3-5-12 Publicado por IADE
Por BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
Coimbra, Ediciones Almedina, 2011
Comentarios de Miguel Teubal - Economista. Profesor de la UBA.
Investigador del CONICET en el Instituto Gino Germani
Boaventura de Sousa Santos ha hecho importantes aportes al analisis
de múltiples aspectos de la vida social, política y cultural del mundo
contemporáneo. En este libro aborda en profundidad la crisis de
Portugal, su país, que conoce y siente como pocos. Lo subtitula “ensayo
en contra de la autoflagelación” quizá por la necesidad de ir en contra
de aquella corriente planteada en círculos financieros, intelectuales
y cotidianos de la vida que tiende a naturalizar la crisis mundial, así
como las nefastas propuestas para “solucionarla”; pero fundamentalmente
porque considera inútiles las penurias que se afirma son necesarias
para hacer frente a esa situación. En los casos de Portugal,
Grecia, España e Irlanda (en conjunto los países denominados despectivamente
PIGS usando las siglas en inglés), sus respectivos
gobiernos no terminan de aplicar ajustes infinitos en contra de sus
“representados”. Sus dirigentes consideran estos ajustes inevitables,
una actitud que deriva por cierto del TINA thatcheriano y neoliberal (no
hay alternativas también por sus siglas en inglés). Santos se rebela en
contra de esta concepción, aunque también rechaza la que plantea que
la crisis pueda ser ´resuelta´ por el mismo capital financiero que la
prarrogante que nunca” (p.15). Sin embargo, tampoco cree que estemos
frente al “fin del neoliberalismo y de la supremacía del capital financiero
sobre el capital productivo”. Quizá las partes más importantes del
libro tienen que ver con “cómo salir de la crisis con dignidad y esperanza”
teniendo en cuenta que “Otro mundo es posible” frente a la amenaza
del “fascismo societal”. Y que esto también involucra a Europa, que
se halla en plena decadencia.
El primer capítulo trata sobre “las identidades de las crisis”, el autor
considera que Portugal vive una crisis financiera de corto plazo, una crisis
económica de mediano plazo y una crisis político-cultural de largo
plazo. “En el plano financiero persiste la urgencia del financiamiento del
estado. En el plano económico se trata de la falta de competitividad
internacional de la economía portuguesa debido a la calidad de su
especialización (no es lo mismo vender zapatos que aviones) y por el
hecho de pertenecer a un bloque económico que tiene una moneda
excesivamente fuerte, lo cual favorece a las economías más desarrolladas
al interior del mismo”. Y en el plano político-cultural, se manifiesta
en un déficit histórico de la formación de las élites políticas, económicas
y sociales portuguesas “causado por un ciclo colonial excesivamente
largo que permitió durante demasiado tiempo el recurso a soluciones
fáciles para problemas difíciles y a salidas ilusorias para bloqueos
reales” (p.11).
Estos tres planos de las crisis están interrelacionados y, por consiguiente,
si se diera más énfasis a una se podría tornar más difícil la
solución de las demás. Además son crisis que tienen diferentes horizontes
espaciales y escalas para su superación: escalas nacionales,
regionales y globales. Con lo cuál sólo una regulación global, regional
y nacional puede poner fin a la “masiva depredación financiera con una
tan injusta distribución de sus costos”(p.12).
Las crisis globales presentan diferentes facetas e intensidades en
diferentes países, facetas que son más numerosas hoy en día que
antes ya que se trata de una crisis financiera, económica, política,
ambiental, energética, alimentaria, civilizatoria. Todas se presentan de
distinto modo en diferentes regiones del mundo. Por ejemplo, el Japon
vive una grave crisis energética y ambiental, que apunta a una crisis
civilizatoria; en Africa se vive intensamente la crisis ambiental y alimentaria;
y en Tunez, Egipto y Libia se manifiesta una profunda crisis política.
En Africa, la India y en America latina “los campesinos viven una
nueva dimensión de la crisis causada por nuevos intereses del capitalismo
global en la compra de tierra. Se trata de la adquisición masiva
por parte de empresas multinacionales, agentes financieros y los mismos
Estados extranjeros que hacen tabula rasa con los derechos evoco
o que fue su motor principal: “Wall Street está hoy más fuerte y
ancestrales de los campesinos que son expulsados del mundo rural. A
su vez los pueblos indígenas de America lel atina han contribuído decisivamente
en las ultimas décadas a dar visibilidad a la dimensión civilizatoria
de la crisis…planteando que ésta no es sólo una crisis de un
modo de producción sino, sobre todo, una crisis de un modo de vida, de
convivencia y de relación con la naturaleza. (pag.13).
