sábado, 3 de marzo de 2012

Arg- Los chicos se adueñan de la música

Por Mauricio Giambartolomei  | LA NACION 3-2-12

Más de 3000 niños y adolescentes de todo el país son los que forman parte de orquestas juveniles que los forman en valores y les dan una posible salida laboral
Rocío Ortega espera en el vértice de la cancha del gimnasio. Tiene el violín en la mano, avanza despacio sobre el piso de parquet, se detiene frente a sus compañeros subida a una tarima y da la orden para afinar los instrumentos. Va y viene, repite el procedimiento cuantas veces se lo indican. La lluvia golpea el techo de chapas. El ruido del exterior molesta, pero no detiene el ensayo de los 350 jóvenes músicos llegados de todo el país a Chascomús para celebrar el cuarto encuentro de orquestas escuela infantiles y juveniles. "¡Me encanta! Tenemos la posibilidad de viajar y aprender mucho de música", dice Rocío, de Jujuy, elegida como primer violín entre el resto de sus compañeros que integran la banda sinfónica del festival que, horas más tarde, desplegará un repertorio de música clásica y piezas populares en el concierto de cierre.
Hay chicos de Chubut, La Matanza, Santa Fe, San Isidro, Monserrat, Río Negro, Tucumán, Neuquén, Entre Ríos y Mendoza; en realidad, representantes de todas las provincias ligados, de alguna forma, al Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Argentina.
Todos son integrantes de las bandas locales en sus ciudades, desarrolladas como espejos al sistema de Chascomús, fundado hace 14 años. Un modelo pedagógico gratuito orientado a la transformación social y personal más allá del músico, que se sintetiza en dos palabras: integración y multiplicación. Integración, porque está focalizado, principalmente, en chicos de bajos recursos, con difícil acceso a una formación académica, y multiplicación porque quienes hoy son alumnos se convertirán en los futuros profesores de las generaciones que vendrán.
Silencio. La gente en las tribunas de cemento permanece inmóvil, como los dos aros de básquetbol que observan de cerca a los chicos. Ingresan los músicos con sus instrumentos. Afinación. Aplausos. Suena la Obertura Guillermo Tell , de Antonio Rossini. El concierto final ya empezó.
Festival de integración
Las manos de las orquestas escuela abrazan a las personas y luego, forman al músico. Se siente en los gestos, en las miradas cómplices, en las sonrisas anchas de alumnos y profesores. El trabajo de los responsables, una vocación de servicio, va más allá de las clases o los conciertos. Comienza con la búsqueda minuciosa de los alumnos en los barrios marginales de cada ciudad, continúa en la contención, seguimiento y capacitación. Luego, la música, como excusa.
La iniciadora de este movimiento en la Argentina fue Valeria Atela, la directora de la Orquesta Escuela de Chascomús que, sin saberlo, utilizó las bases del sistema de Venezuela, país modelo en este rubro. "Para nosotros la música y el arte se viven de esta manera. Si no, no hay transformación, no hay búsqueda", sintetiza.
Durante catorce años, mil chicos pasaron por la orquesta de Chascomús dándole lugar hoy a la primera generación de profesores o multiplicadores, como prefieren llamarse. En todo el país hay 3000 integrantes de bandas sinfónicas, pero son más los involucrados si se tiene en cuenta que este modelo supera las barreras del alumno y llega a las familias.
"El aprendizaje más importante es saber que todo lo que uno haga, bien o mal, perjudica o beneficia al de al lado. Es una escuela de ciudadanía", dice Atela reposada sobre una pila de sillas, sintiendo el trajín de una semana de ensayos y producciones.
Los jóvenes estuvieron en Chascomús durante once días, entre el 14 y 25 de febrero último, dándole vida al festival de la integración. Las orquestas escuela, que funcionan en forma gratuita, están destinadas a los chicos que tienen menos posibilidades económicas, seleccionados en cada ciudad, aunque también hay cupos para la inscripción abierta. "Pensamos en diferentes perfiles de alumnos, de distintos recursos. ¡Qué mejor lugar para fomentar la igualdad! Acá nadie sabe de música cuando empieza. Eso es todo un mensaje", enfatiza la directora.
Todos a la escuela
Facundo Correa desaparecía de su casa, desobedecía los consejos de su familia, no iba a la escuela y navegaba a la deriva en plena adolescencia. Pero llegó la música y su vida cambió. "Me sirvió para educarme. Cuando me sumé a la orquesta le empecé a dar más importancia a la escuela", susurra a sus 18 años, con el violonchelo colgando en la espalda.
Hace minutos terminó de ensayar en el gimnasio. Está de remera, pantalón corto y zapatillas. Suda, hace calor. Más tarde tendrá una impecable camisa blanca y pantalón negro, como todos los integrantes de la orquesta que ahora corren, saltan, esquivan los instrumentos desparramados por el piso y toman la merienda: dos medialunas y un vaso de jugo de naranja.
"Nunca imaginé dedicarme a la música. Pensaba que no iba a servir. Me animó mi profesor y ahora quiero seguir aprendiendo", confiesa, mientras busca la mirada compinche de Marcos José Arques, el director de la orquesta escuela de San Luis que integran Facundo y 60 músicos más, de entre 8 y 20 años, mientras otros 50 permanecen en una lista de espera.
La banda funciona hace un año y medio, y se creó por iniciativa de Arques, que se sumergió en los funcionamientos de los sistemas de orquesta para aprender a trabajarlas, seleccionar a los chicos y formar un grupo de profesores capacitados. "El modelo de Chascomús nos acompañó en todo. Fue nuestra guía", se sincera el director y aclara que también en San Luis se trabaja con chicos en situación de vulnerabilidad social o que viven en barrios necesitados.
Una herramienta profunda
En La Matanza conviven a diario con un ejemplo de integración. Unos 60 chicos, de entre 8 y 12 años y diferentes situaciones sociales, se reúnen en la sede de la orquesta escuela de cuerdas en Villa Palito. "Captamos a los chicos para que convivan en un mismo espacio. El nexo es la música", cuenta Flavio Esteban Garber, el coordinador y profesor de práctica orquestal.
"Tenemos una herramienta hermosa y profunda para llegar a las personas. Los chicos no tienen problemas para la integración. La orquesta es una familia y nosotros incentivamos a eso. El objetivo es formar personas, después músicos", aclara.
El mismo espíritu se siente en Jujuy, donde la orquesta escuela funciona hace 15 años y desde 2008 con este formato. A los 500 chicos que involucra se les brinda una alternativa musical a los conservatorios, que suelen tener una formación individual y elitista. "Es un proyecto integrador y desde el punto de vista social se lleva todos los premios: tolerancia, responsabilidad, esfuerzo, perseverancia, todos los condimentos juntos", se entusiasma Sergio Jurado, su responsable.
En cualquiera de las orquestas el proyecto va más allá de las aulas donde los chicos pasan gran parte de los días. Se sienten contenidos, integrados, con responsabilidades y formando parte de un sistema que los tenía marginados. Tal vez sean músicos profesionales. O simplemente personas con valores, como ya lo son.

