jueves, 26 de julio de 2012

Un nuevo orden mundial- Democracia, Soberanía y Unidad


23|07|2012- Desde la Redacción de APAS Mendoza

Por Daniel Gonzalez Almandoz | 
Tal vez la mística maya acierte y el fin del 2012 traiga un cambio de era; o tal vez la crisis mundial se profundice y por lo mismo conduzca a la eclosión de un sistema expoliante. Lo cierto es que hoy el mundo se reorganiza y cambia su patrón de poder. Allí emerge una Latinoamérica para todas y todos.
El fin del calendario Maya sirvió de excusa para que el presidente de Bolivia, Evo Morales, anunciara al mundo su convicción respecto de que esa fecha, coincidente con el solsticio de verano, significará un cambio de era. Se trata, expresa el mandatario, del fin del capitalismo, lo que dará lugar al “advenimiento de un tiempo de amor” y de “cultura de la vida”.
El entusiasmo de Morales fue acompañado por su canciller, David Choquehuanca, quien afirmó que el 21 de diciembre marcará “el fin del capitalismo y el comienzo del comunitarismo” y “recalcó que hoy se vive el tiempo de la oscuridad, el individualismo y la división, pero a partir de esa fecha los indígenas han de proyectar amor y protagonizar una vida armónica con la naturaleza”.
 Más allá de esta anticipación, que se deriva de un anclaje en el rico mundo místico de nuestros pueblos originarios -anclaje ligado a un cúmulo de tradiciones y no una simple adhesión snob de corte posmoderno-, y su éxito, es cierto que -como pocas veces- la Tierra atraviesa un periodo de construcción de un nuevo orden mundial, en el cual la Latinoamérica soberana adquiere un papel protagónico.
 Es habitual que la vorágine mediática cotidiana, dominada todavía por los capitales concentrados que rechazan la emergencia de los subalternos, no permita observar cómo los Estados populares de la región vienen diseñando y aplicando políticas públicas Y no se trata sólo de modelos de gestión estatalistas, si no que producen rupturas con los modos dominantes desde mediados del siglo XX.
 Europa se debate entre, por un lado, la decisión de sus gobiernos de sostener la insaciable voracidad de un capitalismo que se construyó y soportó, como sostuvo Ricardo Forster en Revista 23, “en el saqueo del resto de los continentes y la superexplotación de sus propios trabajadores”; y, por el otro, el hartazgo de sus habitantes que optan por desmontar -con la política y el cuerpo en las calles- a esa Medusa financiera que no puede petrificar el clamor popular. Mientras tanto, Latinoamérica avanza en la aplicación de medidas y decisiones que interpelan las prácticas y creencias dominantes.
 Tres palabras se valorizan y redefinen en este nuevo concierto, y encuentran a nuetra región a la cabeza: Democracia, Soberanía, Unidad.
Democracia en aquel sentido aristotélico, recuperado por Atilio Borón, del “gobierno de las mayorías en beneficio de los pobres, ya que en nuestros pueblos, los pobres son las mayorías”. O como expresaría Forster, con algún grado mayor de encriptamiento discursivo, Democracia no ya como acuerdo representativo en el cual se deciden entre los menos los futuros de los más, sino como “resultado de un litigio, la larga travesía de los incontables por ser parte de la suma y por quebrar la geometría de las jerarquías nacidas del dinero, la propiedad y la sangre, para habilitar la aritmética de los iguales”.
 Lejos de su expresividad filosófica, este sentido de Democracia se expresa de múltiples maneras en lo cotidiano. Se expresa con el retorno del pueblo a las calles; con la proliferación de voces en el espacio mediático y comunicacional, con la ampliación de derechos y de instancias de participación; pero también con gobernantes y Estados que entienden de su transitoriedad y de su inevitable ligazón con los grupos más populares y, por lo mismo, la necesidad de gestionar para todos.
 Esto provoca que, por ejemplo en Argentina, se avance en intentar modificar algunas matrices culturales. Y así el acceso al consumo y la vivienda dejan se ser potestades absolutas de un sistema financiero voraz, y pasa a considerarse como parte de las políticas de seguridad social. También induce a que Evo Morales desista de construir la autopista amazónica por la resistencia de los pueblos originarios, y dé forma concreta al paradigma de mandar obedeciendo.
Soberanía, entendida como el ejercicio de autodeterminación y de políticas diarias, que trascienden el reduccionismo del Estado independiente y que decide a sus gobernantes. Es decir, soberanía como capacidad de decidir sobre sus recursos naturales y energéticos; sobre el p(P)eso de sus monedas; sobre sus inversiones y sus relaciones internas y externas, y el derecho de pensar su futuro.
 Y finalmente Unidad como condición geopolítica trascendental que supera las imposiciones que un sistema moderno y eurocéntrico le aplicaron a una tierra indivisible, y que se reorganiza, aun manteniendo sus países, creando organizaciones supranacionales en las cuales uno somos todos porque siempre todos debimos ser uno.
dgonzalez@fcp.uncu.edu.ar
http://www.apasdigital.org/apas/nota_completa.php?idnota=5623

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