Mundo- Paul Krugman añora la economía de equivalencia
miércoles 22 de febrero de 2012- Por Heinz Dieterich.
1. El economista contemporáneo más influyente
El
economista actual más influyente del mundo, el Premio Nobel Paul
Krugman (2008), añora la economía de equivalencia. Desde la aparición
del Movimiento Ocupar Wallstreet y su genial consigna, “Nosotros somos
el 99%”, el keynesiano Krugman usa el diario más importante de
Occidente, el New York Times (NYT), para advertir a los estrategas del
capitalismo mundial sobre un peligro mortal: la desestabilización del
sistema capitalista por la creciente desigualdad de la riqueza social.
La
fama profesional de Krugman se debe al desenmascaramiento de las
idioteces económicas de los neoliberales, ayudado por su impecable
lógica y cultura general. Des-cubrir, que el neoliberalismo es 99% por
ciento ideología y 1% ciencia, es, por cierto, ninguna novedad. Pero, en
la actual lucha hegemónica entre el gran capital monetarista y el gran
capital keynesiano -en términos políticos, entre el Partido Republicano y
el Partido Demócrata- los artículos de Krugman son útiles no sólo para
el gobierno de Obama, sino también para la izquierda global.
2. Megacapitalistas más democráticos que Presidentes burgueses
En
su columna del 25 de Noviembre, 2011, Krugman aborda el problema de la
desigualdad y equivalencia, fustigando a los multimillonarios
estadounidenses que pagan menos de la mitad de la tasa de impuestos
(15%) que pagan los trabajadores. Esta brutal revelación del carácter de
clase del Estado burgués -que ha motivado a que algunos de los
megacapitalistas más poderosos del mundo, como Warren Buffet- ofrezcan
públicamente abonar impuestos más altos, deslegitima al sistema. Cuando
los Capos de la explotación se muestran más democráticos y justos que
los “representantes del pueblo” en Parlamentos, Senados y Gobiernos, el
fetiche de la democracia burguesa se desmorona estrepitosamente.
3. Krugman, Keynes y la equivalencia
Krugman
diagnostica como causa de la actitud de los gobiernos capitalistas una
violación del principio de equivalencia de la economía de mercado, del
cual se derivan la satisfacción de los trabajadores y la estabilidad
social. “After all, in an idealized market economy each worker would be
paid exactly what he or she contributes to the economy by choosing to
work, no more and no less. And this would be equally true for workers
making $30,000 a year and executives making $30 million a year.” Es
decir: En una economía de mercado idealizada, se le pagaría a todo
trabajador “exactamente lo que él o ella contribuirían a la economía…,
ni más ni menos”.
Krugman
reactiva con esta formulación un supuesto fundamental subyacente a toda
teoría económica socialdemócrata -es decir, orientada en la idea del
contrato social de Rousseau- que John Maynard Keynes había expresado de
la siguiente manera: “The businessman is only tolerable so long as his
gains can be held to bear some relation to what, roughly and in some
sense, his activities have contributed to society.” En castellano: El
hombre de negocios es solo tolerable, mientras sus beneficios guarden
cierta relación con las actividades que ha contribuido a la sociedad.
4. Equivalencia económica y sociedad de clase
La
equivalencia económica como base fundamental de la estabilidad social
en una sociedad de clase, como la estadounidense, se está destruyendo,
lamenta Krugman, porque las estadísticas sobre la distribución del
ingreso demuestran, que no existe una relación pertinente general entre
el ingreso de un sujeto económico y su contribución económica: “mostly
no relationship between someone´s income and his economic contribution”.
En términos generales, hay, de hecho, un abismo entre las
contribuciones económicas y los ingresos de los agentes económicos, por
ejemplo, el trabajador manufacturero y el banquero de hedge fonds o
manager de bienes raíces. Por lo tanto, la economía de mercado
estadounidense es fundamentalmente injusta.
5. Las causas de la injusticia
Krugman
identifica dos factores que neutralizan el principio de equivalencia.
El primero es el sistema fiscal que favorece a los ricos. No se le
ocurre al Premio Nobel mencionar que en un régimen plutocrático este
comportamiento del sistema es el comportamiento que probabilísticamente
se espera que ocurra. En otras palabras que sea su comportamiento
“normal”.
El segundo
factor es la cibernética del mercado. En una “economía de mercado
idealizada” dice Krugman, se le pagaría a todo trabajador “exactamente
lo que él o ella contribuirían a la economía”. Aquí el Premio Nobel
cumple plenamente con su papel de intelectual orgánico del Capital,
repitiendo las respectivas ilusiones de Adam Smith y las mentiras de los
neoliberales. La misma disciplina de mandarín del sistema le impiden
explicar, porque no se produce la equivalencia necesaria. Se limita a
reconocer que Estados Unidos no tiene “the idealized, perfect market
economy of conservative fantasies”, pero no desarrolla las implicaciones
de esta afirmación que ponen en tela de juicio todo el modelo de
bienestar colectivo de Smith.
6. La ceguera clasista de Krugman
Krugman
no puede decir que la equivalencia entre trabajo y remuneración no se
produce en la crematística estadounidense, porque su estructura de poder
económico-político clasista la hace imposible. Para librarse de esa
obligación de honestidad intelectual, usa el viejo truco de
conceptualizar la justicia económica dentro del sistema de precios de
mercado. Como hemos demostrado en otros ensayos, ese enfoque hace
cognitivamente imposible resolver el problema de la gratificación o del
intercambio “justo”, porque la noción de un precio mercantil “justo” es
una idiotez cognitiva. Los precios mercantiles en la crematística son
una función del poder y eso vale para el precio del trabajo. Los precios
de mercado expresan correlaciones de poder, no gradientes de justicia.
7. El precio de la verdad científica
Si
Krugman quiere una gratificación justa del trabajo, tiene que usar un
sistema de medición del esfuerzo laboral por valores, no por precios,
porque los time inputs son datos objetivos, intersubjetivamente
constatables. Es decir, tendría que convertirse en un protagonista de la
economía de equivalencia del Socialismo del Siglo 21. Si lo hiciera,
podría decir, que es un científico ético que nunca llamaría a una verdad
“mentira”. Pero, no tendría el Premio Nobel, no sería multimillonario y
no escribiría en el New York Times.
Un precio demasiado alto para un producto virtual como la ética, dirá el Premio Nobel Paul Krugman.
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