Por Flor Monfort
Aasia
Khan nació y vive en Mumbai, India, tiene 29 años, tres hijos y está
casada. Es la protagonista de Made in India, un documental que registra
el proceso por el cual Aasia lleva en su vientre el embrión de una
pareja norteamericana, que finalmente se duplica y resulta un embarazo
múltiple y que Lisa y Brian Switzer consiguen por medio de un contrato
de maternidad subrogada por el que pagan 30 mil dólares. Después de
mostrar cómo vive junto a sus hijos y cómo concurre a los controles que
le exige la clínica, Aasia dice “ellos están felices porque van a tener
dos bebés pero yo no hubiera hecho esto si no fuese pobre”.
Rebecca Haimowitz y Vaishali Sinha, autoras del film, consiguen a lo
largo de la película este y otros testimonios de mujeres que, en
primera persona, cuentan por qué prestan su cuerpo para que otras
familias sean padres y madres, cuánto les pagan, qué controles reciben y
cómo se relacionan con ese bebé o bebés por venir, con quien no les
está permitido tener ningún contacto. Aasia usó burka durante todo el
embarazo para que sus vecinos no la reconozcan, otras dicen que lo hacen
pensando en el futuro de sus hijos, que este dinero les permitirá
educarlos, se sorprenden por la posibilidad de llevar en su vientre a un
hijo que no les corresponde biológicamente (y sobre el que renuncian a
toda potestad y contacto), pero sobre todo exhiben el contraste que
resulta de sus vidas con las que del otro lado del planeta tiene la otra
parte del contrato. En este caso, los Switzer, una pareja texana que
entre típicas fotos de boda yanqui y la soltura de quienes están
adoctrinados por la era del reality, relata la odisea que los llevó a la
India, donde los costos para acceder a la maternidad subrogada son de
entre 25 y 35 mil dólares, a diferencia de los 100 mil que, en promedio,
les saldría hacerlo en su propio país. Hicieron siete tratamientos de
fertilización asistida que fracasaron y vendieron su casa para pagar los
costos, cuentan no sólo en Made in India sino en los medios de su país,
donde vivieron un boom mediático en 2009. Los Switzer vendieron una
casa en San Antonio para concretar su sueño de ser padres, pero por
poner su cuerpo para el procedimiento, Aasia recibió 2 mil dólares.
Made in India forma parte de una serie de trabajos y reflexiones en
torno de la explotación de mujeres pobres para beneficio de un negocio
que se extiende y que tiene aristas de todos los colores: el año pasado
se conoció el caso de una pareja de varones argentinos que acudió a la
maternidad subrogada en India para concretar su sueño de ser papás. Este
mismo diario documentó la odisea, desde la angustia de los nueve meses a
la elección del color de la habitación. Carlos Dermgerd y Alejandro
Grinblat son la primera pareja LGBT en acudir a este procedimiento y
ambos contaron el proceso por el cual eligieron a la mujer canadiense
que ofició de donante y a la india que llevó al bebé en su panza. La
primera, universitaria y residente en California, de la segunda sólo
saben que está casada y que vive en Nueva Delhi. “El alivio que implica
la inclusión de la familia diversa no impide que se escuche en estas
historias un ruido raro sobre el fondo de la escena: una familia es
‘feliz’ pagando un costo económico que no logra menguar el costo sobre
otra familia (porque todas las mujeres subrogantes son madres) que
expone su cuerpo por fines netamente económicos”, dicen desde SAMA, un
grupo de mujeres que investiga y reflexiona sobre las prácticas que
incluyen la salud de las mujeres en el mundo y que forma parte del
colectivo que dispara preguntas sobre el alquiler de vientres en India.
INDIA: PIONERA EN TURISMO MEDICO
La
maternidad subrogada comenzó en India a fines de los ’70, pero se
incrementó en los últimos años debido a las ganancias que deja el
turismo médico. Se estima que el turismo reproductivo es un negocio que
mueve dos mil millones de dólares anuales: se hace en todas las ciudades
grandes, e inclusive en algunas pequeñas del estado de Gujarat, que es
uno de los más conocidos para el turismo médico y específicamente para
maternidad subrogada. Arotunda es la clínica más famosa (y aparece en la
película) pero muchos hospitales ginecológicos privados y clínicas lo
hacen. Basta con buscar “maternidad subrogada en India” en Google para
que aparezcan decenas de agencias que organizan el viaje (Planet
Hospital es una de las más conocidas y atendieron a los Switzer)
ofreciendo al mismo tiempo paquetes de turismo estético que incluyen
estadías en spa para completar el tour antes de volver a casa. Todo
junto y en la misma bolsa, una especie de e-bay de los cuerpos que se
trasladan y mutan para obtener resultados, pero que en el caso de la
maternidad subrogada tiene como protagonistas a mujeres que lo hacen por
desesperación, muchas veces con miedo y una naturalidad forzada, ya que
en cuanto empiezan a ser interrogadas se cuestionan si era necesario y,
como Aasia, reconocen hacerlo desde la carencia y no desde el
altruismo. Alguna dirá “para que otras familias puedan concretar su
sueño”, pero la línea no se relaciona con las imágenes harto conocidas
de pobreza y chicos descalzos que abundan sobre la India, postales que
pueden aplicarse a nuestro país y por donde deambulan los Switzer con la
ilusión del hijo propio.