Así como las crisis tienen múltiples aspectos, también lo tiene su abordaje.
Santos compara las políticas sociales aplicadas bajo Lula en el
Brasil con aquellas que están siendo aplicadas en Europa. Mientras que
en el Brasil los gastos en educación, salud, protección social son considerados
inversiónes que propician el crecimiento, en Europa tales gastos
son considerados costos que impiden el crecimiento y, por tanto,
deben ser reducidos al mínimo. El autor se pregunta: ¿quíen esta equivocado?
Y si persiste una paradoja ¿porqué no elegir la solución que
crea mayor bienestar para las grandes mayorías en vez de mayor
malestar?. “Esta diversidad muestra que todas las soluciones tienen
alternativas y que toda ausencia de alternativa es el producto de una
decisión política”. El Estado y los mercados pueden simultáneamente
causar las crisis y estar involcradas en las soluciones propuestas. En
última instancia es importante determinar crisis de qué, de quién y soluciones
para qué y para quiénes(p.14/15).
El capítulo 2 “Um diagnóstico protugués” indaga profundamente sobre
el caso del Portugal. Hace tiempo que Santos reflexiona sobre el caso,
una sociedad de “desarrollo intermedio”, con algunas caracteristicas
sociales que la aproximan a las sociedades más desarrolladas y otras a
las sociedades menos desarrolladas. Las teorías y categorías analíticas
para caracterizar las sociedades en general, consideran únicamente a
las sociedades centrales, o más desarrolladas (el primer mundo) por
una parte, y las sociedades periféricas (o del tercer mundo) por la otra.
Según Santos el caso de Portugal caracterizado usualmente como una
sociedad intermedia no entra bien en ninguna de estas categorías. “Si
se toman los indicadores sociales usualmente utilizados para caracterizar
a estos mundos diferentes (clases sociales, y estratificación social,
relaciones capital/trabajo, relaciones Estado/sociedad civil, estadísticas
sociales, patrones de consumo o de reproducción social, etc.), se concluye
fácilmente que Portugal no pertenece a ninguno de estos mundos”(p.21).
La imagen que nos presenta Santos sobre el carácter semiperíférico
de Portugal, visto desde la perspectiva de otros países coloniales es por
cierto interesante: “El carácter semiperiférico del desenvolvimiento portugués
tiene larga duración histórica. Durante muchos siglos Portugal
fue simultáneamente el centro de un gran imperio colonial, y parte de la
periferia de Europa. Reside aquí el elemento estructurante básico de
nuestra existencia colectiva.
Portugal fue el único país colonizador considerado por otros países
colonizadores como un país nativo o salvaje. Al mismo tiempo
que nuestros viajeros diplomáticos o militares describían los
hábitos curiosos y modos de vida de los pueblos salvájes con quienes
tomaban contacto en el proceso de construcción del imperio,
viajeros diplomáticos y militares de Inglaterra o Francia describían,
sea con curiosidad o con desdén, los hábitos y modos de vida de los
portugueses, quienes para ellos eran tan extranjeros al punto de
parecerse poco menos que a salvajes” (p.22).
Por mucho tiempo Portugal fue un país simultáneamente colonizador
y colonizado. El 25 de abril de 1974, durante la revolución de los
coroneles (y de los claveles), Portugal era el país menos desarrollado
de Europa y, al mismo tiempo, detentor del más importante y duradero
imperio colonial. “El fin del imperio colonial no determinó el fin del carácter
intermedio de la sociedad portuguesa. A partir de entonces surgió la
pretensión de equipararse con los países centrales y al mismo tiempo,
en algunos aspectos, asumir posiciones de más avanzada”. En 1978 el
FMI destruyó gran parte de esa credibilidad. Desde entonces Portugal
entra en un período de renegociacion de su posición en el sistema mundial,
procurando una base capaz de llenar el vacío dejado por el derrocamiento
del imperio. Comienza un período en el que se propone su
integración plena a la comunidad europea.
