“La pobreza no conoce de edades, el hambre tampoco, y mi mamá necesita mi ayuda”, es la justificación y respuesta que encuentran los niños nicaragüenses cuando se les pregunta: ¿Por qué trabajás? 01/11/2010
Los cultivos de tabaco en las grandes fincas del departamento de Estelí esconden tras sus hojas una cruda realidad, y es que esta actividad laboral está robando la infancia de muchos niños y adolescentes, que laboran en estas áreas, lo cual los aleja cada vez más de los estudios.
En esta época del año muchos niños se concentran en otras labores, y son pocos, como Jefrey Michael Hernández Cruz, de apenas 10 años, los que se mantienen en las fincas sembrando semillas, pastoreando y preparando el terreno para la próxima cosecha del tabaco.
Lo encontramos reposando en una pared con sus botas de hule puestas y viendo hacia el cielo, lo llamamos, y con algo de temor o pena se acercó a nosotros. Él trabaja en la finca Miraflor de Estelí, de 2 a 5 de la tarde, y es el menor de ocho hermanos.
A Jefrey sus patrones le pagan 100 córdobas a la semana, pero cuando están las cosechas del tabaco le dan 91 córdobas por un día. Pese a que trabaja, asegura que no ha dejado de estudiar y cursa el tercer grado de primaria. “Quiero ser abogado y no voy a ser de los abogados que roban”, aseveró.
“Chatarreando gano más”
Pero no todos los niños se han quedado atados al trabajo en las tabacaleras. Otros, como Juan Ramón González Rodríguez, de 15 años, vieron que comprando y vendiendo chatarra obtienen mejores ingresos. iba descalzo y capeaba los hoyos cubiertos por el agua sucia que dejó la lluvia.
Cuenta que el barril le costó 35 córdobas, pero su ganancia dependerá del peso que dé en la báscula. Asegura que a veces gana entre 400 y 500 córdobas por los ratos en que “chatarrea”.
Juancito trabajó a sus 14 años en los cultivos de tabaco en la fincas Montecuba y Los Placencia, donde ganaba un mil 200 córdobas a la quincena. “Allí sembraba el tabaco, regaba abono, pero después no quise seguir trabajando en eso; no es que sea fuerte, pero no me gustó; ahora “chatarreo” por ratos y voy a comprar a las casas de las personas las cosas que ya no ocupan y luego se las vendo a las chatarreras”, indicó.
“Mi vida ha sido trabajar”
Con esta frase, Franklin Antonio Rodríguez, de 19 años, habitante de Estelí, resume su infancia y su actual realidad, ya que desde que tenía 15 años empezó a trabajar en los cultivos de tabaco y dejó de estudiar. Apenas alcanzó el segundo grado de primaria, ya que desde muy pequeño le ha tocado, junto a su hermano, de 23 años, asumir la función de los hombres de la casa para así apoyar a su madre soltera con los gastos diarios.
“Desde esa edad nosotros sembrábamos, fumigábamos, regábamos, nos daban los materiales de protección, pero a nosotros no nos gusta usar esas cosas y los patrones no nos trataban mal”, reconoce Franklin, quien dijo que está esperando que se acerque el apogeo del tabaco para conseguir ganar 91 córdobas al día.
“No he podido estudiar porque en el estudio se gasta, y nosotros para eso no ajustamos con lo que ganamos, pero si pudiera estudiar sería médico o lo que sea”, dijo el joven, quien desde niño sacrificó sus anhelos de estudio.
Piedra quebrada da comida
Un duro trabajo es el que todavía realizan algunos niños y sus familiares en las minas de piedras pómez que aún funcionan en el municipio Las Flores, del departamento de Masaya. Aunque actualmente se pueden ver cada vez menos menores laborando, quienes llegan lo hacen por tres o cuatro horas, ya que el material no es tan solicitado por sus compradores como en años anteriores.