Las mujeres como Aasia son de clase baja o directamente pobres; con
educación formal básica y muchas veces sin educación formal alguna (en
muchos casos firman los documentos con la impresión digital del pulgar).
Siempre son mujeres casadas y la edad requerida es de entre 21 y 35
años. Así lo cuenta desde Nueva Delhi Radhika Chandiramani, feminista
india que trabaja en una organización llamada Tarshi, dedicada a
derechos y educación sexual de las mujeres en el mundo. Toda clase de
cirugía (de corazón, sustitución de caderas o rodillas, trasplantes de
órganos, etc.) está en oferta y los servicios son muy baratos. “El
problema es cuando deriva en cosas que explotan situaciones de pobreza.
Salvo las intervenciones de reasignación de sexo –para las que Tailandia
es el lugar más barato– India ofrece los mejores precios. Se están
construyendo hospitales enteros exclusivamente para esto, hacen packs
turísticos que incluyen excursiones, un retiro a un centro de ayurveda y
todas las garantías para que el negocio sea redondo: vas una vez,
pagás, volvés a los 9 meses y te llevás tu bebé, es la fórmula”, dice.
“Es un negocio floreciente que aporta muchas divisas al país. Uno de los
mejores cirujanos cardíacos indio acaba de abrir un hospital en las
afueras de Delhi que tiene todas las comodidades de uno 5 estrellas,
exclusivamente para este tipo de turismo. Esta es la principal razón por
la que la ley sobre reproducción asistida no se discute ni se aprueba.
De las prácticas de reproducción asistida, la más popular (dentro del
turismo médico) es la maternidad subrogada porque es de éxito
garantizado”, explica.
En el caso de Aasia, ella transitó el embarazo desde su casa, pero
en muchas clínicas llevan a las mujeres a vivir a alojamientos
especiales donde las alimentan bien y donde descansan todo el día.
Radhika contabiliza cientos de testimonios de mujeres que dicen hacerlo
para estar en un lugar acondicionado e higiénico, lejos de sus maridos y
de las familias de ellos, a las que pasan a pertenecer una vez casadas.
“La maternidad subrogada es una práctica común pero no entre los
propios indios. Para una pareja heterosexual india reconocer que su hijx
fue gestadx por una subrogante es algo que avergüenza; si lo hacen,
jamás lo admitirían en público, por eso es muy difícil saber las
estadísticas. Es una vergüenza porque tienen el deber de continuar la
dinastía familiar a través de su propia sangre. Es muy importante para
las familias la pureza de la sangre, que tiene que ver con la casta, un
tipo de ordenamiento social jerárquico que se transmite de una
generación a otra, tiene raíces religiosas y una influencia enorme sobre
la vida de la gente. Está muy ligado a la pureza, a prácticas para
mantener la pureza –hábitos alimentarios, profesiones que se pueden
ejercer o no– y a algunas castas. Es una de las principales razones por
las que se asesina a muchas mujeres –y a veces también a hombres– que se
enamoran y quieren casarse con alguien de una casta ‘inferior’. Una de
las principales funciones de las mujeres es concebir; si no pueden
hacerlo, se las considera ‘yermas’ e incluso se habla de ellas como ‘una
tierra que no da fruto alguno’”, explica Radhika.
Según un artículo de The Guardian del 5 de junio no hay estadísticas
de subrogancia, pero se estima que nacen 25.000 bebés al año, al menos
50 por ciento “encargados” por parejas occidentales. Allí aseguran que
se están implantando más de cuatro embriones en algunos casos y que se
practica la “reducción fetal” en otros. Muchas mujeres pasan por cesárea
para que la fecha del parto les convenga a los que lo encargaron y
vuelca el testimonio de una chica de 21 años, embarazada de mellizos,
que dijo que lo hacía para que su hija se educara mejor y hablara inglés
como la periodista. Una chica que ya estaba planeando sus próximas tres
subrogancias. También cuenta la historia de Premila Vaghela, de 30
años, madre subrogante. El bebé que gestaba nació a los 8 meses de
embarazo y lo pusieron en terapia intensiva. A Premila la pasaron a otro
hospital, porque había tenido un infarto, y poco después murió. “En
muchos contratos dice que si la madre tiene lesiones graves o cualquier
enfermedad con riesgo de vida en los últimos meses de embarazo le van a
brindar la asistencia necesaria para llevar a término el embarazo. En
casos como el de Premila es raro que su familia proteste, dado que ya le
habían pagado (y son ellas las que asumen todos los riesgos en el
contrato, donde no hay responsabilidad para la clínica ni para los que
encargaron la subrogancia) y la historia no deja de helarte la sangre
sobre lo que puede pasar en los peores casos, donde el subtexto parece
ser ‘lo único que importa es la vida del bebé, la mujer es secundaria’”,
dice Radhika.