Sin embargo, como lo destaca Santos “creer que Portugal, por integrarse
a la UE pasa a ser parte del Centro, es falso … estar en Europa
no significa ser Europa…. Cuando se analiza detalladamente el interior
del centro, es facil verificar que la realidad sigue un camino diferente de
los discursos.” En los últimos 10 años el modelo de desarrollo de
Portugal tendió a ser más periferizante que centralizante. Se verifica en
la desvalorizacion internacional del trabajo portugués, entre otras razones
por optar por privilegiar sectores de exportacion, que tienden a esa
desvalorizacion internacional, por ejemplo, el sector textil. Asimismo, en
sobre todo la discriminación sexual y racial. Las desigualdades y la discriminación
se retroalimentan recíprocamente; en general el agravamiento
de la desigualdad va acompañada por el aumento de la discriminación,
el incremento de la desigualdad social implica un agravamiento
de la discriminación contra las mujeres. Son ellas las que están
predestinadas a pagar buena parte de la factura de la crisis (p.62).
“Salir de la crisis con dignidad y esperanza” como se titula el capítulo
4 significa resolver la crisis de corto plazo para que puedan abrirse
caminos de resolución a la crisis de mediano plazo (crisis económica) y
la crisis de largo plazo (crisis política y cultural). “En un mundo tan desigual
e interdependiente mucho de lo que será preciso hacer no dependerá
exclusivamente de nosotros. Dependerá de nosotros en la medida
exacta en que sabremos identificar las nuevas oportunidades, exigencias
y sociedades y crear alianzas con todos los que luchan tal como
nosotros, por el derecho de vivir con dignidad y esperanza en un mundo
que parece estar transformando ese derecho de todos en un privilegio
de unos pocos”(p.79).
Boaventura considera que la movilización extrainstitucional tiende a
expandir el horizonte de soluciones políticas a disposición de las instituciones.
A corto plazo impera el desastre y los costos sociales de las
medidas de austeridad recesivas que ”van a ser una prueba muy exigente
para la solidez de nuestras instituciones democráticas. Si alguien
va a pasar por un stress test (inglés en el original) en los próximos tiempos
es nuestra democracia” y también el estado benefactor (p.80).
Aparentemente según Boaventura si bien no es de prever que existan
“soluciones radicales que propongan cambios profundos en nuestro sistema
político y económico” el espacio público de la calle puede ser utilizado
para exigir de las instituciones políticas comportamientos innovadores
que salvaguarden mejor los intereses de la gran mayoría de los
portugueses (pag.80). La emergencia de la movilización política
extrainstitucional constituye un desafío importante a los partidos así
como también a los movimientos sociales. Durante décadas las discusiones
político-organizativas se centraron sobre las relaciones entre
partidos y movimientos, dejando de lado cualquier preocupación con la
sociedad civil no política o despolitizada. “Pasó desapercibida que la
supuesta despolitización no es más que la ausencia de razones fuertes
que justifiquen la politización y la consecuente movilización. Frente a la
emergencia política de los no politizados, los partidos y los movimientos
sociales son obligados a rever toda la sabiduría convencional sobre las
culturas y organizaciones políticas y a cuestionar la inercia de los distingos
entre lo político y lo no político o entre lo organizado y lo no organizado.
“Se torna imperioso re-imaginar lo político (buscar la política allá en donde no está en la forma en que la conocernos) e identificar los
parámetros de inconformismo que desencadenan el movimiento de los
no organizados para la organización de los nuevos recursos disponibles
(redes sociales) para facilitar tales movimientos” (p.81).
Boaventura considera que si no se rebelan en contra de las medidas
que se le están imponiendo al Estado y sociedad portuguesa “los costos
del corto plazo van ciertamente a prolongarse hacia el mediano
plazo y a comprometer irremediablemente las aspiraciones de progreso
y justicia social de toda una generación” (p.82). Con respecto a esta
cuestión Boaventura reflexiona sobre la posibilidad de que una coalición
de izquierda que impulse un programa de izquierda a la que votarían
mayoritariamente los portugueses, asuma el poder. Pero ello requeriría
también de un programa de izquierda que atravesara la ortodoxia financiera
de la UE y el FMI (p.83). Señala que los negociadores de la UE y
el FMI harían todo lo posible para que aún con un gobierno de izquierda
nada cambie y siga el business as usual. Sin embargo, es consciente
de que a partir de la turbulencia causada por las protestas sociales
en Portugal y en otros países “rescatados”, “puedan surgir nuevas oportunidades
de acción política y es importante estar preparados para ello”.