Doña María del Carmen García, de 45 años, habitante de Las Flores, es una de las personas que continúa trabajando en las minas. Ella llega junto a su hija, de 3 años, su sobrina de 10, y su hermano de 23 años, desde tempranas horas del día para evitar que el sol queme su piel. Aunque aseguró que las niñas no trabajan y que las llevan al lugar por no dejarlas solas en su vivienda, cuando llegamos éstas estaban con un machete y una pala en las manos.
“Sacamos como unos cuatro sacos nada más, cada uno vale 15 córdobas, los adolescentes si trabajaban rápido, aquí hacían sus 10 sacos y podían ganar unos 150 pesos, y como usted sabe que en la zona franca no les dan trabajo porque son menores de edad, entonces mejor trabajan en la mina”, dijo doña María.
No más minas, sí a los estudios
Aunque en este lugar las oportunidades de empleo son escasas, los niños y sus padres hacen muchos esfuerzos para estudiar. Pero, ¿qué ha sido de aquellos niños que entregaron su infancia a las minas? Hoy son jóvenes y hasta padres de familia que ven el mundo con otros ojos.
Marlon Wilfredo Chávez Ñaméndiz, de 18 años, desde que tenía 10 picó la piedra pómez todos los días en una de las minas. Cargando su pala y una piocha llegaba a las seis de la mañana y llenaba unos seis sacos con el material para poder obtener unos 160 córdobas, y luego se marchaba a su casa en horas del medio día.
“Yo miraba difícil el trabajo, pero mi papá y mis hermanos me ayudaban, los sacos eran muy pesados, pero a veces llevábamos una carreta; en ese tiempo trabajábamos en las minas porque era la única forma de conseguir trabajo, pero ahora las minas han cerrado y me dediqué a estudiar”, aseveró Chávez.
El joven se reprochó haber dejado sus estudios debido a que priorizó el trabajo en las minas, ahora cursa el sexto grado de primaria cuando ya podría estar ingresando a la universidad.
Chávez dijo que actualmente está sin trabajo, y, a diferencia de otros, no ha podido conseguir una plaza laboral en una de las zonas francas de Masaya, destino de muchos jóvenes de este lugar.
“Si trabajan, también estudien”
“Les recomiendo a los niños y a los adolescentes que si trabajan busquen cómo estudiar, que tengan mucho cuidado, porque eso es lo más terrible estar trabajando en ese lugar. Piensen en los estudios y en un futuro mejor para ellos y para su familia”, recomendó José Abraham Martínez Orozco, de 21 años y originario del municipio Las Flores.
Martínez trabajó desde los 12 años en las minas y lo hacía todo el día. Con su habilidad dice que lograba llenar hasta 10 sacos de piedras pómez y conseguía entre 70 y 80 córdobas diario, los que llevaba para la alimentación de su familia, y así ayudaba a su mamá que es madre soltera.
Mina mató a su tía
Se retiró de las minas cuando cumplió los 18 años, pero durante este período en que la mina hacía desaparecer su vida de infante, le tocó pasar un trago amargo que lo marcó para el resto de su vida. “Era un trabajo difícil estar escarbando bajo ese paredón, porque es muy peligroso con los movimientos tectónicos. Yo miré cómo quedó mucha gente aterrada, así murió una tía mía de nombre Teresa Orozco, el paredón se les vino encima y las dejó completamente tapadas”, recordó.
Actualmente Martínez trabaja como planchador en una zona franca de Masaya, cuenta que es una de las pocas fuentes de trabajo del lugar, y que los jóvenes buscan constantemente. Se casó con una joven del sector y ya es padre de una niña de apenas un mes de nacida.
“¿Le echo un ojito a su carro?”
Otra manera que han encontrado los niños de Masaya para ganarse “un peso” es hacer presencia en algunos parques de Masaya donde les dicen a los dueños de vehículos: “Señor, ¿le echo un ojito a su carro?” El acuerdo consiste en que el menor estará cuidando el carro del cliente, mientras éste se divierte en el centro recreativo, irónicamente el infante trabaja en un lugar donde debería divertirse. Al final el cliente le da lo que sea su voluntad.
