Trabajar en el campo, vender en un mercado o limpiar zapatos
son algunos de los trabajos infantiles más frecuentes en Latinoamérica.
Aunque Ecuador casi ha erradicado este mal, aún lucha para que todos
los menores en el país gocen de una niñez digna.
Jefferson, de 16 años, empezó a trabajar en una mina a los 7. Recogía chatarra, bronce, aluminio, lo que encontraba. Aunque sus ojos muestran tristeza, él intenta acordarse solo de las cosas buenas que rodearon su niñez.
“Yo me sentía bien porque les ayudaba a mis papas a trabajar para que tuviesen más recursos para la comida de nuestra familia, para estar bien”, confiesa el joven.
Sin embargo, hay quienes se acuerdan de esa época con mucho dolor. Un ejemplo de ellos es Cristina, la madre de Jefferson, quien por necesidad tuvo que poner a trabajar a sus hijos. “Ellos venían de la escuela, dejaban sus cuadernos y nos venían a ayudar a trabajar a nosotros. Trabajábamos hasta las 6 o 7 de la noche”, relata la mujer que, con lágrimas en los ojos, lamenta que sus 6 hijos se hayan quedado sin libertad de jugar o salir con niños de la misma edad.
José Egas Ledesma, subsecretario de protección especial de Ecuador, cuenta que en el país había cientos de niños que realizaban trabajos duros y que se veía —afirma— “como una normalidad espantosa”, como “parte de lo cultural”.
“Nuestra dinámica era tan mal vista que decíamos 'como esta familia es pobre qué bien que 2 o 3 niños estén apoyando para que exista la economía familiar’”, dice Egas Ledesma y recuerda que hasta “había un programa del niño trabajador”.
Hace poco más de una década, el Estado ecuatoriano concientizó que esa no era una política racional y decidió poner fin al trabajo infantil. El proceso ha sido largo. Pero cuando entendieron que se necesitaba una coordinación entre los diferentes ministerios que intentaban colaborar, la situación mejoró drásticamente.
Según los datos estatales, en 2002 unos 600.000 niños trabajaban. Ahora el número disminuyó en un 80%. Y no ha sido una tarea fácil. Los que obstruían el proceso eran los propios padres, ya que eran ellos los que se quedaban sin ingresos extra.
La organización MIES INFA se apresuró a prestar ayuda. Los niños recibieron becas estudiantiles y los padres fueron obligados a no hacerles trabajar nunca más.
Cristina es consciente de que no les puede ofrecer riquezas, pero ahora sí que tienen estabilidad. Y espera que en un futuro, su hijo pueda sacar a su familia adelante y que por lo menos sus otros hijos, jamás se vean obligados a trabajar.
http://actualidad.rt.com/sociedad/view/95357-infancia-robada-ecuador-lucha-erradicar-trabajo-infantil
Jefferson, de 16 años, empezó a trabajar en una mina a los 7. Recogía chatarra, bronce, aluminio, lo que encontraba. Aunque sus ojos muestran tristeza, él intenta acordarse solo de las cosas buenas que rodearon su niñez.
“Yo me sentía bien porque les ayudaba a mis papas a trabajar para que tuviesen más recursos para la comida de nuestra familia, para estar bien”, confiesa el joven.
Sin embargo, hay quienes se acuerdan de esa época con mucho dolor. Un ejemplo de ellos es Cristina, la madre de Jefferson, quien por necesidad tuvo que poner a trabajar a sus hijos. “Ellos venían de la escuela, dejaban sus cuadernos y nos venían a ayudar a trabajar a nosotros. Trabajábamos hasta las 6 o 7 de la noche”, relata la mujer que, con lágrimas en los ojos, lamenta que sus 6 hijos se hayan quedado sin libertad de jugar o salir con niños de la misma edad.
José Egas Ledesma, subsecretario de protección especial de Ecuador, cuenta que en el país había cientos de niños que realizaban trabajos duros y que se veía —afirma— “como una normalidad espantosa”, como “parte de lo cultural”.
“Nuestra dinámica era tan mal vista que decíamos 'como esta familia es pobre qué bien que 2 o 3 niños estén apoyando para que exista la economía familiar’”, dice Egas Ledesma y recuerda que hasta “había un programa del niño trabajador”.
Hace poco más de una década, el Estado ecuatoriano concientizó que esa no era una política racional y decidió poner fin al trabajo infantil. El proceso ha sido largo. Pero cuando entendieron que se necesitaba una coordinación entre los diferentes ministerios que intentaban colaborar, la situación mejoró drásticamente.
Según los datos estatales, en 2002 unos 600.000 niños trabajaban. Ahora el número disminuyó en un 80%. Y no ha sido una tarea fácil. Los que obstruían el proceso eran los propios padres, ya que eran ellos los que se quedaban sin ingresos extra.
La organización MIES INFA se apresuró a prestar ayuda. Los niños recibieron becas estudiantiles y los padres fueron obligados a no hacerles trabajar nunca más.
Cristina es consciente de que no les puede ofrecer riquezas, pero ahora sí que tienen estabilidad. Y espera que en un futuro, su hijo pueda sacar a su familia adelante y que por lo menos sus otros hijos, jamás se vean obligados a trabajar.
http://actualidad.rt.com/sociedad/view/95357-infancia-robada-ecuador-lucha-erradicar-trabajo-infantil
--
Fecha: 24 de mayo de 2013 a las 10:46
Fecha: 24 de mayo de 2013 a las 10:46
No hay comentarios:
Publicar un comentario