Y así llegamos a uno de los meollos de la cuestión: cómo democratizar
la democracia. Señala Santos que la multiplicidad de tipos de democracia
formuladas por la ciencia política durante los años 1960 se ha
reducido poco a poco a un tipo de democracia, la democracia representativa.
En efecto, la consagración de la democracia representativa
fue un paso importante en la democratización del mundo, sobre todo en
la medida en que las clases populares fueron apropiándose de ella. Sin
embargo, “no será posible democratizar el mundo, refundar democráticamente
a Europa o preparar las sociedades nacionales para los
inmensos desafíos del futuro sin una profunda transformación de los
sistemas políticos que combinen la democracia representativa con una
democracia participativa, …lo cual en muchos casos implica la reformulación
intercultural de cada una de ellas. Sin un involucramiento más
denso y comprometido de los ciudadanos y de las comunidades en la
conducción de la vida política, la democracia continuará siendo rehén
de la antidemocracia, esto es, de intereses que rigen en función de
mayorías parlamentarias generadas pese a la rebeldía de la mayoría de
los ciudadanos (p.102).”
La crisis actual que según Boaventura es una crisis de la “democracia
de baja intensidad” sólo se resuelve con más democracia. “La teoría
política liberal no podía prever que, para la gran mayoría de los países,
los mayores adversarios de la democracia no vienen de adentro sino de
afuera, de los imperativos globales definidos a la medida de los intereses
de los países más desarrollados aunque siempre articulados a
poderosas élites locales que extraen beneficios de la desigualdad
estructural del sistema mundial. A la presión global ejercida desde la
cima hacia abajo sobre los gobiernos nacionales, debería contraponerse
la presión de abajo hacia la cima, ejercida por los ciudadanos a través
de formas de participación amplias y eficaces que incluyan el voto
pero que no se reducen a él”(p.103).
El autor clama por la aplicación de medidas afines a la democracia
participativa que considera ya son muchas veces aplicadas en numerosos
países: las consultas y referendos sobre aspectos decisivos de
gobierno; iniciativas legislativas populares en condiciones de competir
lealmente con las iniciativas legislativas de los partidos; consejos de ciudadanía
compuestos por ciudadanos sorteados o pertenecientes a
organizaciones de la sociedad civil, consultadas obligatoriamente sobre
las medidas a tomar en cada una de las grandes políticas publicas (educación,
salud, trabajo, seguridad social, política criminal, etc); elaboración
participativa de presupuestos municipales y posibilidades de su
extensión al presupuesto nacional; prohibiciones de renovación de
mandatos; referendos revocatorias de mandatos, para todos los líderes
políticos electos; reducción de los medios para el financiamiento de
campañas electorales; publicidad en internet de la declaración jurada
patrimonial de titulares de cargos públicos, de empresas públicas, de
municipalidades, etc.
Santos considera que, por ejemplo, la impunidad en la violación del
contrato electoral es uno de los ingredientes más serios de la crisis de
nuestro tiempo. “Es urgente encontrar formas de responsabilizar a diputados
y gobernantes en función del registro público de programas y sus
respectivas concretizaciones, tanto en el poder como en la oposición.”
“La democracia de alta densidad no será posible sin la emergencia de
nuevos actores políticos, que tenderá a suceder en numerosos niveles
(p.105).” Deben surgir nuevas liderazgos políticos “vacunados en contra
del virus del neoliberalismo”, capaces de regular el capital financiero,
prohibir o ignorar las agencias de rating, impulsar mecanismos de
bienestar y seguridad individuales y colectivos, y “sobre todo capaces
de discutir nuevos modelos civilizatorios asentados en alternativas postcapitalistas
potenciadoras de la solidaridad entre los humanos y entre
los humanos y la naturaleza” (p.106).
Señala Santos: “es fundamental que los sindicatos resistan con éxito
al proyecto neoliberal que los destruye. Para esto deben autonomizarse
con relación a los partidos políticos, reforzar sus vínculos con sus
bases, y crear alianzas transnacionales entre sí y con los movimientos
sociales, dando cuerpo político a la globalización contrahegemónica
inspirada en el Foro Social mundial”(p. 106).
