Por Enrique Stola *
No es
una historia talibán. Ocurre en Entre Ríos, Argentina, siglo XXI. Una
niña de 11 años, violada y embarazada. Tempranamente ella aprende los
códigos machistas: el cuerpo de las mujeres pertenece a los hombres. Su
humilde mamá pide ayuda profesional. Rápidamente aparecen quienes son
los guardianes de la moral, de las leyes y los representantes del Estado
provincial y decretan que el cuerpo de la niña les pertenece. La niña
pide “volver a ser como antes”, seguir siendo niña. Los guardianes dicen
NO. El NO se ve reforzado por la presión de los aliados de la muerte,
fanáticos que se llaman “pro-vida” y suspiran cada vez que una mujer
pobre muere por un aborto clandestino: la muerte es la forma en que Dios
hace pagar el pecado de abortar. Ningún médico/a, cuando diagnosticó el
embarazo, informó a la mamá sobre los derechos que la niña tenía
(tenía, porque sus derechos fueron confiscados por el Estado). Nadie le
dijo que la Organización Mundial de la Salud la tiene en cuenta y que
ella, con sólo 11 años, no goza de buena salud por el disparo al
psiquismo sufrido y que sufrirá aún más cuando le impongan ser madre, ya
que no tiene autonomía para decidir. Mientras, el director del Hospital
Masvernat de Concordia informó al juez que ella era un buen
armario-contenedor y que podría parir sin riesgo. Si no, que no se
preocupara: el ministro de Salud había pensado ya en una cesárea. ¡Todos
hablan de la buena salud del armario-contenedor! Nadie le dice a esta
niña que si fuera hija o nieta del juez, del ministro o de los médicos,
en estos momentos estaría jugando y ya habría vuelto a ser la que era.
Si ella fuera de clase media o alta, no se violarían la Convención
Internacional de los Derechos del Niño ni las leyes 26.061 y 26.485. El
aborto no punible se habría realizado sin inconvenientes para su salud, y
el estrés postraumático por la violación podría resolverlo con
psicoterapia.
Ella sólo es una niña pobre que sufre un atentado a su salud
psicofísica, un festín para la ignorancia, la hipocresía y la cobardía
social.* Médico psiquiatra. Psicodramatista.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/185863-57462-2012-01-20.html
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