La revista Diagonal entrevistó a Daniel Raventós, del comité de redacción de Sin Permiso, sobre algunos aspectos de
la reforma laboral.
DIAGONAL: La reforma laboral apuntala el discurso de
los sacrificios para salir de la crisis, en el caso del mercado
laboral-productivo la llamada "devaluación competitiva", ¿Qué
indicadores pueden tomarse para demostrar que no va a ser así?
DANIEL RAVENTÓS: Una reforma laboral no puede por sí misma motivar
la creación de empleo. Todas las reformas laborales que ha habido en el Reino
de España han tenido como objetivo declarado el incremento de la ocupación.
Cuando un empresario debe decidir sobre inversión que puede crear empleo, lo
que tiene en el primer lugar de sus preferencias es la obtención de beneficio.
Y la perspectiva de la obtención del
beneficio depende de variables económicas y políticas que solamente afectan de
modo muy parcial al mercado laboral. Dicho lo cual, debe añadirse
inmediatamente que esta reforma laboral del gobierno del PP tiene como objetivo
no declarado decantar aún más que ya lo habían hecho las reformas laborales
anteriores las relaciones de fuerza entre clases (por utilizar las buenas y
viejas expresiones) a favor de la patronal. No hay nada parecido a “sacrificios compartidos”, no hay nada parecido a
“interés de la economía española”; hay sacrificios de la gran parte de
la población no rica y hay el interés económico de unas clases ricas
cleptómanas y sin límite de codicia. Los indicadores del Banco de España, del
FMI, de Funcas apuntan a una contracción del consumo privado, un aumento del
paro y de la pobreza… consecuencias de las medidas de austeridad que el
gobierno del PP viene adoptando como continuación de las puestas en marcha
desde mayo de 2010 por el anterior gobierno del PSOE. La reforma del mercado
laboral es una vuelta de tuerca más. La próxima vuelta será el ataque legal al
derecho de huelga.
D.: Entretanto, las medidas apuntan a un cambio
grave en el modelo de relaciones laborales establecido. ¿Qué definirá la
estructura del mercado laboral después de la reforma?
D. R.: Muy resumidamente: el empresario gana mucho poder de decisión en las
relaciones laborales, se busca el disciplinamiento de los trabajadores al
abaratar más el despido y los contratos laborales. Se busca también debilitar
las fuerzas sindicales y organizadas de la clase trabajadora. En definitiva, lo
que comentaba más arriba: esta reforma laboral tiene como objetivo no declarado
decantar aún más la estructura del mercado de trabajo, es decir las relaciones
de fuerza entre clases, a favor de la patronal.
D.: A la espera de una huelga general que de
momento sigue siendo bastante probable y con pruebas de la difícil
aplicabilidad de algunos puntos (que se van a llevar al tribunal
constitucional), dentro de las exigencias de derogación del texto ¿qué puntos
crees que son los más problemáticos y que deberían focalizar la atención de las
protestas de los sindicatos?
D. R.: En realidad, toda la reforma es problemática. Pero puestos a destacar
los puntos quizás más peligrosos serían estos: el aumento de la movilidad geográfica y funcional, el descuelgue de los convenios
colectivos, la supresión de la
autorización administrativa para las suspensiones de contrato, los
despidos y las modificaciones horarias, la eliminación de las causas de despido
objetivo (que basten dos trimestres de descenso del volumen de ventas para
despedir en las empresas con más de cien trabajadores al 10% de la plantilla es
realmente algo terrorífico), la reducción de la indemnización por despido
improcedente, y, solamente por añadir uno entre otros puntos, la posibilidad
del despido de trabajadores fijos de la administración pública por razones
bastante arbitrarias.
Para
añadir una idea: los sindicatos y todas las fuerzas que se oponen a esta
(contra)reforma laboral deberían
defender el derecho a la existencia de toda la población. Con crisis o
sin ella, con déficit o con superávit, el primer derecho debe ser el de la
existencia. Aunque fueron dichas hace más de dos siglos, las palabras al
respecto de Robespierre siguen siendo, desgraciadamente, de rigurosa actualidad:
“¿Cuál es
el primer fin de la sociedad? Mantener los derechos imprescriptibles del
hombre. ¿Cuál es el primero de esos derechos? El de existir. La primera ley
social es, pues, la que asegura a todos los miembros de la sociedad los medios
de existir; todas las demás se subordinan a ésta; la propiedad no ha sido
instituida, ni ha sido garantizada, sino para cimentar aquella ley; es por lo
pronto para vivir que se tienen propiedades. Y no es verdad que la propiedad
pueda jamás estar en oposición con la subsistencia de los hombres.”
Algo que
el gobierno del PP (y tantos otros en el mundo actual) parecen entender
exactamente al revés. Para ellos, la propiedad no solamente es el primer
objetivo a mantener y engrandecer sino que debe serlo aunque esté “en oposición
con la subsistencia de los hombres".
Daniel Raventós es profesor de la
Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del
Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité
científico de ATTAC. Su último libro, coeditado con David Casassas, es La renta básica en la era de las grandes desigualdades (Montesinos, 2011).
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4786
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