El modelo venezolano

El músico venezolano José Antonio Abreu Anselmi fue el creador y fundador del Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de su país, ejemplo mundial de este modelo. Concibió, en 1975, un proyecto que sintetizó sus conocimientos en el campo económico, gerencial, pedagógico y musical.
Valeria Atela, la directora de la Orquesta Escuela de Chascomús, aplicó este aprendizaje en el país y en 2005 el maestro Abreu comenzó a apadrinar su desarrollo. Desde ahí son habituales los intercambios de conocimientos, mediante profesores, entre la Argentina y Venezuela.
Este año, ocho músicos venezolanos estuvieron en el festival de Chascomús y Diego Armando Guzmán, jefe de la misión, fue el director de la orquesta sinfónica del festival. "En nuestro país hay 450 mil jóvenes y niños en el sistema, aunque son millones porque la transformación es tan fuerte e importante que se involucran los familiares, vecinos y amigos. Se convierte en una herramienta de transformación social", explicó.
También para Guzmán la palabra integración es la base de este movimiento. "Esto no discrimina entre diferentes clases sociales. Los chicos comparten su tiempo, sus experiencias y son grandes amigos. Estas cosas son posibles."
Para el venezolano, además, el éxito de este sistema es que "echa por tierra el mito de que para estudiar música hace falta tener muchos recursos o posibilidades económicas". Tanto en la Argentina como en Venezuela las orquestas escuela son gratuitas. "La música más excelsa está al alcance de todos los jóvenes que cuentan con las ganas, el corazón y el talento para estudiar tan hermoso arte."

los multiplicadores

El camino lo iniciaron unos pocos, pero se prolongará en el tiempo a través de los primeros alumnos de las orquestas escuela. Los multiplicadores tienen la responsabilidad de sembrar el modelo de Chascomús en todo el país. Así funciona: recibir para dar; dar para recibir.
"Mis primeros alumnos son todos pilares del sistema a nivel local, provincial y nacional. Qué harán después es una gran incógnita. Muchos están capacitados para entrar en orquestas profesionales. Lo más importante, y casi obligatorio, es que todos multipliquen las experiencias con sus compañeros y comunidades", sentencia Valeria Atela, directora de la banda de Chascomús.
En la misma línea, Flavio Garber, coordinador en La Matanza, aporta: "La idea es que los multiplicadores salgan a enseñar y trabajar en el mismo campo de las orquestas escuela. Que sientan el verdadero espíritu sin ese costado elitista o exclusivista que tiene un conservatorio o una universidad".

para saber más

Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles
sistemadeorquestas.org.ar
  http://www.lanacion.com.ar/1452998-los-chicos-se-aduenan-de-la-musica?utm_source=n_tip_nota1&utm_medium=titularP&utm_campaign=NLComu

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