Luís Felipe Sánchez García, de 11 años, desde el año pasado improvisó esta manera de ganarse “el peso”. Llega a las 12 del medio día a cuidar carros en el parque central de Masaya y se retira a las 5 de la tarde, llevándose en ocasiones 100 córdobas cuando el día está bueno.
Luisito dijo que la gente es amable y no se ha llevado malos recuerdos en la mente cuando trabaja. Actualmente dice que estudia tercer grado de primaria.
Padres los llevan a trabajar
A diferencia de lo que comprobó este equipo periodístico, Mario Rugama, delegado del Ministerio del Trabajo en Estelí, aseguró que han constatado que en 2009 y este año ya no hay presencia de niños que trabajan en los cultivos de tabacos, pero aseveró que entre 2007 y 2008 conocieron dos casos de infantes que estaban trabajando en fincas.
“No eran contratados por la empresa, sino que andaban con las mamás, las tías que no tenían dónde dejarlos y los ponían a trabajar”, aseveró Rugama, y señaló que en 2008 multaron a una empresa que había contratado a adolescentes y estaba violando sus derechos laborales.
En 2008, el Mitrab de este lugar emitió 406 constancias a adolescentes para que pudiera trabajar en diferentes lugares, cifra que aumentó a más de 500 en 2009.
No deben ser tratados como hombres
Recordó que, desde 2007, la titular del Trabajo firmó un convenio con los cafetaleros y tabacaleros para regular el trabajo de los adolescentes, y que los empresarios respeten la no contratación de niños en las fincas.
Explicó que los adolescentes sólo deben trabajar 30 horas a la semana, no deben hacer horas extras, ni ser puestos en trabajos peligrosos ni levantar cargas pesadas, y tampoco exponerse a lugares con mucha insalubridad.
Los adolescentes son enviados a fumigar con peligrosos químicos los cultivos, y, según el Mitrab, en 2009 unos 30 jóvenes y adolescentes que trabajaban en cinco empresas, resultaron intoxicados, mientras que este año la cifra bajó a 4.
2 % fuera del colegio
Gloria Torres Zeledón, coordinadora del equipo de asesores pedagógicos de la Delegación Municipal de Educación de Estelí, calculó que sólo un dos por ciento de los niños de este lugar quedan fuera del sistema escolar, y que han procurado que todos los ‘chavalos’ puedan ingresar a clases.
“Si mantenemos coordinación con el Ministerio del Trabajo en relación con los niños que son menores de edad, que no tienen que estar trabajando, ¿qué sucede? Que muchas veces los padres buscan una carta (en el Mitrab) donde los autorizan a trabajar a ellos, principalmente, en el sector tabaco”, señaló Torres.
Según la funcionaria, este año ha habido un abandono de un cinco por ciento de los alumnos que se van de los centros de estudios por diversas razones, pero destacó que tienen una retención del alumnado de un 95 por ciento.
Cenidh vela por derechos de niños
Las autoridades del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) en Estelí, realizan inspecciones. “En 2008 tuvimos un caso donde ocho niños y adolescentes estaban deshojando el tabaco en una finca, pero este año no hemos recibido casos de explotación laboral infantil”, aseveró.
El funcionario recomendó a los empresarios del tabaco que no contraten a niños y adolescentes, y que de hacerlo deben cerciorarse de que el contratado tenga la edad mínima para trabajar, que es 16 años.
http://www.elnuevodiario.com.ni/especiales/86934
http://www.alianzaportusderechos.org/boletin/leer.php/10500
Muy buena información aca en Ecuedaor se da bastante lo d ela minería y la de los niños cuida carros aunque no sea tan legal siempre se ve por ahi estos casos.
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