20-x-13 Sin Permiso
Rolando Astarita- es profesor de ciencia económica en la
Universidad de Buenos Aires
Por estos días el gobierno argentino tomó una serie de medidas que van todas en la línea del acuerdo Chevron – YPF. Por un lado, acordó pagar a cinco empresas extranjeras las sentencias del Ciadi, por unos 460 millones de dólares. El acuerdo establece que el pago será con bonos, tendrá una quita del 25% y las empresas beneficiadas invertirán el 10% en bonos argentinos. A partir de este acuerdo, el Banco Mundial concedió un crédito a la Argentina por 3000 millones de dólares, que se destinaría a salud, educación, asignación universal por hijos e inversiones en infraestructura rural. En segundo término, continúan las conversaciones con el FMI para rectificar las mediciones del INDEC, y posiblemente “normalizar” las relaciones. Lo cual abriría paso a la apertura de la negociación con el Club de París para “superar el default que se arrastra desde 2002”, según se informa en Página 12 del 11/10/13. Se trataría de un plan de pagos en cuotas, de una deuda que se eleva a 9000 millones de dólares. En tercer lugar, se negocia con grandes grupos para que inviertan en bonos Baade, con la idea de otorgar, por esta vía, una devaluación “seleccionada” (véase más abajo). Y se alentaría a las empresas locales a tomar préstamos en el exterior, según informa La Nación (13/10/13).
Agreguemos a lo anterior la reapertura por ley del canje de deuda; la presentación de una oferta para compensar a Repsol; y que está en estudio otorgar nuevos estímulos a las empresas productoras de gas (hace unos meses se subió el precio en boca de pozo a 7,5 dólares por millón de BTU). Todo apunta a lo mismo: conformar “a los mercados”. El objetivo, como dice el diario K, es “conseguir divisas y promover las inversiones de las empresas extranjeras” (Página 12, citado). Es la expresión de dos problemas íntimamente relacionados, el déficit del sector externo, por un lado, y la debilidad de la inversión.
Sector externo
Anotemos algunos datos que muestran las crecientes dificultades del sector externo. De enero a junio, el saldo en la balanza comercial fue positivo por 6491 millones de dólares; el saldo de servicios fue negativo por 2667 millones (principalmente por turismo), y las transferencias por intereses, utilidades y dividendos significaron una salida de 5391 millones de dólares. El balance de cuenta corriente fue deficitario por 1720 millones. A su vez, la cuenta de capital y financiera fue deficitaria por 2203 millones de dólares; a lo que se suma una salida de 1371 millones de dólares, consignada como “Errores y omisiones netos” (aclaración: se trata de un ajuste por discrepancias estadísticas en las cuentas de la balanza de pagos; lo que de todas formas llama la atención es la magnitud). De resultas, la caída de reservas internacionales, siempre en el primer semestre, fue de 5294 millones. Agreguemos que hasta el momento de escribir esta nota, mediados de octubre, las reservas siguieron bajando, ubicándose ahora en 34.502 millones, lo que representa una caída de casi 8000 millones desde enero. Con el agravante de que sólo en septiembre el Banco Central perdió reservas por 1150 millones de dólares.
En cuanto al panorama para 2014, el presupuesto prevé un superávit comercial de 10.124 millones de dólares, con las exportaciones creciendo un 9,2% con respecto a este año, y las importaciones aumentando el 8,6%. Pero la cifra parece demasiado optimista. En lo que hace a las exportaciones, los precios de la soja apuntan hacia abajo, y no hay perspectivas de un salto importante de cantidades. Por el lado de las importaciones, el déficit energético continuará elevado. Y en cuanto al turismo, en los 12 meses a junio de 2013 el déficit fue de 7300 millones de dólares. En este cuadro, entra la deuda externa. Los pagos previstos para 2014 rondarían los 10.000 millones de dólares (el presupuesto autoriza pagos con reservas del Banco Central por 9855 millones). Sólo los vinculados al cupón de PBI -se disparan cuando el crecimiento supera el 3,22%-, superarían los 4000 millones de dólares. Como el Gobierno acostumbra inflar el crecimiento, hay que descontar que deberá realizarse este pago (acreedores agradecidos). Apuntemos que, como contrapartida, el presupuesto prevé un aumento del gasto en Educación del 11,1% y Salud del 10,9%. Son cifras por debajo de los cálculos más realistas de la inflación, que la ubican bastante por encima del 20%.
De resultas, vuelve a asomar la tradicional “restricción externa”, a pesar de un precio de la soja a niveles históricamente muy altos. Es la expresión del fracaso relativo de la inserción del capitalismo argentino en el mercado mundial. La competitividad con “tipo de cambio alto” (esto es, salarios bajos) de los primeros años del “modelo K” (en realidad, desde 2002), se agotó sin dar lugar a un crecimiento sólido, esto es, sustentado en tecnología, inversión en investigación y desarrollo, y trabajo complejo (para utilizar la terminología de Marx). Las actuales medidas pro mercado, y atractivas para los inversores, tienen que ver con esto.
