lunes, 8 de agosto de 2011

COSTA RICA: El circo chino de Beijing explota laboralmente a niños

El triste circo de un niño 8-8-11

Geovanny Díaz Jiménez Periodista
Este feriado del 2 de agosto aproveché para una salidita familiar a ver el Circo Chino de Beijing, cosa que representó mi primera experiencia en la cosa circense –correcto, nunca antes había ido al circo–. Vamos a decir que lo positivo de este feriado circense fue el salir en familia. Pobre la asistencia, pobre el espectáculo y pobres salimos de allí entre entradas y comidas por demás carísimas.
La primera imagen del circo ya me sacó un poco de onda, dirían los mexicanos. Luces apagadas, un reflector circular en la cortina de salida y aparece una pequeña figura de no más de un metro y 20 centímetros. No, no era un enano. Era un niño de, mucho, 11 años. ¡Un niño de once años dando la bienvenida al público! No sería lo único.
Este diminuto malabarista figuró en toda la presentación como una de las estrellas de la tarde-noche. El iba siempre en la parte más alta de las pirámides, en alto riesgo de sufrir un fatal accidente que gracias a Dios no se dio.
Hace varios años, en este país se prohibió la entrada a los circos que trajeran animales en sus espectáculos por el maltrato que sufrían estos y por el peligro de contagio de enfermedades “importadas” de otras presentaciones extra fronteras.
Yo me pregunto si no es más importante preservar la integridad, la educación, el crecimiento normal de este niño, que asumo es uno de muchísimos que andarán de país en país entreteniendo a miles de gentes que pagan por divertirse.
Pero este niño también me hizo reflexionar sobre los muchos niños que forman parte del “otro circo” –frase robada– de las calles de nuestro país, en las que podemos encontrar en infinidad de ocupaciones y en infinidad de estados de salud y limpieza a tantos niños trabajando para llevar el sustento a sus hogares o, en el peor de los casos, para llenar los bolsillos de sus explotadores, que en la mayoría de sus casos son sus mismos padres.
Ya nos cogió muy tarde para hacer algo, dejemos de “proyectar” y tomemos cartas en el asunto; no es justo que niños que deben estar jugando, estudiando y creciendo como debe ser terminen siendo explotados de la manera más despiadada.
Este chinito sale en cada función con una sonrisa en su rostro, tratando de sentir algo de felicidad para poder transmitirla a quienes van a ver su espectáculo. ¿Qué será de su vida fuera de esas dos horas de presentación y las muchas de ensayos? ¿Qué sentirá al ver a niños de su misma edad sentados en el auditorio donde el mismo quisiera estar?
Si se prohíbe el ingreso de animales en los circos por el maltrato del que son objeto, ¿no debería prohibirse con muchísima más razón el trabajo y la explotación de los niños?
A ver si se pellizcan los que dan los permisos de funcionamiento, porque acá no es solo asuntos de salubridad pública; también hay derechos humanos y protección a los niños y niñas.

http://www.nacion.com/2011-08-08/Opinion/el-triste-circo-de-un-nino.aspx

No hay comentarios:

Publicar un comentario