sábado, 17 de noviembre de 2012

Arg- CABA-- Los orígenes de la barbarie

17-11-12 La Alameda

“El preceptor”, un caso de violencia física contra dos alumnos en la Alemania de 1903, suma elementos en la búsqueda de las raíces del nazismo. Entrevista con Michael Hagner, el autor.

POR Hector Pavon

Es un mediodía brillante en Berlín. Los libros de la Autorenbuchhandlung (Librería de escritores) del elegante barrio de Charlottenburg están ordenados de forma tan armónica que uno teme desarmar la escena al tomar uno. De todos modos, el vendedor ilustrado de la librería encuentra El preceptor en un anaquel, lo saca de la fila y me señala la foto de Michael Hagner. “Así lo podrá reconocer”, me sugiere. Pocos segundos después, aparece el autor alemán que hoy vive en Suiza y que se muestra feliz de estar en la ciudad de su juventud. Pide una ensalada con quesos y frutas y, aunque conserva el gesto amable, su rostro se transforma para hablar de un capítulo inicial de la historia de la barbarie de su país.
En octubre de 1903, el joven Andreas Dippold, de 23 años, estudiante de derecho, que solía trabajar como tutor, fue acusado de haber golpeado tanto a dos alumnos –hermanos entre sí– que uno de ellos muere a causa de esa violencia en la casa misma donde la familia vivía, retirada de la “contaminación” de la ciudad. El “preceptor” se defiende y dice que esa era la única manera para impedir el vicio principal de sus discípulos: la masturbación. Dippold fue condenado a sólo 8 años de prisión. El caso y la condena escasa motivaron un debate en la sociedad alemana prenazi y de ese modo se comenzó a hablar de dippoldismo para referirse a la violencia de motivación libidinosa, la excitación sexual que proviene de someter a castigo físico a los niños. De esto se trata El Preceptor (Mardulce), una reconstrucción ensayística de un hecho real. Y de esto habla Michael Hagner.
¿Podríamos decir que este libro tiene una conexión directa con la memoria alemana?
Solía tenerla, pero la historia quedó completamente en el olvido. Estuvo presente a principios del siglo XX y esto continuó hasta los años 30. Quizás hubo una interrupción en 1933, cuando los nazis llegaron al poder porque suprimieron e interrumpieron la ciencia del sexo y todo lo relacionado con el discurso sobre la sexualidad. Destruyeron el Instituto para la Ciencia Sexual y toda la bibliografía relacionada con la sexualidad. Con esta interrupción, el recuerdo del caso Dippold también desapareció de la memoria de la gente. Pero estuvo muy presente durante 20 o 30 años.
¿Cuándo se dio cuenta que había encontrado una historia para contar?
Decidí escribir este libro cuando encontré los documentos en los archivos. Me di cuenta de que esta historia era muy rica y estaba muy bien documentada desde distintas perspectivas. El punto de vista con el que contaba previamente era, en primer lugar, el de la prensa escrita; y el segundo el de los científicos: psiquiatras, pedagogos y criminólogos. Estaban los puntos de vista de la ley: del juicio, la defensa y la fiscalía. Y, además, las posiciones de los propios actores: Dippold, su familia y algunos testigos. Pienso que es un libro que debe ubicarse en los estantes de no ficción, es un ensayo histórico, una mezcla de historia cultural, microhistoria e historia de la humanidad de las ciencias humanas. También tiene elementos de novela.
¿Cómo fue recibido el libro por la sociedad alemana?
Muy bien. El libro obtuvo muy buenas críticas, se vendieron muchísimos ejemplares. Y uno de los motivos por los que el libro captó tanta atención fue que en ese año –2010–, se supo que uno de los principales colegios en Alemania –cerca de Frankfurt– al que muchas familias influyentes enviaban a sus hijos, los docentes habían maltratado y violado a los alumnos, especialmente el director del establecimiento. Y eso ocurrió durante muchos años. Fue un shock tremendo y un gran escándalo que despertó una enorme sensibilidad respecto del tema educación-sexualidad-sadismo.
Hay una película que se emparenta con la temática como “La cinta blanca” de Michael Haneke, pero también hay otras como “El huevo de la serpiente” de Ingmar Bergman que hablan de lo que se veía venir en la Alemania de la primera mitad del siglo XX...
La de Haneke es posterior a mi libro. Pero para ser honesto, mientras escribía el libro por momentos pensaba en este filme de Bergman. Yo crecí en los 70, y Bergman fue uno de mis héroes. Lo admiraba mucho. Sin embargo, lo que no estaba presente en aquella película era el componente sexual, Bergman lo omitió. En cambio, la sexualidad en la historia de Dippold que estaba escribiendo, era central. Pero, sí, la película de Bergman a veces venía a mi mente.