Un dólar más alto para grandes grupos
Según CEPAL, en el primer semestre de este año la inversión extranjera directa cayó un 32% en términos interanuales; fueron 5165 millones de dólares contra 7563 millones del primer semestre del año pasado. Esos 5165 millones incluyen, además, la reinversión de utilidades, que se produce debido a las trabas que tienen las multinacionales para girar dólares al exterior. En 2012 la reinversión de utilidades fue de casi 10.000 millones de dólares, de un total de 12.551 millones que se contabilizaron como IED. Señalemos también que esta reinversión no necesariamente significa ampliación productiva. Por ejemplo, hubo empresas (Telecom, Irsa) que invirtieron sus utilidades en la recompra de sus acciones; y otras en inmuebles, como forma de proteger sus activos.
En cualquier caso, dada la persistente caída de las reservas, el Gobierno intentó primero alentar la entrada de capitales mediante el blanqueo. Pero la medida fracasó. De ahí que en los últimos días haya recurrido a otra medida que encierra incentivos para los grandes grupos. Comenzó con el grupo Bridas, que se comprometió a traer 500 millones de dólares para adquirir el BAADE (Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo). Ahora el Gobierno busca profundizar por este camino, y está negociando con grandes corporaciones para que también adquieran los bonos BAADE. Así, Cargill y Bunge aportarían 100 millones cada una, y otros 300 millones las restantes compañías cerealeras. También hay conversaciones con grandes bancos, telefónicas, mineras, y empresarios como Eunerkian, de Corporación América y Mindlin, de Pampa Energía (Página 12, 12/10/13). El atractivo para las empresas es que se les dará la posibilidad de tener un mercado secundario, donde el bono cotizará a un precio más cercano al blue (en la City se especula que sería de $8). Por eso se trata, en los hechos, de una devaluación a medida para estos grandes capitales, que deberían obtener autorizaciones para cada operación. Observemos que la medida es impulsada por uno de los referentes del ala “nacional popular militante” del Gobierno, el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Aunque continúan las presiones, y son muchos los sectores del capital que consideran que estas medidas son sólo remiendos incoherentes, e insuficientes.
¿Y el acelerador de inversiones?
Aunque ya lo hemos señalado en otros notas, volvemos a enfatizar que el problema de fondo que subyace a lo que aparece como “desequilibrios macroeconómicos”, es la debilidad de la inversión. Es también la razón de por qué siempre se busca aumentar la competitividad vía devaluación y caída de los salarios. Los economistas K pretendieron que bastaba alentar la demanda vía consumo, para que la inversión se diera automáticamente, como consecuencia. Algunos incluso pusieron la tesis en un paper, con críticas a los que sosteníamos que el crecimiento posterior al 2002 no tenía bases sólidas (F. Amico, A. Fiorito y G. Hang, 2011, “Producto potencial y demanda de largo plazo: hechos estilizados y reflexiones sobre el caso argentino”, CEFIDAR, Documento de Trabajo Nº 35). Según estos economistas, el principio de aceleración, que dice que la inversión responde siempre positivamente al aumento de la demanda, garantizaba un desarrollo sostenido y sólido de la acumulación de capital en Argentina. Hacían abstracción, de esta manera, de las condiciones de rentabilidad y horizonte temporal, factores claves que determinan las inversiones. Es como si se quisiera imaginar un capitalismo “ideal” para que el funcionario, consustanciado con el programa “nacional y popular”, despliegue sus habilidades en “la lucha contra los grupos concentrados”.
Pero por supuesto, y como lo indica también la experiencia histórica (ver, por ejemplo, aquí), se trata de ensoñaciones propias del que no comprende el ABC del sistema capitalista. Para decirlo de la manera más llana posible, el modo de producción capitalista no es una sociedad de beneficencia, sino de explotación. Por eso, su lógica y norte es la valorización del capital, en base a la extracción de la plusvalía. Este es el punto de partida de mi crítica de la tesis del “acelerador K”.
Más en concreto, ya en el curso de la polémica presenté argumentos teóricos y datos empíricos que desmentían la tesis del bendito acelerador (ver aquí y aquí). Desde entonces, los hechos parecen reafirmar las razones de mi crítica. En el primer semestre de 2013, y según el INDEC, la inversión bruta interna fija representó el 20,7% del PBI; es apenas dos puntos porcentuales más alta que el promedio del período 1993-99. La inversión en maquinaria y equipo, también en el primer semestre de este año, rondó el 6% del PBI; esto es un punto porcentual más elevada que el 5,1% que hubo, en promedio, entre 1993-99. Los años que se habrían caracterizado por la especulación financiera y el parasitismo (como repiten siempre los partidarios K).