Pero antes de que pueda instrumentarse una profunda reforma del
Estado (pags.106-118), que se requeriría para salir con dignidad de la
crisis, es también necesario visualizar “otros mundos posibles” frente a
“la amenaza del fascismo social “ (capítulo 5).Considera el autor que los
peligros que enfrenta la democracia no tienen que ver con un regreso
del fascismo histórico “sino con la emergencia de relaciones sociales
generadoras de desigualdades tan acentuadas entre los ciudadanos o
los grupos sociales que las salvaguardas de la democracia poco valen
para los ciudadanos o grupos oprimidos en el seno de esas relaciones”(p.120).
Se trata de nuevas formas del fascismo societal que nunca existieron
hasta el presente. En la medida que prolifera este tipo de fascismo, pueden
mantenerse sociedades formalmente democráticas pero en
muchos sentidos socialmente fascistas. Boaventura distingue cinco
tipos de fascismo societal: el fascismo del apartheid social¸ el fascismo
contractual, el fascismo territorial, el fascismo de la inseguridad, y el fascismo
financiero (“tal vez la forma más virulenta de sociabilidad fascista
y que mas nos afecta hoy en día”( pag. 123).
El fascismo territorial asume “una virulencia alarmante” en la actualidad.
“La adquisición masiva de tierra (conocida con la expresión inglesa:
land grabbing) en África, Asia y América latina y también en Europa
Oriental, afecta muy especialmente al campesinado sujeto a perder el
control sobre sus tierras y culturas y eventualmente a que les sean
expropiadas” (p. 123). Tales adquisiciones involucran a empresas multinacionales
vinculadas al sector alimenticio y de los agrocombustibles, aunque también
operan fondos financieros especulativos (los denominados
hedge funds) y países, como es el caso de China”. Según
Boaventura el land grabbing constituye “una nueva forma de colonialismo”:
que opera “muchas veces con la convivencia de los países…”
Estos procesos “están dominados por la corrupción, ya que la adquisición
masiva de tierra envuelve una flagrante ilegalidad dado el carácter
no escrito y ancestral de los títulos de propiedad individual”. Se trata de
la misma estrategia que llevó “a los colonizadores a apropiarse de la tierras
de las poblaciones originarias” (p.123) en los orígenes mísmos de
los procesos de colonización.
“La proliferación del fascismo societal es uno de los impactos más destructivos
del capitalismo neoliberal en las relaciones sociales. El otro lo
constituye la sobreexplotación de los recursos naturales y la catástrofe
ambiental que viene provocando. El fascismo societal se alimenta del
enflaquecimiento de los procesos democráticos y la erosión progresiva
de los derechos económicos y sociales que dio orígen a formas de dominación
muy semejantes a las que caracterizaron al capitalismo salvaje
en el siglo XIX. En las condiciones de nuestro tiempo solo una radicalización
de la democracia en los términos referidos en este libro podrá
revertir el proceso de deshumanización de la humanidad actualmente
en curso (pag. 128)
Señala Santos que esto involucra enormes desafíos para Europa
(“Otra Europa posible”) y la consecución de “otro mundo es posible”, los
dos capítulos siguientes de su libro.
“Otro mundo es posible”(capítulo 6) si se impulsa este proceso de
democratizar la democracia (capítulo 4), y descolonizar y desmercantilizar
la sociedad. Habiendo sido Europa el centro del colonialismo
moderno este problema involucra desafíos y responsabilidades específicos
referidos a este problema. Aún si se admite que el colonialismo
sigue existiendo bajo otras formas diferentes a las tradicionales “se trata
de un proceso que tiene que ver con toda relación de opresión que establece
la inferioridad supuestamente natural, racial o étnico-cultural del
oprimido.”(p.144) Diferentes movimientos conciben sus luchas como
orientadas en contra de una o varias manifestaciones del colonialismo
proponiendo alternativas decolonizadoras. Una de las principales manifestaciones
globales en contra del colonialismo es la que opera en contra del racismo,
dado que “en la versión que ella le da a la modernidad
occidental, el racismo deriva de la germinación del colonialismo con el capitalismo” (p.145).
“Hoy en día se trata de una de las presencias más insidiosas del colonialismo…
porque actúa en las instituciones y fuera de ellas, porque
existe al nivel interno y en el nivel de las relaciones internacionales, porque
se disfraza frecuentemente de anti-racismo bloqueando la lucha en
contra de ella. Está en los libros de historia, en nuestros noticieros, en
la represión policial, en nuestros conceptos semánticos (frases y anécdotas
racistas), nuestros preconceptos que establecen una sospecha
(el llamado ethnic profiling que a corazón de piel aparece como una
señal automática de peligro, tanto en los aeropuertos como en los taxis
y en nuestros barrios de las ciudades, así como también para el reclutamiento
de personal como en el alquiler de casas), nuestra desvalorización
o represión de la diversidad cultural, en nuestros transportes
públicos, en las relaciones inter-individuales cotidianos” (p.145).
