Ciudades para los/as niños y niñas:
“Cuando la ciudad olvida a sus niños olvida a sus propios ciudadanos y también se olvida a sí misma, pero si recupera su relación con los niños, si les da tiempo y espacio para jugar, si les concede la palabra, les escucha sus ideas, tal vez pueda salvarse”.[1]
Francesco Tonucci
En América Latina cada vez es más
frecuente la consolidación de procesos locales de construcción y formulación de
políticas públicas en los que por un lado, se contempla como protagonistas a
los propios destinatarios, considerándolos conocedores válidos de su realidad y
con la capacidad de transformarla; y por otro, se toman al territorio y a la
comunidad como unidades de análisis y de intervención. En este marco, surgen
interesantes iniciativas que plantean colocar a la infancia como medida para
evaluar el desarrollo y la calidad de vida de una localidad.[2]
Desde hace más de 15 años se
desarrollan distintas experiencias de planificación y gestión de las zonas
urbanas en las que se invita a niños/as y adolescentes a participar de diversas
maneras, en los procesos de toma decisiones. Niños, niñas y adolescentes hablan
de las ciudades donde viven y comparten su opinión frente a temas como
seguridad, calidad del aire, espacios para el juego, caminos seguros para la
escuela, entre otros aspectos centrales para la percepción de su entorno. Esto
cobra vital importancia, si tenemos en cuenta que la mayoría de los niños viven
en ciudades y con estas iniciativas son reconocidos/as como actores válidos en
los procesos de planificación.[3]
Estas iniciativas plantean
posicionar la voz de los/as niños/as como eje central de acción, y el
reconocimiento de ellos/as como actores de su construcción y no sólo como
receptores de las políticas públicas. Es decir, sujetos que, como cualquier
otro ciudadano, pueden hablar de cómo las ciudades les afectan y manifestar su
posición sobre esta afectación. De tal forma, se considera a los niños y niñas
como sujetos claves del desarrollo local, entendiendo que sus derechos
aglutinan intereses y necesidades de toda la comunidad y expresan prioridades
que deberían guiar la política pública. Como señalara Tonucci, se torna
necesario asumir a los niños como “indicadores ambientales” para evaluar la
calidad de vida de una ciudad: “si una ciudad es vivible, segura y respetuosa
para los niños, lo será para todos los ciudadanos”.[4]
Desde Equidad para la Infancia América Latina queremos posicionar el
debate sobre la participación infantil y su capacidad como herramienta de
transformación local, a partir de las bondades y logros de este tipo de
iniciativas. Pero también a la luz de sus aprendizajes[5], nos parece interesante
señalar algunos ejes de debate sobre la participación infantil en los
escenarios de desarrollo local, identificando los desafíos que el contexto
actual presenta para su consolidación y desarrollo futuro.
Sin desconocer la importancia de
que la participación infantil haya sido sancionada en el artículo 12 de la
Convención de los Derechos del Niño, es necesario abordarla más allá de su
dimensión normativa, y asumirla como una práctica cotidiana situada en
contextos conflictivos. Una práctica que interpela a los adultos y a las
instituciones en las que acontece, generando tensiones y disputas. En efecto,
es necesario incorporar activamente una reflexión sobre tales tensiones, y
sobre los usos y manipulaciones que hacemos los adultos ante la participación
de niños y niñas en estos procesos. Por otro lado, aunque proponemos una mirada
local, nos parece fundamental llamar la atención sobre las relaciones
existentes con los ámbitos globales y nacionales. Es decir, no podemos pasar
por alto las condiciones estructurales en que viven niños y niñas –por ejemplo
en contextos de exclusión y desigualdad- y cómo estas condiciones afectan sus
formas de vivir la infancia, y por ende, las maneras de participar en la vida
pública.
Asimismo, no podemos desconocer los
efectos negativos que se han señalado respecto de los procesos de
descentralización y desconcentración[6]. En muchos casos, antes que lograr una mayor cercanía de las
definiciones políticas a las necesidades de los sujetos, se señalan procesos de
rigidización y aumento del control sobre las familias de sectores populares.
Finalmente, si bien las voces de
niños, niñas y adolescentes tienen que estar presentes en las instancias de
planificación local, habría que considerar que sus necesidades y demandas son
constituidas en procesos relacionales, en los que sus contextos de vida
convergen. De este modo, es necesario superar la tendencia de visibilizar las
necesidades e intereses de niños y niñas –particularmente de sectores más
vulnerables- de manera aislada respecto de las necesidades e intereses de sus
familias.
Como sabemos a partir de los
distintos enfoques de ciudadanías diferenciadas, si no se considera la
desigualdad a la hora de establecer las condiciones y posibilidades para la
participación, esta misma desigualdad establecerá condiciones para que ciertas
voces subordinadas sean silenciadas frente a otras dominantes. Desde el punto
de vista de Equidad para la Infancia América Latina, resaltamos la necesidad de
incorporar la reflexión sobre los efectos de las desigualdades y la inequidad
en los procesos participativos, como desafío que debería guiar los debates
hacia el futuro.
[1] Tonucci, Francesco (2006) La ciudad de los niños. ¿Por qué
necesitamos de los niños para salvar las ciudades?
[6] UAM (2012) Los efectos de la crisis globalizada en los procesos
de exclusión social de la infancia y juventud latinoamericana y del Caribe
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