Cuando se examinan ramas específicas, se encuentran situaciones que desmienten de manera más tajante, si se quiere, la tesis K de la inversión “movida por la demanda”. La inversión es relativamente importante en sectores como el agronegocios, minería o industria automotor, pero débil en otras áreas que involucran estructuras productivas de largo plazo. Por ejemplo, en telefonía celular, uno de los mercados que creció más rápidamente en la última década, los servicios son caros y muy deficientes porque faltan inversiones. Norberto Berner, Secretario de Telecomunicaciones, acaba de decir que las empresas invirtieron solo un 10% de sus ingresos en los últimos años, y que esto generó deterioro de las prestaciones, a causa de la falta de infraestructura. No hay forma de encajar este hecho con la tesis del acelerador. Lo mismo sucede con la falta de inversión en ferrocarriles, en gas, petróleo o en el sistema eléctrico. Por ejemplo, en 2012 la producción de petróleo fue un 34% inferior a la de 1998; la de gas fue un 15% inferior a la de 2004, el año de máxima producción. Pero la demanda se mantuvo alta a lo largo de la década. También en el sistema eléctrico la demanda supera a la oferta desde hace años, pero el déficit se cubre con importaciones desde Brasil, o restricciones a la demanda, y no con inversiones.
En términos más generales, la fuga de capitales es un síntoma más del mismo problema. Como lo es también el estancamiento del empleo en el sector privado. Según el INDEC, en el segundo trimestre de 2013 el empleo en el sector privado creció, en términos interanuales, apenas el 0,6%; y se redujo 0,83% con respecto al primer trimestre. Además, casi la mitad de los empleos nuevos creados no son a tiempo pleno, ya que corresponden a situaciones de subocupación (dato de la consultora Analytica, en base a cifras oficiales).
Una reflexión en el terreno de la política
El análisis político debería partir de la secuencia de acciones emprendidas por el Gobierno, con que abrimos esta nota. El abordaje debe ser el de la “totalidad concreta”. Existe una vinculación interna, un tejido que hace a una trama inocultable. Por eso también el análisis debe complementarse con el fortalecimiento del aparato represivo (véase aquí). Y con la falta de progresos en la mejora de las condiciones de vida y laborales de la población trabajadora (para ponerlo con un único ejemplo, el nivel de pobreza se ha estabilizado por encima del 20%, por lo menos, desde finales de la década anterior); la disminución en términos reales de los presupuestos para salud y educación; o la caída de los salarios reales de los empleados públicos en los últimos años. Por eso, se trata de una orientación general, cuyo contenido y objetivo consiste en establecer puentes con el capital “en general”, por encima de las relaciones privilegiadas que el modelo K ha mantenido hasta ahora con algunos capitales (del tipo Cristóbal López, Lázaron Baez, grupo Vila-Manzano, Moneta, Eunerkian, las compañías mineras o del agronegocios). La crítica del capital “en general” al Gobierno K ha pasado por esta cuestión (y no por su supuesto carácter “socializante”).
En todo esto, por supuesto, existen muchas tensiones y peleas entre fracciones políticas, tanto al interior del Gobierno, como por fuera del mismo, ya que la forma en que se resuelvan estos conflictos decidirá la posición relativa de fracciones importantes del capital. Por ejemplo, la cuestión de a qué ritmo, y en qué medida, se avanza en una nueva depreciación del peso, sin desatar un proceso de alta inflación, por estos días se analiza y se discute tanto en el oficialismo y de la oposición.
Pero por encima de estas peleas, y de las críticas de la oposición, existe un punto de acuerdo esencial en que las medidas en la línea Chevron – Ciadi son las correctas y necesarias. Para decirlo con nombres propios: Massa, Scioli, Insaurralde, Macri, Binner, De la Sota, Alfonsín, Prat Gay, Cobos, Sanz, Lousteau, Urtubey, no se oponen, en lo esencial, a este curso. Discutirán aspectos, modalidades, formas, pero no lo básico. Obsérvese que entre los nombres mencionados están los referentes máximos en torno a los cuales cierto progresismo K ha querido establecer, en estas elecciones, las divisorias de agua entre el “neoliberalismo y la dependencia”, por un lado, y la “liberación nacional y el modelo productivo con inclusión social”, por el otro. Pero eso es para el discurso de tribuna, el solaz intelectual de los seguidores de Carta Abierta, o el consuelo de la militancia PC y ex PC. La realidad es que, como no podía ser de otra manera, las necesidades que derivan de la lógica del capital y la ganancia terminan actuando como “centros de gravedad”, en torno a los cuales oscilan las medidas de política económica que se deciden todos los días. Por eso, tampoco se trata de “traiciones”, y mucho menos de “Patria o entrega”. Son solo “negocios”, esto es, intereses de clase, que tienen sus raíces en relaciones sociales definidas.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6355
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