En las relaciones internacionales el colonialismo se vincula con el
imperialismo e interviene en muchas formas de intervención extranjeras
mediadas o no por la ONU.
“En el plano epistemológico el colonialismo se manifiesta en forma
virulenta al atribuirse el monopolio del conocimiento válido a la ciencia
moderna y a la filosofía occidental. Como consecuencia se desvalorizan,
suprimen o marginalizan otros conocimientos profanos, populares,
tradicionales, urbanos y/o campesinos que en lo esencial se orientan a
la vida cotidiana de la inmensa mayoría de la población mundial. La
desvalorización de estos saberes trae consigo la desvalorización de los
grupos sociales que los detentan”(p.146).
El colonialismo interno se presenta según tres formas principales: la
primera corresponde a lo que más arriba se señaló como fascismo territorial,
o sea la privatización de parcelas del territorio nacional para que
quienes la controlan asuman funciones y prerrogativas propias del
poder soberano (justicia y policía privadas). La segunda reside en las
continuidades entre el Estado colonial y el Estado independiente, por
ejemplo el autoritarismo de la administración pública frente a los ciudadanos
y la manipulación o represión de la diversidad cultural por parte
de autoridades políticas y judiciales muchas veces como resabios preexistentes
del colonialismo. La tercera cuando afecta a minorías étnicas
(por ejemplo, a los pueblos indígenas) al no reconocerse sus lenguas y
culturas y al retacearles el derecho a la autonomía territorial y el autogobierno”(p.146).
El tercer gran objeto de análisis que nos presenta Santos junto con la
democratización y la descolonización lo constituye la desmercantilización.
“Desmercantilizar constituye un imperativo ineludible en busca de
una sociedad mejor”(p.147). “Desmercantilizar significa impedir que la
economía de mercado extienda su ámbito a tal punto de que transformar
a la sociedad toda en una sociedad de mercado, una sociedad en
la que todo se compra y se vende, inclusive los valores éticos y las
opciones políticas… uno de los núcleos centrales en la búsqueda de
una vida mejor lo constituye la desmercantilizacion de la vida personal,
social, política, cultural. Ello requiere las siguientes caracterizaciones:
primero, reconocer que el desarrollo como un crecimiento infinito involucra
una apropiación intensa de la naturaleza es una concepción que
conduce al desastre: “la naturaleza requiere de ciclos de regeneración
que están siendo violados mas alla de lo sustentable. La naturaleza
aguanta bien un uso por parte de los humanos pero no un abuso. El planeta
no es inagotable. El estilo de vida de los países desarrollados es
energía intensivo y somete a las energías no renovables a una presión
no sustentable” (p.148).
“El capitalismo, por más dominante que fuera nunca consiguió erradicar
totalmente otras lógicas en las relaciones económicas que no tuvieran
que ver con la acumulación infinita de la riqueza, y del lucro a cualquier
precio. Esas lógicas (algunas existen desde antes del capitalismo
y sobrevivieron, otras surgieron con el capitalismo) contienen un repertorio
de innovación social y económica que son necesarios en un contexto
en el que se profundizan las crisis sociales, ecológicas, alimentaria
y energéticas”(148). A título de ejemplo Santos señala el concepto
del “buen vivir”, Sumak Kawsay en quechua, que los indígenas del
Ecuador lograron transformar en un imperativo constitucional, al mismo
tiempo que atribuyen a la naturaleza (la Pachamama, la madre tierra) la
titularidad de los derechos propios de ella y no de los humanos” (p.148).
