Esther Vivas | Público-
*Artículo publicado en Público, 17/06/2012.
Lo verde vende. Desde la revolución verde, pasando por la tecnología
verde, el crecimiento verde hasta llegar a los “brotes verdes”, que nos
tenían que sacar de la crisis. La última novedad: la economía verde. Una
economía que, contrariamente a lo que su nombre indica, no tiene nada
de “verde”, más allá de los dólares que esperan ganar con la misma
aquellos que la promueven.
Y es que la nueva ofensiva del capitalismo global por privatizar y
mercantilizar masivamente los bienes comunes tiene en la economía verde a
su máximo exponente. Justamente en un contexto de crisis económica como
el actual, una de las estrategias del capital para recuperar la tasa de
ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y convertir “lo vivo”
en mercancía.
La economía verde va a ser, precisamente, el tema central de la
agenda de la próxima Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo
Sostenible Río+20, a celebrarse del 20 al 22 de junio en Río de Janeiro,
veinte años después de la Cumbre de la Tierra de la ONU que en 1992
tuvo lugar en la misma ciudad. Y dos décadas después, ¿donde nos
encontramos? ¿Dónde han quedado conceptos como “desarrollo sostenible”
-acuñados en dicha cumbre? ¿O la ratificación de la Convención sobre el
Cambio Climático, que sentó las bases del Protocolo de Kyoto? ¿O el
Convenio sobre la Diversidad Biológica que se lanzó entonces? En papel
mojado, ni más ni menos. Hoy estamos mucho peor que antes.
En estos años no sólo no se ha conseguido frenar el cambio climático,
la pérdida de biodiversidad, parar la deforestación… sino que, por el
contrario, estos procesos no han hecho sino agudizarse e intensificarse.
Asistimos, pues, a una crisis ecológica sin precedentes, que amenaza el
futuro de la especie y de la vida en el planeta, y que tiene un papel
central en la crisis de civilización que enfrentamos.
Una crisis medioambiental que evidencia la incapacidad del sistema
capitalista para sacarnos del “callejón sin salida” a la que su lógica
del crecimiento sin límites, del beneficio a corto plazo, del consumismo
compulsivo… nos ha conducido. Y esta incapacidad para dar una “salida”
real, la hemos visto claramente tras las fallidas cumbres del clima de
Copenhague (2009), Cancún (2010), Durban (2011) o en la cumbre sobre
biodiversidad en Nagoya (Japón en 2010), etc., donde se han acabado
anteponiendo intereses políticos y económicos particulares a las
necesidades colectivas de la gente y al futuro del planeta.
En dichas cumbres se han planteado falsas soluciones al cambio
climático, soluciones tecnológicas, desde nucleares, pasando por los
agrocombustibles hasta la captura y almacenamiento de CO2 bajo tierra,
entre otras. Medidas que intentan esconder las causas estructurales que
nos han conducido a la crisis ecológica actual, que buscan hacer negocio
con la misma y que no harán sino agudizarla.
Los vínculos estrechos entre aquellos que ostentan el poder político y
el económico explican esta falta de voluntad para dar una respuesta
efectiva. Las políticas no son neutrales. Una solución real implicaría
un cambio radical en el actual modelo de producción, distribución y
consumo, enfrentarse a la lógica productivista del capital. Tocar el
núcleo duro del sistema capitalista. Y quienes ostentan el poder
político y económico no están dispuestos a ello, a acabar con su
“gallina de los huevos de oro”.
Ahora veinte años más tarde nos quieren “vender la moto” de la
economía verde como salida a la crisis económica y ecológica. Otra gran
mentira. La economía verde sólo buscar hacer negocio con la naturaleza y
la vida. Se trata de la neocolonización de los recursos naturales,
aquellos que aún no están privatizados, y busca transformarlos en
mercancías de compra y venta.
Sus promotores son, precisamente, aquellos que nos han conducido a la
situación de crisis en la que nos encontramos: grandes empresas
transnacionales, con el apoyo activo de gobiernos e instituciones
internacionales. Aquellas compañías que monopolizan el mercado de la
energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de la agroindustria
(Unilever, Cargill, DuPont, Monsanto, Procter&Gamble), de las
farmacéuticas (Roche, Merck), de la química (Dow, DuPont, BASF) son las
principales impulsoras de la economía verde.
Asistimos a un nuevo ataque a los bienes comunes donde quienes
salimos perdiendo somos el 99% y nuestro planeta. Y especialmente
comunidades indígenas y campesinas del Sur global, cuidadoras de dichos
ecosistemas, quienes serán expropiadas y expulsadas de sus territorios
en beneficio de las empresas transnacionales que buscan hacer negocio
con los mismos.
Con la cumbre de Río+20 se busca crear, lo que podríamos llamar, “una
nueva gobernanza medioambiental internacional” que consolide la
mercantilización de la naturaleza y que permita un mayor control
oligopólico de los recursos naturales. En definitiva, despejar el camino
a las empresas transnacionales para apropiarse de los recursos
naturales, legitimando unas prácticas de robo y usurpación. La respuesta
está en nuestras manos: decir “no” y desenmascarar a un capitalismo y a
una economía que se tiñe de verde.
http://esthervivas.com/2012/06/18/cuando-la-economia-y-el-capitalismo-se-tinen-de-verde/
Creo sinceramente que el diálogo es el punto de partida de todo camino que pretender solucionar problemas tan graves como este al que se hace referencia, el medioambiente.
ResponderEliminarDe todas formas, existen medidas que pueden irse tomando de forma paralela, medidas que tienen su fundamento y toda su fuerza en la iniciativa popular. Es la ciudadanía quien más puede hacer por derrumbar ese sistema tan negativo y reconvertirlo a otro que responda más fielmente a las necesidades que la sociedad tiene.
Dejar de consumir hipotecas, préstamos bancarios en general, dinero de plástico en definitiva dejar de endeudarse para adquirir cualquier bien o servicio es una de las formas de ir reduciendo el poder de este sector, además de segregarle hacia otras actividades que tengan menos impacto del día a día de los ciudadadanos.