “El punto ciego de Krugman con respecto a la deuda
general hace descarrilar también la teoría del comercio. Si Grecia
abandona el euro y devalúa su moneda (el dracma), por ejemplo, las
deudas cifradas en euros o en otra divisa fuerte aumentarán de modo
proporcional. De manera que Grecia no puede marcharse sin repudiar sus
deudas en la en la litigiosa economía global de hoy. Sin embargo,
Krugman cree en el viejo sinsentido neoclásico según el cual todo lo que
se necesita es la “devaluación” para rebajar el coste laboral interno.
Es como si se mostrase indiferente al sufrimiento que impone esa
austeridad, como la que sufrieron los países latinoamericanos a manos de
los planes de austeridad desde 1970 en adelante. Los costes se pueden
“poner bajo control ajustando los tipos de cambio”. El problema es
sencillamente, por lo tanto, una cuestión de tipos de cambio (que se
traduce al poco en costes laborales). La depreciación de la moneda
reducirá (según la teoría del comercio de Krugman) los costes laborales y
otros costes internos hasta un punto en que los gobiernos puedan
exportar lo bastante no sólo para cubrir sus importaciones sino pagar
sus deudas en divisas extranjeras (que se dispararán en términos de
moneda local) ».
Krugman insiste con la necesidad de aumentar el gasto gubernamental y en
su libro (ver pág. 250) no parece desdeñar como “solución” el llamado
“keynesianismo armado” es decir una carrera armamentista o la guerra.
Que practican periódicamente las grandes potencias.
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Un análisis crítico de las ideas de Stiglitz y Krugman puede verse en
Paulo Nakatani y Rémy Herrera, Crise financiere ou…de surproduction?
http://www.ucm.es/info/ec/jec12/archivos/A1FUNDAMENTOS%20ECONOMIA%20CRITICA/ORAL/NAKATANI-HERRERA/NAKATANI-HERRERA.pdf.
Sobre Stiglitz también puede leerse de Jean-Marie Harribey:
»Commission Stiglitz : l’économie, la montagne et la souris.
http://alternatives-economiques.fr/blogs/harribey/2009/09/16/commission-stiglitz-l%E2%80%99economie-la-montagne-et-la-souris/
Sobre Krugman puede leerse: de Michael Hudson, Las
anteojeras económicas de Paul Krugman, Theleme, 13/06/2012 y
www.sinpermiso.info 11/06/12. El mismo texto en inglés:
www.nakedcapitalism.com 14/05/12; de Vincenç Navarro Por qué Paul
Krugman está equivocado en sus recetas para España. en SistemaDigital,
15 de abril de 2010. Y en el blog de economía del profesor Rafael
Hernández Núñez, La incapacidad intelectual de un Nóbel de economía.
http://www.argenpress.info/2013/04/stiglitz-y-krugman-dos-de-los.html
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