A manera de conclusión Santos presenta una serie de reflexiones y
propuestas. “La crisis sólo deja de ser destructiva en la medida en que
se transforma en una oportunidad nueva para las clases y grupos sociales
que más la sufren” (p.152). Para esto es necesario redefinir los términos
de la crisis a fin de liberar y credibilizar las posibilidades de resistencia
en contra de los intereses dominantes, lo cuál implica lucha
social y política. A corto plazo muy probablemente surja una redefinición
de la crisis que abra “ventanas de oportunidades” para las mayorías
populares fuertemente vulnerabilizadas por la crisis aunque “sólo
podrán ocurrir por vía de acciones colectivas extra-institucionales”
(p.153). “El predominio de la cultura autoritaria y el papel de la sociedad
del estado benefactor tornan tal ocurrencia improbable a menos que la
crisis se agudice impulsando un nivel de desesperación o que surjan
acciones colectivas extrainstitucionales en Europa que, por contagio,
lleven a los portugueses a la calle, Lo que aconteció recientemente en
el norte de África no debe ser considerada una especificidad africana”(p.153).
“A mediano plazo la crisis portuguesa es económica, política y cultural
y tendrá que ser resuelta en un contexto europeo”(p.153). “…si no civilizamos
a la economía, tenemos que cambiar de civilización. En diferentes
espacios-tiempo, siguiendo ritmos y grados de ambición distintos,
con recursos a gramáticas semánticas que sólo se reconocen
mediante la traducción, los objetivos son democratizar, descolonizar, y
desmercantilizar. Este proyecto será ambicioso y utópico si la alternativa
no fuese la guerra civil, la catástrofe ecológica, o el fascismo societal
montado a costa de la democracia política” (p.154). Tal es el enfoque
Santos, de su “optimismo trágico”, que considera la forma más adecuada
para “enfrentarnos a los desafíos con que nos enfrentamos en
Portugal o en cualquier otra sociedad” (p.154).
Los análisis de Santos contribuyen sin duda a reflexionar sobre los
desafíos que se presentan en la actualidad lLatinoamerica y del Tercer
Mundo en general. En el caso de nuestros países no nos hallamos
inmersos en la profundidad de la crisis como es el caso de Europa y los
Estados Unidos. Sin embargo, no estamos exentos de la perspectiva de
tener que enfrentar a futuro situaciones afines a las que afligen a los
europeos en la medida en que la crisis tienda a expandirse y sus reverberaciones
lleguen eventualmente a nuestras sociedades. Por ello, no
deberíamos dejar de que considerar las posibles repercusiones sobre
nuestros países que pudiera tener una profundización de la crisis europea
a causa de los ajustes que están siendo implementados. El contexto
mundial está altamente globalizado y las tres propuestas que nos
presenta Santos –democratizar la democracia, decolonizar nuestra
sociedad, y desmercantilizarla– son elementos de análisis de importancia
que apuntan a la necesidad de una profunda reforma del estado y la
sociedad que vale la pena tener presente. En toda América latina se
han manifestado en décadas recientes importantes movimientos sociales
que se confrontan con dificultades profundas de nuestras sociedades
presentando posturas afines a los planteamientos que nos presenta
Santos. Es cierto que en alguna medida tuvimos experiencias –como
la de 2001/2002 en la Argentina– que permitiron profundizar el debate
en torno de las políticas neoliberales y sus consecuencias, contribuyendo
a que los elementos de la retórica neoliberal perdieran la vigencia
que tuvo durante los años noventa, y que en el resto del continente también
hubo oposiciones a políticas neoliberales inducidos por movimientos
sociales dando lugar a gobiernos que no siguen al pie de la letra los
postulados del consenso de Washington. Sin embargo la situación internacional
se ha vuelto altamente inestable debido a la profundización de
las políticas de ajuste que se imponen a los países de la periferia de
Europa las cuales inciden sobre el aumento de la desocupación, la
desactivación del estado benefactor y el aumento de las desigualdades
sociales en ese continente. Estos ajustes, por las razones que señala
Santos, nos presentan un futuro incierto que seguramente vamos a
tener que confrontar. El mundo de los indignados en Europa y los EUA
junto con otras irrupciones como las del mundo árabe, y las que se presentan
en América latina, notablemente en torno a la oposición a modelos
extractivistas que se impulsan en una serie de países, nos presentan
una perspectiva que ciertamente es más optimista, aunque también
trágica, que la que se manifiesta en Europa dadas la circunstancias
políticas y sociales que rigen en aquel continente en la actualidad. Si
bien en América latina la mayoría de los gobiernos ya no profesan el
neoliberalismo económico y no impulsan la valorización financiera de
antaño esto no significa que no se tenga que confrontar complejas
situaciones a futuro, que los movimientos sociales y de protesta están
poniendo de manifiesto.
http://www.iade.org.ar/uploads/c87bbfe5-a5f8-6ef2.pdf
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