Las políticas de erradicación del empleo de menores exigen continuidad de esfuerzos y de controles, y más ocupación formal para jóvenes y adultos
n la actualidad, en la mayoría de los países el trabajo infantil está sometido a leyes que restringen con rigurosidad el empleo de los menores, de acuerdo con las normas elaboradas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
. A pesar de ello, sigue siendo una dura realidad que muchos menores
estén obligados a trabajar en condiciones que afectan su salud y sus
posibilidades de escolaridad. Dos necesidades humanas condicionaron esa
cruda realidad: sobrevivir y alimentarse. De esas demandas se sirvieron
quienes lucraron con la explotación y de tal injusticia se fue saliendo a
medida que se compartieron globalmente conceptos morales y jurídicos, y
se avanzó en la integración de las naciones, por medio de organismos
destinados a combatir la abusiva situación que padecían tantos niños y
adolescentes a los que era indispensable redimir.
El propósito mundial de erradicar el trabajo infantil
fue tomando cuerpo, meta cuyo logro se consolidó a través de
legislaciones adecuadas en cada país, tarea promovida por la
sensibilidad de la población receptora de campañas de información y
prevención que pusieron a la luz pública las peores formas de
explotación laboral de menores.Al decir trabajo infantil se alude a toda actividad económica remunerada o no, realizada por quienes se encuentran por debajo de la edad de admisión (minoridad) y no han cumplido aún con los años de la enseñanza obligatoria. Para tomar conciencia de las dimensiones del problema es menester considerar que uno de cada seis niños -es decir, alrededor de 215 millones de chicos en el mundo- está obligado a cumplir tareas riesgosas para su salud física y emocional y, así también, para su formación moral y social. Los trabajos de esa índole se presentan en distintos escenarios, que pueden encontrarse en las tareas agrícolas, en labores de pesca, caza, o bien en la economía informal urbana, como se lo percibe con frecuencia en la calle, en la venta de pequeños artículos de consumo, en el cartoneo, aun en la mendicidad y en actos delictivos obligados por mayores.
Se trata, pues, de un mal complejo, fruto de la indigencia y la pobreza que reina en nuestra sociedad. Según datos de la OIT, en la Argentina son 450.000 los menores de 17 años que se encuentran en esa condición, aunque es de señalar que desde 1996 se ha creado una Comisión Nacional que conduce oficialmente programas que aspiran a erradicar el trabajo infantil. En los últimos años, entre 2004 y 2012, se han dado a conocer cifras alentadoras de reducción de esa modalidad laboral, ya que se habría reducido en un 4,2 por ciento el número de chicos entre 5 y 13 años afectados a esa obligación. Como vemos, resta mucho por hacer.
Las políticas consagradas a la deseada erradicación no son de corto plazo, exigen continuidad de esfuerzos, de coordinación y de controles y que a la vez crezca la ocupación formal de jóvenes y adultos. De ese modo se podrán preservar los años de infancia para lo normal y deseable: el estudio y el juego, necesarios para su formación y bienesta
http://www.lanacion.com.ar/1624475-la-lacra-del-trabajo-infantil?utm_source=n_tip_nota1&utm_medium=titularP&utm_campaign=opinion
No hay comentarios:
Publicar un comentario