Según Unicef, en la India la mortalidad infantil asciende a 57
muertes por cada mil nacimientos y una de las razones principales de
esta estadística (que también calcula que uno de cada cuatro niños que
muere en el mundo con menos de un año de vida es indio) es la
malnutrición. En cuanto a la mortalidad materna, el Centro de Derechos
Reproductivos calcula que más de 100 mil mujeres mueren cada año por
complicaciones derivadas del embarazo. “Es una sociedad patriarcal donde
se valora más a los hijos que a las hijas, porque perpetúan la dinastía
familiar; las hijas se casan y pasan a formar parte de otra familia, se
convierten en ‘propiedad’ de esa otra familia. Para casar a una hija,
hace falta pagar dote –que en general es muy costosa– y esto es una
carga económica muy grande. También se considera que sólo los hijos
pueden oficiar los ritos funerarios cuando los padres mueren. Entonces,
como las hijas se consideran una carga, mucha gente piensa que es mejor
no dejar que nazcan, de ahí los abortos selectivos”, explica Radhika y
aclara que si bien la Ley de Estudios y Diagnósticos Post-Concepción y
Pre-Natales lo prohíbe, se sigue haciendo. “Los abortos selectivos según
el sexo no reconocen distinciones de clase; es más, se hacen sobre todo
entre las clases medias y altas con educación formal, en el norte del
país sobre todo.”
ANTE LA LEY
Si bien hay un proyecto de ley
en danza, estas prácticas son reguladas mediante las Directrices del
Consejo Indio de Investigaciones Médicas. Son las pautas que acordó el
establishment médico y se aplican hasta que se apruebe una ley. Se
acepta claramente –y no está mal visto– que las mujeres lo hagan por
dinero. En Made in India, una mujer cuenta que ella y su marido
planificaron dos embarazos subrogados, así juntan el dinero que
necesitan para comprar su casa. Al momento de entrevistarla, la mujer ya
había dado a luz una vez y estaba dejando pasar el tiempo antes de
hacerlo por segunda vez.
Según las Directrices, la madre subrogante no puede aportar los
óvulos, dice textualmente: “Subrogancia es un acuerdo por el que una
mujer accede a embarazarse, utilizando tecnología reproductiva, sin que
ninguno de los gametos le pertenezca a ella o a su esposo, para llevar a
término el embarazo y entregar el niño a la persona o personas para
la/s cual/es ella actúa como subrogante. La madre subrogante es una
ciudadana de la India, residente en India, que accede a que se le
implante un embrión generado por el esperma de un hombre que no sea su
marido y el óvulo de otra mujer, para llevar a término el embarazo y
entregar el niño a la pareja/persona que requirió la subrogancia”.
Los criterios para ser madre subrogante son:
- Ser menor de 35 años.
- Puede ser familiar, conocida o no tener relación alguna con la pareja que le encarga el embarazo.
- VIH negativa (le hacen la prueba antes de firmar el acuerdo).
- Presentar una declaración jurada diciendo que en los últimos 6 meses:
- a) no le administraron ningún medicamento/droga con una aguja usada por otras personas; b) no le hicieron transfusiones de sangre; y c) hasta donde sabe, ni ella ni su marido tuvieron relaciones prematrimoniales; d) no se inyecta drogas, y no se someterá a ninguna transfusión de sangre que no provenga de un banco de sangre certificado.
- Ninguna mujer puede ser subrogante más de tres veces en el transcurso de su vida.
Las Directrices también dicen que en el contrato de subrogancia que
la mujer debe firmar se incluye la renuncia a cualquier derecho como
madre sobre la criatura y de la criatura sobre ella. Y que no se puede
realizar el procedimiento sin el consentimiento del marido.
¿MIENTRAS TANTO?