De los personajes del libro, me llamaron la atención los padres. ¿Qué tan responsables son de la muerte del hijo?
Los padres son responsables en parte de esto. No es, claro, una novela en el sentido estricto de la palabra porque todo depende de las fuentes. Y a diferencia de un escritor, yo fui siguiendo minuciosamente lo que descubría en los documentos. También reconstruí a Dippold, de alguna manera. Ahora se puede trazar una comparación. Lo que yo hice fue, primero, revisar las cartas que encontré en los archivos. De la madre, del padre –que era director del Deutsche Bank y, por ende, una persona muy importante– y luego investigué la historia social y cultural sobre la burguesía en Berlín del 1900.
Con respecto a los chicos, ¿podemos decir que uno encarna el papel del débil y el otro el del fuerte, del que sobrevive?
No. En cierto modo, estos dos chicos son los más débiles de esta historia. Ambos son realmente víctimas. Las cartas que escribieron a sus padres desaparecieron. No están en los archivos. Y esto me causó problemas porque implicó que diera una descripción mucho más vívida, más profunda de los padres y del maestro, que de los chicos. La única información que obtuve fue desde el punto de vista de los padres y del maestro. Tuve que ser muy cuidadoso en mi propia reconstrucción. Por eso es que los personajes de los chicos están en el fondo, relegados a un segundo plano. Yo no diría que uno de los varones era débil y el otro más fuerte. Me parece que fue accidental que uno de ellos muriera y el otro no.
¿Cómo se sintió mientras escribía el libro y cómo al concluirlo?
Cuando lo concluí, me sentí muy aliviado porque la historia me resultó muy dura y muy triste, y había estado muy metido en temas de sadismo, masturbación, perversiones sexuales, educación familiar muy dura y violenta donde los chicos no tuvieron realmente ninguna posibilidad de escapar. Me sentí muy aliviado cuando terminó. Después que el libro fue publicado, un integrante de la familia Koch me escribió una carta diciendo que estaba muy agradecido por el libro, que era una historia muy movilizadora de sus predecesores y me adjuntaba una foto del chico que había muerto. De repente, veía una imagen de un chico muy lindo, de 10 años, con cara de bueno, algo gordito, y me conmovió muchísimo. Para mí fue como un cierre. Me alegró que se hubiese terminado porque fue una historia muy dura.
¿Y del otro lado, de la familia Dippold, alguien lo contactó? ¿Se mostraron molestos?
No, en absoluto. No lo descartaba porque sabía que miembros de la familia Dippold aún viven en el sur de Alemania. El protagonista del libro tenía 8 hermanos y él fue el único que emigró a Brasil. Los otros se quedaron en Alemania. Y sucedió: recibí un email de un miembro de la familia Dippold que me decía: “Muchas gracias por el libro. Ahora sabemos mejor sobre este tío de Brasil del que no se hablaba en la familia. No conocíamos realmente su historia”. Así, ellos pudieron completar un mosaico familiar.
Mucha gente en todo el mundo ha investigado acerca de las raíces del nazismo. ¿Este libro es una contribución a esta enorme pregunta?
Es una pregunta difícil. Diría que sí, que es una historia de la mentalidad en el sentido de lo que Adorno y Horkheimer denominaron “carácter autoritario”. Esto significa, primero, ocupar una ideología y defenderla de manera muy agresiva, y segundo, subordinarse al poder y a las autoridades. Esta historia muestra maravillosamente un mecanismo definido con estas palabras. Y sí, hay antisemitismo en esta historia y la supervivencia del otro niño, que luego se convierte en nazi. Diría que si las condiciones para el desarrollo del nazismo en Alemania uno las ve como una vista general, una pintura compleja y muy rica, mi libro ha aportado algunos mosaicos, pequeños pero mosaicos al fin. Espero que haya otros aspectos de esta historia tanto o más importantes; pero este es un aspecto que ayuda a explicar esta creencia en la autoridad, no sólo eso sino también lo radical, lo extremo, y la falta de empatía, de piedad para tratar de darse cuenta y aceptar esta ideología.
¿Entonces, el hijo que sobrevive adhiere al nazismo...?
Sí, se convierte en nazi.

http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Michael-Hagner-entrevista-el-preceptor_0_808119202.html

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