lunes, 8 de octubre de 2012

¿Porque las clases medias occidentales odian a Chávez y las clases trabajadoras venezolanas le votan?

7-x-12 Sin Permiso
Carles Muntaner · Joan Benach · · ·
Carles Muntaner es profesor de enfermería y salud pública de la Universidad de Toronto. Desde 2003 ha realizado varios estudios sobre el proceso Bolivariano en salud publica y ha trabajado como consultor de la OMS en la evaluación del programa Barrio Adentro.
 Joan Benach es profesor de salud pública y salud laboral en la Universidad Pompeu Fabra. Tambien ha participado en varios estudios del proceso salubrista Bolivariano.



Desde hace 14 años cada comicio electoral venezolano viene precedido de una avalancha mediática en Europa y Norteamérica en contra de Hugo Chávez. El estertor de los rotativos es sin embargo aún mayor en España donde día tras día se nos informa del inminente derrumbe de la economía venezolana, de su corrupción, del crimen imperante, del autoritarismo de Hugo Chávez, e incluso de la aparentemente insaciable vida amorosa de mandatario bolivariano.
No cabe duda de que algunos aspectos de su gestión como, por ejemplo, los problemas con el funcionamiento del sistema judicial, la inseguridad en Caracas o algunos planteamientos o alianzas de su política exterior tienen un fondo real que justifican un debate serio y profundo. Sin embargo, la caricatura interesada realizada sobre el proceso bolivariano y la persona de Hugo Chávez tienen una más que dudosa credibilidad.  Necesitamos un enfoque que documente y valore de la forma más objetiva posible lo que de positivo haya podido aportar el proceso que se inició con la constitución de 1999, refrendada por una amplia mayoría de venezolanos (más del 70%).
En lo económico, según datos del gobierno venezolano y del propio Banco Mundial, el proceso ha reducido la extrema pobreza a casi una tercera parte (del 20,3 % en 1998 al 8,6% en 2010), y la pobreza a cifras que se acercan a la mitad (del 50,5% en 1998 al 32,5% en el 2010), el salario mínimo, el más alto de Latinoamérica, aumento a 462 $ (más rápidamente que la canasta alimentaria) y el índice de Gini que mide la desigualdad económica bajó del 0,48 en 1998 al 0,38 en 2010, también el más bajo de la región. Por su parte, el desempleo bajó más de la mitad (desde el 16,6 % en 1999 al 7,9 en 2012), mientras que la tasa de ocupación en el sector informal ha bajado (44%) y la del empleo formal ha subido (56%).
En lo social, el Indice de Desarrollo Humano de la ONU (IDH) pasó de 0,69 bajo Caldera en 1995 a un 0,75 en 2010, la prevalencia de desnutrición pasó del 21 % en 1998 al 5% en 2009, la mortalidad infantil también se redujo y la esperanza de vida aumentó siguiendo la tendencia regional; la Misión Barrio Adentro I de salud primaria generalizó el acceso a la atención primaria en colaboración con personal médico cubano a un 60% de la población durante sus tres primeros años de existencia (1); y la Misión Milagro (oftalmología) también en colaboración con Cuba operó a unos 275.000 pacientes entre 2005 y 2009. En 13 años se pasó de 5.082 establecimientos de salud a 13.721, un aumento del 169%. En educación, la proporción de estudiantes que finaliza educación primaria fue del 65% en 1998 al 85% en 2010. Las diferencias de género en graduación también han disminuido, y después de Cuba, Venezuela es el segundo país de América Latina con una mayor tasa de matriculación Universitaria. La proporción de la población con acceso a agua potable paso del 80% en 1998 al 95% en2009.
Los efectos sobre la política socialista a nivel mundial y latinoamericana (véase por ejemplo organizaciones como el ALBA, CERLAC, UNASUR, o las ayudas a otros países), el desarrollo de la democracia participativa, los consejos comunales, las constituyentes municipales, o la mejora en la percepción de Venezuela en comparación con otros países del mundo (el 5 país con una mayor tasa de felicidad subjetiva según la encuesta Gallup del 2010), son algunos de los efectos de la revolución bolivariana que merecerían un atención de la izquierda a nivel local, regional y global. Gracias en parte al elevado listón social y político levantado por Chávez, América Latina ésta se ha convertido en la única región del globo que está plantando cara al neoliberalismo y al imperialismo imperantes.
Hugo Chávez es un político fácilmente criticable por las clases medias y por muchos intelectuales de los países ricos. Es de mal gusto su tendencia a mezclar el folklore popular con el análisis político de un estratega, por el insulto directo que realiza a otros mandatarios (por ejemplo, el presidente Bush), por sus alardes de historia local (¿a quién importa eso?). Y, sobre todo, ¡porqué es inadmisible citar a autores como  Negri o Meszraros en un párrafo donde habla sobre beisbol! Adonde vamos a parar, si cualquier indio “sin educación” puede entender a Negri o a Meszraros. ¡Se nos acaba el negocio!
Pero es precisamente la actitud irreverente de Chávez hacia los amos de este mundo lo que le gana adeptos en su tierra. Los europeos de centro izquierda prefieren “social demócratas” de clase media alta, dóciles y respetuosos como son políticos como Lagos o Cardoso. Los indios, los mulatos, los mestizos y los trabajadores deben seguir el dictado de aquellos que saben lo que le conviene al pueblo. Para ellos Chávez no sabe el lugar que le corresponde en la escala social mundial.  Así pues, le observan con una mezcla de desprecio, sorpresa y paternalismo.
¡Qué puede ocurrir con la inteligentsia si ahora cualquier desarrapado puede leer “Los Jacobinos Negros” de CLR James sobre la revolución haitiana! En el fondo lo que les irrita profundamente es que a Chávez, un indio venezolano con sangre africana y de clase trabajadora, le importe un comino lo que ellos, la clase media o el centro izquierda respetable de Norteamérica y Europa, piensan de él. Eso es lo que más les duele.
Nota:
[1] Muntaner C et al, History is not over. Barrio Adentro, The Bolivarian Revolution and Health Care in Venezuela. In Ponniah T and Eastwood J. The Revolution in Venezuela. Harvard University Press 2011


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