En la Argentina, el tema
empezó a sonar fuerte a raíz de un caso mediático que copó las tapas de
las revistas en agosto del año pasado. La actriz Flor de la V y su
marido habían sido padres a través de una clínica en San Diego, con el
óvulo de una mujer latina residente allí “con rasgos parecidos a los
míos”, según declaró Flor, y gracias a la gestación de otra mujer con
marido e hijos también elegida por la pareja. El 25 de agosto de 2011
nacieron en California Isabella y Paul Alexander y el relato sobre el
proceso naturalizaba una práctica que en Estados Unidos está aceitada
pero en Argentina era como una nave espacial bajando en cámara lenta.
Para la psiquiatra Luisa Barón, que viene estudiando el tema desde hace
cinco años a través del trabajo con seis parejas que no pudieron tener
hijos por razones médicas y apelaron a esta técnica afuera del país, ese
relato pudo y aun puede jugar en contra del imaginario social sobre la
subrogación, pero ella celebra que pueda hacerse en casos donde la mujer
está imposibilitada para ser madre con su útero, y apoya el
anteproyecto del Código Civil que incluye la posibilidad de legalizar
estos pactos a través de la figura de “gestación por sustitución”. “En
la Argentina no se puede hacer pero tampoco se prohíbe, lo que lo impide
es que el Código Civil actual plantea que madre es la que pare, lo que
de alguna manera frena la práctica porque habilita a la mujer a
arrepentirse y reclamar al niño ante un juez. El anteproyecto dice que
tiene que ser gratuito pero yo creo que es justo que a la mujer se le
pague en reconocimiento a la donación, por el riesgo que implica, el
lucro cesante, etc. Y también me parece fundamental que se especifique
que no pueden ser mujeres marginales, tienen que ser mujeres que cuenten
con calefacción, buena alimentación, vitaminas, medicina, auto por si
tienen que ir de urgencia al médico. Yo quiero un modelo honesto,
transparente, que le permita a una familia solucionar un problema que no
es electivo, pero me parece importante que esté legalizado y regulado
porque, aunque no me consta que ocurra en la actualidad, su ausencia
habilita contratos privados que sí pueden dar lugar a la explotación de
mujeres vulnerables”, dice Barón, que organiza debates sobre la
subrogación cada vez con más concurrencia, donde pretende derribar los
mitos más comunes, según ella, que es un método simple, que se hace por
catálogo, que a la subrogada solo le interesa parir por el dinero. “Es
delirante pensar en la idea de catálogo o de venta de supermercado, es
mucho más delicado y complejo pero es un modelo de familia que no
estamos preparados para pensar todavía, estamos en una etapa de
entrenamiento. Lo que pasa en India puede perjudicar la mirada sobre una
legislación restrictiva y coherente pero de ninguna manera debe
denegarla o nublarla”, pide.
Mientras tanto, los contratos de subrogación en la India son cada
vez más frecuentes pero también las dificultades para sacar a esos
chicos del país en determinados casos, como el de la pareja Dermgerd y
Grinblat (a quienes le dijeron en el consulado que no tenían formulario
para anotar al bebé como hijo de una pareja copaternal) o el de Elsa
Saint Girons, la argentina que estuvo varada junto a su marido español
por dos semanas ya que las leyes indias consideraban apátrida a la beba.
Según Radhika estas dificultades responden al vacío legal concreto que
favorece la proliferación de contratos entre las partes, aunque en la
mayoría de los casos no pasa nada y los bebés salen del país sin ningún
problema. Para ella, Argentina es un país pasible de repetir el modelo
indio con iguales consecuencias que las que tiene en su país, pero sobre
todo y como explora el proyecto de investigación “Assisted Reproductive
Technologies: Implications for Women’s Reproductive Rights and Social
Citizenship” en tres provincias indias (Orissa, Uttar Pradesh y
Tamilnadu), replicar una práctica que afecta la salud de las mujeres en
sus flancos más débiles y se disfraza en las necesidades de ciertas
familias para exponer a muchas otras a más desigualdad y peores
condiciones de vida. Para Barón: “Si bien el debate parece estar
empezando, todavía no se problematiza con todas las letras, lo único que
importa es que ninguna parte quede invisibilizada, pero sobre todo que
todas las modificaciones del anteproyecto sirvan para mejorar la calidad
de vida de todas las mujeres y no empeorar las de unas en beneficio de
otras e incrementar el capital de entidades privadas”.
El alquiler o subrogación de vientres en la INDIA, es regresar al pasado, y derribar los avances en el plano de los derechos humanos que se han logrado en temas de género y los derechos de las mujeres, nuevamente se cosifica a la mujer, es volver a convertirla en un objeto en en vez de un sujeto de derecho. El derecho a tener hijos no puede ser logrado a costa de la pobreza, el hambre y las necesidades a poder acceder a una vida digna.
ResponderEliminarAlejandra Victoria Portatadino