7-2-12- Argenpress- Por Narciso Isa Conde
Los empobrecidos,
material y especialmente, que optan por la delincuencia como medio de
vida, no lo hacen porque quieran hacerlo, sino por necesidad de
sobrevivir, por efectos de la cultura dominante y negación de valores
educativos.
El capitalismo neoliberal ha
llevado esto al extremo: precarizando el salario, privatizando servicios
sociales, reduciendo extraordinariamente el empleo estable,
multiplicando el buhonerismo y el chiripeo, y expulsando del consumo a
miles de millones de seres humanos.
La cuarta
ola tecnológica (microelectrónica, informática, robótica, ingeniería
genética…) ha sido usada por el gran capital para suprimir masivamente
el trabajo remunerado, multiplicar ganancias, empobrecer a los/as de
abajo y del medio, y potenciar la especulación y las prácticas
delincuenciales desde el. Estado y las elites sociales.
Los
ideólogos de la privatización prometieron aumentar la productividad
para aumentar riqueza arriba y “derramarla” hacia abajo; pero ésta se
quedó en el cohollo opulento que solo derrama un empobrecimiento
masificado, cada vez mas degradado y descompuesto, amenazante y agresivo
en tanto en su seno crecen las prácticas delincuenciales de
sobrevivencia, alimentadas por una dominación violenta y mafiosa.
Una
loca carrera especulativa, la persistente identificación del éxito con
el amasamiento de fortunas fabulosas, el disfrute del lujo y el
consumismo banal, arropa las elites empresariales, partidocráticas,
militares, policiales y tecnocráticas, y contagia la sociedad.
El
despojo, el crimen, el saqueo -propios del periodo de la acumulación
originaria capitalista- reaparecen en dimensiones colosales.
El
gangsterismo político, la narco-corrupción, la expansión del lavado de
dinero sucio se ejercen tanto desde el Estado y sus instituciones
civiles y militares, como desde cúpulas empresariales afines, imbuidas
de neo-malthusianismo frente a la masa creciente de pobreza creadas por
ellas..
Por eso la llaman población “superflua”
o “sobrante”, la identifican como sinónimo de delincuencia, le hacen la
guerra, la reprimen cruelmente en nombre de la democracia y se empeñan
en exterminarla por múltiples vías, comenzando por expulsarlas de las
áreas visibles aptas para los grandes negocios inmobiliario del
mega-capitalismo.
Estigmatizar, acosar,
atropellar, fusilar, extorsionar… es tarea de una policía delincuente
que dice luchar contra la delincuencia y defender la democracia.
Nada
más falaz que ese discurso anti-delincuente pronunciado por
delincuentes mayores disfrazados de alcaldes, diputados, senadores,
presidentes, candidatos, jefes de policías y cuerpos castrenses, y
grandes empresarios. Incluidos Giulliani y sus emprendedores
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