viernes, 13 de enero de 2012

La causa principal de todas las injusticias y desigualdades


11-1-12   Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)
 El escenario de pauperismo extremo que se cierne apocalíptico sobre muchas naciones otrora caracterizadas por sus altos niveles de prosperidad material, así como el desempleo masivo al cual están condenados millones de hombres y mujeres que sólo disponen de su fuerza de trabajo para sobrevivir dignamente, las protestas callejeras de igual cantidad de personas en contra de las medidas económicas adoptadas por sus gobiernos siguiendo las recomendaciones de quienes produjeron las crisis que sufre el sistema capitalista en su empeño por mantener y reforzar la injusta forma de distribución de la riqueza generada entre todos; sin olvidar la degradación y explotación irracional del medio ambiente que ha provocado un cambio climático que amenaza la existencia de toda forma de vida, sitúan al capitalismo como la causa principal de todas las injusticias y desigualdades padecidas en todo nuestro planeta.
Todo ello representa el sometimiento de más de la mitad de la humanidad a condiciones de vulnerabilidad que ponen en entredicho la soberanía, los derechos humanos, la seguridad y bienestar que le corresponde. Para la ética del mercado son daños colaterales que no pueden impedir su finalidad suprema: la obtención pronta y segura de mayores ganancias. Así, “las bases individualistas, utilitaristas y pragmáticas que fundamentan filosóficamente el capitalismo”, al decir de Pedro Henríquez Ureña, justifican que tal panorama sea visto por muchos ciudadanos del mundo como un mal necesario ante la carencia de fórmulas inmediatas que lo superen exitosamente, cosa que afecta, incluso, a quienes propugnan su liquidación mediante la implantación del socialismo revolucionario, vistos los cambios habidos en aquellos países que, como China, Vietnam y Cuba, lo asumen como su sistema político.
No obstante, hay una realidad creciente en oposición a las injusticias y desigualdades derivadas del capitalismo, extendida ahora a Europa y Estados Unidos donde sus poblaciones resienten lo que se está haciendo para salvarlo de la crisis en que se halla. Esto impone en algunos la convicción que el sistema capitalista se halla en su fase final, sin embargo, las guerras neocoloniales asumidas conjuntamente por las camarillas gobernantes de Europa y Estados Unidos buscan suministrarle nuevos aires de vida, lo cual supone que nada impedirá que la entidad burocrático-financiera transnacional que representan avasalle a cualquier nación del mundo en su interés mercantil por controlar los recursos naturales estratégicos que ésta posea. De esta manera, las potencias capitalistas, con Estados Unidos a la cabeza, buscan asegurar su preponderancia por encima del resto del planeta, así ello implique el desconocimiento y la violación sistemática del derecho internacional.
Como lo indica Wim Dierckxsens, en su obra La transición hacia el postcapitalismo: el socialismo del siglo XXI, “la relación mercantil, al totalizarse, produce distorsiones graves en la vida humana y en la naturaleza. La relación mercantil totalizadora se fundamenta en la ética `sálvese quien pueda’, que finalmente no salvará a nadie. Esta ética constituye una amenaza para toda la vida humana y natural. En la guerra económica por el reparto del mercado mundial no cabe ni siquiera todo el gran capital. Con ello la guerra por el reparto del mercado mundial sobrepasa el ámbito económico y tiende a alcanzar dimensiones militares. Esta ética de salvarse a toda costa de todo y todos no salvará a nadie, aunque generará un sufrimiento cada vez más amplio e insoportable para amplias mayorías. En medio de este dolor se genera la resistencia mundial contra la globalización. Esta resistencia no solo deslegitima al propio sistema sino además genera una ética alternativa: la ética solidaria”. Esto último es lo que forja algunas esperanzas. Mientras, identificado el causante principal de todas las injusticias, explotaciones y desigualdades por la humanidad en su conjunto, es necesario trabajar concienzudamente respecto a su alternativa revolucionaria, el socialismo, de modo que no se apele simplemente a ilusiones filantrópicas, cuyo efecto es sólo apariencia, sin soluciones definitivas, sino que se tienda a su realización plena y a su consolidación.

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