13-5-12 GSIA
El pragmatismo
y el compromiso caracterizan la mayoría de los debates actuales sobre
la justicia juvenil.
Los políticos y los medios de comunicación juegan
con el temor popular de perder el control de cada generación sucesiva de
menores si no se les reprime o castiga.
La preferencia adulta por el
sistema penal cala profundamente, alimentado por la creencia religiosa
en el pecado original y la aceptación jurídica de castigos violentos y
humillantes.
CRIN quiere
fomentar un debate sobre la justicia juvenil que va más allá del
pragmatismo y el compromiso.
En especial queremos suscitar un nuevo
debate sobre el establecimiento de la edad penal.
Este documento es
simplemente el comienzo de lo que esperamos se convierta en un debate constructivo e influyente, que vaya más allá de la propuesta de
modificar en uno o dos años hacia arriba o hacia abajo la edad penal.
Apoyamos
a quienes consideran que la vía a seguir es separar el concepto de
responsabilidad del concepto de criminalización y parar de convertir a
los menores de edad en delincuentes.
La Convención
sobre los Derechos del Niño hace valer los derechos de los seres humanos
menores de 18 años. La sugerencia de que los Estados deberían definir una edad, en el marco de la definición de infancia de la Convención, en
la que los niños puedan ser penalizados es, inevitablemente,
discriminatoria y entra en conflicto tanto con las exigencias de la
Convención sobre el interés superior del menor, que ha de ser una
consideración prioritaria, como con el derecho del menor al mayor
desarrollo posible. Este hecho inhibe el desarrollo lógico de un sistema
de derechos plenamente fiables que responda a las infracciones de los
menores.
La
criminalización de los menores causa un daño permanente, no solo en el
desarrollo general de un gran número de menores, sino también en las
sociedades humanas. Este hecho fomenta la caída de los menores en nuevos
delitos cada vez más violentos, que a menudo se prorrogan a la edad
adulta, lo que impide a las sociedades avanzar, manteniendo la creencia
persistente en el pecado original y en la necesidad de expulsar el
demonio de los niños.
Como adultos,
sin duda debemos a los niños un enfoque diferente. Una vez que las
doctrinas del pecado original han sido descartadas se puede ver la
evidencia clara del origen de los actos delictivos graves de los
menores, que se desarrollan y afloran de la violencia y negligencia por
parte de los adultos - en su mayoría parentales -, agravados a menudo
por la incapacidad del Estado de cumplir con sus obligaciones de apoyar a
los padres en sus responsabilidades de criar a los niños y
proporcionarles una educación para asimilar y respetar la legislación.
Cuanto más seria y extrema es la infracción del menor, más seguros
podemos estar de que el origen está en el maltrato por parte de los
adultos, o en ocasiones simplemente la pérdida trágica de los padres u
otros cuidadores clave.
Queremos
trabajar con otras organizaciones y con los defensores de los derechos
humanos para promover por parte de los Estados el diseño de sistemas que
mantengan a los menores alejados del sistema penal y renunciado a los
castigos, centrándose exclusivamente en la rehabilitación de los menores
y teniendo siempre en cuenta la seguridad pública. ¡Únete al debate
sobre cómo parar de convertir a los menores en delincuentes!
CRIN agradece:
.- Cualquier comentario a este documento
.- Cualquier información acerca de:
.- desarrollos significativos y positivos de las políticas y leyes estatale
.- investigaciones que demuestren el daño de la criminalización de menore
.- iIdeas para la sostenibilidad de la incidencia regional e internacional
CRIN tiene
como objetivo promover los debates sobre las políticas – infórmanos si
tu organización quiere implicarse a través del email: info@crin.org
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